EL MUNDO › COMO FUE LA VERDADERA HISTORIA DEL RESCATE MAS SONADO EN IRAK

El falso rescate de la soldado Lynch

Fue la historia heroica más sonada de la guerra, pero tuvo poco de heroica. La soldado estadounidense Jessica Lynch fue rescatada de un hospital iraquí, pero nadie la vigilaba cuando estaba allí, nadie ignoraba su presencia y no hubo ningún iraquí que cruzara las líneas para informar sobre ella a los norteamericanos.

Por Guillermo Altares *
Desde Nasiriya (sur de Irak)

Cuando las fuerzas especiales estadounidenses entraron en el hospital de Nasiriya para rescatar a la soldado Jessica Lynch, todos los efectivos iraquíes habían abandonado el centro 14 horas antes. Lynch, que se ha convertido en un mito en Estados Unidos y sobre la que se está preparando una película para televisión, llegó malherida al empobrecido hospital de esta ciudad del sur de Irak, situada en la ribera del Eufrates. Permaneció durante una semana en la Unidad de Cuidados Intensivos de la primera planta, hasta la llegada de una decena de helicópteros y carros de combate.
“Cuando se produjo la operación estadounidense, ya no quedaba ningún soldado de guardia”, relata el doctor Riad Abdul Bari, de 41 años, uno de los cirujanos traumatólogos que atendió a la soldado. Su relato es corroborado por Ahmud Abdulá y Riad Alí, dos jóvenes enfermeros de la primera planta, por Sabah Jzaal, conductor de ambulancias, y por Saad Abdul Razak, de 47 años, subdirector del hospital, encargado de la administración, que estuvo detenido por los estadounidenses durante cuatro días.
El rescate duró entre tres y cuatro horas y se realizó sin disparar un solo tiro. Las fuerzas especiales utilizaron cargas huecas para volar algunas puertas, esposaron a unas cuatro personas –entre ellos al jefe de seguridad del centro, un civil desarmado– y sólo arrestaron a Razak. Se llevaron también los cadáveres de 10 soldados, nueve hombres y una mujer, que habían muerto durante la toma de Nasiriya, una de las batallas más cruentas de la invasión de Irak.
Jessica Lynch, de 19 años, llegó herida grave al hospital de esta ciudad –que por fuera parece un centro moderno pero cuyo interior padece tremendas carencias–, tras caer en una emboscada el 23 de marzo. Tenía un brazo y una pierna rotas. Sufría una herida en la cabeza y había perdido mucha sangre. “Tuvimos que hacerle una transfusión. Por suerte mi familia tiene el mismo grupo que ella, 0 positivo, y conseguimos la sangre. Su pulso era de 140 cuando llegó. Creó que le salvamos la vida”, señala Razak. “Nos podían haber fusilado pero era nuestro deber como musulmanes y nuestra obligación según la Convención de Ginebra”, agrega.
Según los testimonios recogidos en el hospital, la operación fue mucho menos espectacular de lo que se vendió desde el Pentágono. Los soldados que vigilaban a la soldado habían abandonado el centro a las 10 de la mañana ante el temor de que llegasen los estadounidenses. “No hubo ninguna resistencia. Aquí sólo había personal médico. Muchos se habían tirado al suelo y les pidieron que se levantasen y se comportasen de forma normal, como si no estuviesen allí”, dice Razak. El doctor Bari asegura que nadie resultó herido y que los soldados no dispararon un solo tiro en el interior del hospital.
“Con nosotros se encontraba bien y no tenía miedo”, relatan los enfermeros que se ocuparon de ella. “Nos parecía muy linda y muy agradable. Hablamos bastante con ella, aunque nuestro inglés es muy limitado”, explica Ahmud Abdulá. “Le preguntamos por qué había venido a Irak. Primero nos dijo que para conocer nuestro país y luego que estaba en el ejército para ganar dinero”, agrega Riad Alí. Al igual que los médicos, señalan que Lynch se encontraba bien cuando estaba con el personal del hospital, pero que tenía terror a los fedayines, fuerzas irregulares voluntarias, que vigilaron su habitación hasta unas horas antes del rescate. “Tenía miedo a que la gente de Saddam se la llevase, a la policía secreta”, relata Razak.
El hospital de Nasiriya, una extensa ciudad de 200.000 habitantes situada 375 kilómetros al sur de Bagdad, muestra la pobreza y lascarencias de 12 años de embargo, mucho más que los centros médicos de la capital. Ahora mismo carece de oxígeno. Tiene dos cuartos de baño por planta, encharcados e insalubres. Lynch, sin embargo, fue atendida en la mejor cama del centro, especial para la UCI. El lecho está en una habitación llena de polvo, con dos incubadoras utilizadas ahora para almacenar medicinas. Nadie en el hospital ha oído hablar de la película que se está preparando sobre la vida de la soldado. Tampoco conocen la historia del abogado que cruzó las líneas, jugándose la vida, para informar a los estadounidenses sobre la presencia de Lynch. “Todo el mundo en Nasiriya sabía que aquí estaba internada una estadounidense”, dice Razak.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Jessica Lynch, con las barras y estrellas.
 
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