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Cuando salió el último de los mineros atrapados en la mina de Copiapó, el presidente Sebastián Piñera ya no pudo esconder la sonrisa. Desde ese momento, los medios internacionales lo colocaron como el principal ganador de la operación. Su popularidad se había venido desplomando desde que asumió en marzo al frente del Palacio de La Moneda. Ahora todo cambió.

El rescate de los mineros dejó mejor parado al presidente chileno que el trabajo por la reconstrucción de un país que vio sus cimientos sacudidos con el terremoto de principios de año. Las demoras en la entrega de ayuda a los damnificados y las críticas por un recurrente y excesivo protagonismo hicieron que su popularidad bajara al 45 por ciento. Dos sondeos indicaron que el porcentaje de apoyo social al gobernante había subido después del anuncio de que los mineros estaban atrapados pero con vida. Después vinieron las visitas a la mina y las teleconferencias con los trabajadores. El miércoles llenó a las víctimas, a sus familiares y a los socorristas de abrazos y agradecimientos. Una de las mejores imágenes (para la suya propia) fue el saludo con Luis Urzúa, el jefe de los mineros e hijo de un dirigente comunista asesinado por la dictadura pinochetista. Probablemente, con esa escena la popularidad de Piñera trepó como lo hizo el rating televisivo.

Sus virtudes, reconocidas por seguidores y adversarios, le jugaron siempre a favor y en contra. Sus íntimos lo apodan “La locomotora”. Quizá porque conjuga una tendencia hiperkinética y una capacidad de negociar sin pausa con mucha audacia. El político de 60 años nacido en Santiago siempre es comparado con el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. Como Il Cavaliere, es locuaz, dueño de un equipo de fútbol, propietario de canales de televisión y se sitúa a la derecha del espectro político. Aunque al mandatario chileno no se le conocieron romances extramaritales como los que inundaron a Berlusconi. En 1973, el mismo año del golpe que derrocó al presidente socialista Salvador Allende, Piñera se casó con Cecilia Morel Montes. Con la licenciada en Familia y Relaciones Humanas de la Universidad Mayor tuvo cuatro hijos y cuatro nietos.

Hay quienes le encuentran más parecidos con Nicolas Sarkozy. Cuando el economista chileno estaba en campaña, le pidió una reunión protocolar al mandatario francés y terminaron hablando por tres horas. Los dos gobernantes no responden a los cánones tradicionales de los sectores conservadores a los que representan. Piñera, que ya hace diez años venía advirtiendo que su único deseo era llegar a La Moneda, cuenta además en su haber con una extensa red de contactos empresariales, políticos y eclesiásticos.

Es el tercero de los seis hijos del matrimonio de José Piñera Carvallo y Magdalena Echenique Rojas. Integrantes de la familia Piñera alternaron como asesores o ministros de los últimos siete gobiernos trasandinos. El padre del presidente fue embajador ante las Naciones Unidas y, según algunos documentos desclasificados, ofició como agente de la CIA. Como si fuera poco, Piñera es uno de los 700 hombres más ricos del planeta. Amasó su fortuna a base de negocios bancarios y se estima que supera los dos mil millones de dólares. También fue controlador de la línea aérea LAN de Chile.

Para no perder tantos votos por izquierda, durante la campaña presidencial no se cansó de decir que si bien llegaba de la mano de la derecha chilena, él había votado en octubre de 1988 por el fin de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). Desde que asumió, se encontró con varios reclamos de los organismos de derechos humanos. Tuvo que decidir si aceptaba el indulto propuesto por la Iglesia Católica para los represores condenados. Finalmente, volvió a optar por el “No”, como aquella vez en 1988.