Miércoles, 18 de mayo de 2011 | Hoy
EL MUNDO › EL CASO DE STRAUSS-KAHN CONFUNDE A LA OPINIóN PúBLICA FRANCESA, CUYA MAYORíA CREE QUE HUBO UN “COMPLOT”
Siempre ocupados en elaborar sesudas metáforas moralistas contra el director gerente del FMI, en condenar su gesto sin ocuparse de la víctima ni hurgar en los hechos presentes, los medios han protagonizado una caza de brujas.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Despistada y escéptica, la sociedad francesa seguía sumida en el impacto de las imágenes del director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, ante el Tribunal de Manhattan que le negó la libertad bajo fianza. Al día siguiente de su traslado a la cárcel de Rikers Island y a la espera del juicio que se inicia este viernes 20 de mayo, una encuesta de opinión realizada por CSA revela que para un 57 por ciento de los franceses Dominique Strauss-Kahn ha sido víctima de un “complot”. Por lo pronto, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, sacó una rápida conclusión del caso de agresión sexual que implica a Strauss-Khan, quien era, además, su rival más serio de cara a las elecciones presidenciales de 2012. Durante un desayuno con los miembros de su mayoría, Sarkozy recomendó “sangre fría”, “coraje”, “unidad” y “dignidad”. Luego, según una fuente que asistió a la reunión, Sarkozy sentenció que con este escándalo el Partido Socialista perdió de antemano una parte del combate presidencial, el moral, que es uno de los terrenos fructuosos de la izquierda. A su vez, Martine Aubry, la primera secretaria del PS, confirmó que el calendario de las primarias del PS no sería modificado sin adelantar si se presentaría o no a la contienda por la candidatura socialista.
La izquierda francesa estaba aún desconcertada. El horizonte está nublado, y no sólo para los socialistas. Los militantes del PS se sienten como si recién salieran de una ducha fría. El golpe es tanto más hondo cuanto que el escándalo Strauss-Khan rompe la configuración de una victoria segura de la llamada “segunda izquierda”, es decir, no ya de la izquierda socialista sino de la social democracia. El PS francés ha conservado la denominación “socialista”, pero en realidad es un recuerdo. Hace mucho que, sin asumirlo, el partido de Jean Jaurès se convirtió en un movimiento social demócrata. Dominique Strauss-Khan era el emblema ganador de esa transformación. La militancia socialista se siente perseguida por una maldición que descuaja la victoria cada vez que un candidato de la segunda izquierda está a las puertas del poder.
La ausencia de información concreta sobre lo ocurrido en la habitación 2806 del hotel Sofitel de Nueva York, la falta de desarrollo de los argumentos de la defensa y la casi nube que cubre todo lo que atañe a la mucama que acusa a Strauss-Kahn –ni siquiera se conoce su nombre con exactitud, ni su origen– tornan confusas las horas que pasan y ahondan el sentimiento de que hay muchos eslabones perdidos. La actitud descarada de los medios contribuye en mucho a ello. Un tufo de moralismo, alcahuetería tardía, decapitación y juicio severo hacia el sistema judicial norteamericano emanaban ayer de la prensa francesa. Siempre ocupados en elaborar sesudas metáforas moralistas contra el director gerente del FMI, en condenar su gesto sin ocuparse de la víctima ni hurgar en los hechos presentes, los medios han protagonizado una auténtica caza de brujas. Muchos periodistas confiesan públicamente que “sabían” de las inclinaciones sexuales persistentes del líder socialista. Sin embargo, nadie llena de contenido ese “sabíamos”. Sólo “sabían” y ese conocimiento anterior se acumula como una prueba más contra Dominique Strauss-Kahn. Los argumentos se comprimen rápidamente: editorialistas y comentaristas escriben que se sabía que Strauss-Khan tenía una vida sexual desenfrenada, que frecuentaba los llamados clubes “echangistes”, que era un seductor insistente, hasta pesado, que tenía amantes, que sus comportamientos eran “inapropiados”, “hostigadores”. El retrato que emerge en estos días es comprometedor. Sabían, pero el pacto de silencio y de connivencia entre medios y clase política prevaleció por encima de todo. Pero hoy, con el líder político entre las rejas, todos se acuerdan, acusan y hacen de sus crónicas un concurso de belleza moral.
A la par de estos comentarios se organizó una ofensiva contra los Estados Unidos porque se trató a Dominique Strauss-Kahn como un preso cualquiera. Al parecer, para muchos analistas, tendría que haber dos justicias, o dos maneras de exhibir la justicia: una para la gente cualquiera, donde se muestran las imágenes, otra para el poder, donde se ocultan en nombre de la presunción de inocencia y de la posición del acusado. Los medios reprochan la difusión de las imágenes de Strauss-Khan esposado, custodiado por dos policías, y luego ante el Tribunal de Manhattan. En Francia, la ley socialista sobre la presunción de inocencia prohíbe difundir imágenes degradantes de un acusado. Sin embargo, las imágenes provenían de Estados Unidos, pero fueron divulgadas hasta la obsesión por los medios franceses. Jean Daniel, director del semanario Le Nouvel Observateur, escribió ayer que, con el caso Strauss-Kahn, “hemos asistido a la organización mediática de una ejecución”. Daniel anota que “la suerte que la Justicia norteamericana le inflingió a Strauss-Kahn me hace pensar que el pueblo norteamericano y nosotros no pertenecemos a la misma civilización”. Es inobjetable que faltan muchos eslabones para explicar lo ocurrido, que sólo se conocen los términos de la acusación y no las pruebas. Sin embargo, los analistas franceses insisten en no ahondar en la búsqueda de la información y en presentarse como víctimas de lo que sabían y no dijeron y de los mecanismos perversos del sistema judicial norteamericano.
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