Sábado, 16 de agosto de 2008 | Hoy
EL MUNDO › EL EX OBISPO JURó COMO PRESIDENTE DE PARAGUAY TRAS 61 AñOS DE GOBIERNO DEL PARTIDO COLORADO
Con su estilo directo e informal, vestido apenas con camisa blanca y sandalias, el flamante mandatario mandó mensajes tranquilizadores a todos los sectores que lo apoyan, pero dejó en claro que pretende una renovación profunda y solidaria.
Por Mercedes López San Miguel
Desde Asunción
Parado en el escenario revestido con la bandera roja, blanca y azul, Fernando Lugo grita ¡viva Paraguay! y así cierra el acto inaugural de su gobierno. En la explanada del Congreso, en el corazón de Asunción, una multitud lo vitorea en cada tramo de su discurso. ¡Lugo, amigo, el pueblo está contigo!, aplausos, gritos eufóricos y un día histórico para los paraguayos. Viste camisa blanca, un pantalón gris y sandalias, y habla con la sencillez que lo caracteriza. En su mensaje fundacional, el ex obispo se comprometió a combatir la pobreza, promover acciones sociales para los desposeídos, acabar con el secretismo y erradicar la corrupción. Además señaló cuál es la Iglesia que lo identifica como “ex sacerdote y como laico”, prometió hablar de los exiliados de su país a la Argentina y tuvo palabras de agradecimiento para la presidenta Cristina Fernández.
Lugo mira a su pueblo, se emociona, las palabras le salen a borbotones. Al grito de “¡Sí, juro!”, sella la alianza con los paraguayos. El ya presidente presenta uno a uno a los invitados a su ceremonia; cuando menciona a Lula da Silva la gente en la plaza grita “¡Itaipú! ¡Itaipú!”; cuando dice Hugo Chávez saltan de alegría, lo mismo sucede al nombrar al presidente de Bolivia, Evo Morales. Asunción es una fiesta. El ex obispo es el centro de las miradas y los oídos atentos. Les habla: “Ahora es tiempo de mirar hacia adelante y trabajar denodadamente la ingeniería colectiva del futuro del Paraguay. El sendero estará empedrado de obstáculos que permanentemente pretenderán cegarnos con los espejismos del reciente pasado dictatorial”. Su rostro se humedece, su sonrisa es plena. Se le traba alguna palabra. Sigue con una afirmación que provoca un largo aplauso: “hoy termina un Paraguay exclusivo, secretista, con fama de corrupción; hoy se inicia la historia de un país cuyas autoridades y pobladores serán implacables con los ladrones de su pueblo, con acciones que nublen la transparencia y con aquellos pocos dueños feudales de un raro país del ayer enclavado en el presente”.
Esa fama la adquirió el Partido Colorado, aferrado al poder durante 61 años hasta que en abril pasado lo destronara el líder de una alianza heterogénea de partidos progresistas y liberales.
Con la banda presidencial colgada al hombro y su condición de laico recién estrenada, el ex obispo le dedicó un párrafo a la Iglesia Católica, a la que instó a seguir el camino de los padres fundadores de la Teología de la Liberación.
“Cuando encontré la palabra de Leonardo Boff y de Gutiérrez, entre otros, percibí claramente que era ésa la Iglesia destinada a nutrir de esperanza activa a seres hermanos y humanos sumidos en el discurso opresor de tantas dictaduras que marcaron la historia de nuestra patria americana”, arengó. Desde su experiencia como sacerdote en San Pedro, una de las zonas más empobrecidas del país, pidió que no se estereotipe a los pobres y señaló que su programa, el programa de la Alianza Patriótica para el Cambio, tendrá como prioridad la lucha en favor de los más necesitados.
En alusión a Brasil y Argentina, Lugo declaró que desde su proyecto buscará que las causas nacionales sean causas binacionales y que se pueda ampliar el espacio socioeconómico común. “Nuestra propuesta es de la integración”, remató.
“¡Itaipú!, ¡Itaipú!,” volvieron a cantar en la tribuna, bajo un sol persistente y una temperatura de 27 grados. Así, la tribuna le recordaba al presidente que en su campaña había prometido renegociar las tarifas de las hidroeléctricas que comparte con Brasil y Argentina.
A continuación, Lugo habló del rumbo económico. “Necesariamente tenemos que apuntar a mejoras que otorguen mayor valor a la producción, encontrando una alternativa a la exportación de materia prima. Los empresarios tendrán nuestro más pleno respaldo. Una industria, una explotación agrícola concebida con parámetros de incidencia social y resguardo del ambiente, emprendimientos empresariales en otros campos como la comunicación, la banca, los servicios, tendrán un decidido acompañamiento del gobierno.”
No faltó la mención a los pueblos indígenas. Dijo que defenderá sus tierras y aplicará la ley para que “ningún blanco que negocie tierras indígenas tenga impunidad”.
También se acordó de los exiliados en Argentina. “¡Cuánto habrán cantado con Carlitos Gardel el ‘Volver’ de la nostalgia y cuántas veces no pudieron y tantas como no pudieron se arroparon de nuevo en el abrigo solidario de vuestro país, presidenta Cristina, y ésta es la histórica oportunidad de un ¡muchas gracias!”
En el tramo final de su discurso, Lugo les habló a los jóvenes. “Borraste de un boletazo la mala onda, ahora te pido que con tus acciones, con tu solidaridad y con tu estudio hagas un Paraguay más grande.”
Pasada la jura de los ministros, el acto formal llegó a su fin, pero en la plaza del Congreso nadie parecía darse cuenta. Nadie se movía, como si el peso de la historia los hubiera paralizado.
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