Viernes, 13 de mayo de 2011 | Hoy
EL MUNDO › UN CASO EJEMPLIFICADOR SOBRE LA IMPRESCRIPTIBILIDAD DE LOS CRíMENES DE LESA HUMANIDAD
El ucraniano (naturalizado estadounidense) Demjanjuk fue sentenciado a cinco años de prisión por ser considerado cómplice en el asesinato de por lo menos 27.900 prisioneros judíos en el campo de exterminio de Sobibor, en Polonia.
Por Cristián Elena
Desde Frankfurt
Como si quisiera ofrecer otro caso ejemplificador sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad, la Justicia alemana sentenció en el día de ayer al ucraniano (naturalizado estadounidense) John Demjanjuk a cinco años de prisión por considerarlo cómplice en el asesinato de por lo menos 27.900 prisioneros judíos en el campo de exterminio de Sobibor, en el sudeste de Polonia.
El caso Demjanjuk tiene especial relevancia, no sólo porque se trata de la primera sentencia para un colaborador no alemán de las temidas SS, sino porque el ex carcelero ya había sido juzgado y condenado a muerte en Israel en 1988. Aquella sentencia posteriormente fue apelada y revocada, ya que nuevos testimonios lo desligaban de las acusaciones que pesaban sobre él: había sido confundido con un guardia del campo de exterminio de Treblinka, a quien apodaban “Iván, el terrible”. Pero esta vez, el largo brazo de la Justicia lo alcanzó basándose en documentos que certifican que, antes de su exilio en Norteamérica, Demjanjuk había vivido en Feldafing, un pueblito de Baviera sobre el cual la Fiscalía de Munich tiene competencia jurídica.
Siguió un proceso de extradición que los abogados norteamericanos de Demjanjuk intentaron minar a partir del argumento de que su defendido no estaba en condiciones físicas de afrontar un juicio fuera de su país de residencia (los Estados Unidos, donde ya se le había retirado la ciudadanía americana por haber mentido sobre su pasado).
Al final del proceso judicial –que comenzó en noviembre de 2009– los jueces no mostraron duda alguna sobre la culpabilidad de Demjanjuk, señalándolo como “parte de la maquinaria de aniquilamiento” del régimen nazi. El tribunal también dio por probado el hecho de que, como prisionero de guerra, Demjanjuk había sido instruido en las SS en carácter de “auxiliar voluntario”, tal como consta en el elemento de prueba central del proceso: el carnet de identidad en el cual está registrada la destinación de Demjanjuk a Sobibor.
El fiscal de la causa, Hans-Joachim Lutz, se mostró satisfecho en declaraciones a la cadena televisiva ARD: “Creo que lo principal es que se haya comprobado que el acusado estuvo en Sobibor y cargó sobre sí un grado de culpa como partícipe en el aniquilamiento de las víctimas”. Uno de los argumentos de la defensa, en cambio, fue reprocharle al tribunal el haber centrado en una sola persona la culpa colectiva de todos los guardias de Sobibor, sobre lo cual Ulrich Busch, abogado defensor de Demjanjuk, declaró lacónico ante las cámaras que “esto es incompatible con nuestra Constitución”. Ese es precisamente el punto en el cual el tribunal puso el pie en un nuevo territorio jurídico, ya que si bien al acusado no se lo pudo inculpar de ningún hecho concreto (requisito que a menudo ha obstaculizado y llevado a la suspensión de otros procesos similares), los campos de exterminio de Sobibor, Treblinka y Belzec constituyen casos excepcionales, en tanto los judíos deportados allí iban a parar directamente a las cámaras de gas, a diferencia de los campos de concentración, donde primero eran obligados al trabajo esclavo.
Demjanjuk, quien –en una actitud similar a la de genocidas de otras latitudes– durante el juicio se negó a declarar y sobreactuó la precariedad de su salud, siguió impertérrito la lectura de la sentencia desde su silla de ruedas, enfundado en una parka verde y con anteojos oscuros que no hacían más que resaltar su gesto adusto. Entre los asistentes a las jornadas decisivas del proceso, se encontraban más de quince querellantes (muchos de ellos descendientes de las víctimas), cuyas emociones debieron hacer equilibrio entre la satisfacción por el acto de justicia y el estupor al recibir la noticia de que el tribunal dejaría en libertad a Demjanjuk hasta quedar firme la sentencia, argumentando la avanzada edad y la no existencia de peligro de fuga por parte del condenado.
Consultado por la televisión, Jules Schelvis, uno de los pocos sobrevivientes de Sobibor presentes en el juicio, resumió con la amargura quebrándole la voz: “El derecho ha triunfado, pero nosotros, los judíos en general, hemos perdido y eso es algo que nadie en el mundo puede reparar”.
A pocos días de haberse cumplido un nuevo aniversario de la capitulación de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, la Justicia de este país ha dado un nuevo paso en el proceso de elaboración jurídica de su pasado más negro. El hecho de que la fiscalía de Munich tenga bajo la lupa a otros ex colaboradores del régimen con un status similar al de Demjanjuk deja entrever que la sentencia dictada ayer podría disparar una serie de nuevos juicios.
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