“Los únicos lugares apropiados para la pobreza son los museos”, dice Muhammad Yunus, el iniciador de los programas de microcrédito, que hoy recibe el Premio Nobel de la Paz en Oslo, Noruega.

Esta tarde un economista bangladeshí y la institución que él fundó hace 30 años recibirán el Premio Nobel de la Paz en Oslo, Noruega. Muhammad Yunus, conocido por muchos como el “banquero de los pobres”, inició su camino hacia la creación del Banco Grameen en 1976 con un préstamo de su propio bolsillo a 42 personas desesperadamente pobres en Bangladesh. El préstamo total sumaba 27 dólares –menos de un dólar por persona–. Una de las 42 personas prestatarias era una mujer que hacía bancos de bambú y ganaba sólo dos centavos al día. Al profesor Yunus le escandalizó enterarse de que el prestamista que proporcionaba el crédito requería que la mujer le vendiera a él los bancos terminados a un precio que apenas cubría el costo del bambú, dando como resultado una vida de pobreza extrema. Con un préstamo del Profesor Yunus, la mujer podía ya vender su producto al mejor comprador y sus ganancias se dispararon de dos centavos a 1,25 dólar diarios.

Muhammad Yunus se educó como economista, no banquero, y durante los últimos 30 años ha roto innumerables reglas bancarias y de otras disciplinas. El proporciona préstamos a los pobres, no a los ricos; a las mujeres, no a los hombres; en pequeñas sumas, no grandes, y sin garantía o documentación.

El mundo sería un lugar mucho más duro si estas reglas nunca se hubieran roto, si nadie en ningún lado se hubiera tomado la molestia de dudar de la noción de que los pobres no podían emplear o pagar un pequeño préstamo, de dudar del mito de que los pobres no son merecedores de crédito, o de dudar del mito que dice que no pueden otorgarse préstamos sin garantía. El Comité del Premio Nobel de la Paz celebra el trabajo y las innovaciones de Muhammad Yunus, del Banco Grameen y de todos los otros revolucionarios que han sido pioneros de este notable proceso.

Esta revolución se está comenzando a difundir en Argentina. Aunque todavía en forma incipiente, cada vez son más las instituciones que están trabajando en esta temática como forma de combatir la pobreza. La expansión de los programas de microcréditos cumplirían un rol muy importante en Argentina dada la cantidad de población que no tiene ninguna posibilidad de tener acceso al crédito en el sistema bancario formal. Según un trabajo publicado recientemente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, la cantidad de prestatarios potenciales de menores recursos identificados en la Argentina superan al millón trescientas mil personas. De ese total sólo un 3,5 por ciento está alcanzado por la oferta de microcréditos actual.

El mes pasado, el profesor Yunus se unió a más de 2000 delegados de 112 países en la Cumbre Global de Microcrédito 2006 en Halifax, Canadá. En esa cumbre, los delegados lanzaron la Segunda Fase de la Campaña con dos nuevas metas para el año 2015: 1) llevar el microcrédito a 175 millones de las familias más pobres del mundo, beneficiando a 875 millones de miembros de familia y 2) asegurar que 100 millones de familias muy pobres superen el límite de ingresos de un dólar al día, sacando de la pobreza extrema a 500 mil millones de personas.

Este es un desafío al movimiento de las microfinanzas en Argentina. Tenemos el potencial de crecer drásticamente, pero ¿podemos también hacer una profunda contribución a la Meta de Desarrollo del Milenio de reducir a la mitad la pobreza definida como un 1 dólar de ingreso diario para el año 2015?

Como dice Muhammad Yunus, “la pobreza no tiene lugar en la sociedad humana civilizada. Su lugar apropiado es un museo”. Trabajemos para utilizar la entrega del Premio Nobel de la Paz hoy como un impulso de llevar la pobreza a los museos, donde pertenece.

* Economista de FCE-UBA y Conicet.