EL MUNDO › LOS DESPLAZADOS VUELVEN A SUS CASAS

Esperanza renovada

 Por Kim Sengupta *

Jawhar al Adar experimentó la dureza en su vida en Gaza durante 90 años. “Estuve aquí durante la ocupación británica, la ocupación egipcia, luego los israelíes”, dijo. “La única que me perdí fue cuando vinieron los otomanos.” Huyó de su casa frente a la violencia del pasado y tuvo que hacerlo nuevamente cuando la guerra llegó a su pueblo de Al Tatra en el norte de la Franja de Gaza una vez más, obligándola a viajar tres horas a lomo de burro al refugio de una escuela. Trece miembros de su familia hacían el mismo trayecto, incluyendo su nieta de tres años, Reem: los conflictos a lo largo de las generaciones.

Esta semana, el ejército israelí dejó caer panfletos desde el aire, advirtiéndoles que se mudaran. “Por su seguridad les pedimos que evacúen sus casas inmediatamente y vayan al centro de la ciudad de Gaza.” “Fuimos a la ciudad de Gaza, pero hubo bombas desde la primera noche que llegamos. Siguió así, pensamos que habíamos llegado a otro lugar para que nos mataran”, dijo Amir Abu Halima, de 22 años. El y once parientes dejaron el campamento de la ONU al que habían ido, en cuanto oyeron que se había firmado un acuerdo. Encontraron que la mitad de una pared de su casa había desaparecido. “Había sido impactada por algo pesado. No había motivos para hacer eso, la tendremos que reparar”, dijo. La reconstrucción tendrá que hacerse con los escombros y cualquier otro material que puedan encontrar: el cemento, que era contrabandeado a Gaza porque los israelíes sostienen que puede ser usado con fines militares, es caro.

Ayer, en la primera mañana de paz, Adar estaba sentada al sol en una silla de plástico frente a la casa de la chacra de la familia, ahora adornada con agujeros de bala. “Les agradecemos a Alá y a todos lo que ayudaron a ponerle fin a la lucha. No queremos que este sufrimiento continúe”, dijo. “Rezaremos todos para que así sea.”

Durante la mañana, las familias de los pueblos a lo largo de la frontera norte de Gaza regresaron a sus hogares. Algunos se habían ido cuando las esquirlas y los misiles caían cerca de sus hogares, otros obedeciendo las advertencias israelíes lanzadas desde el aire.

El hogar de Munza Abu Halima no sufrió daños. Sin embargo, se enfrenta a otro problema: un campesino que también tiene el rango de mayor en Fatah, que anteriormente gobernaba Gaza. Abu Halima sabe demasiado bien que el último conflicto, y los términos del cese de fuego, ha aumentado el prestigio de Hamas y reducido el de su propia organización. “Hamas hizo bien esto. Hemos estado negociando durante más de 60 años con los israelíes y ¿qué hemos ganado? Todavía nos están bombardeando. La gente puede ver que se logra más con la resistencia”, afirmó. “Lo que necesitamos ahora es unidad, Hamas y Fatah deben unirse y presentar un frente fuerte para el mundo exterior.”

Hubo muchas marchas de unidad a través de la ciudad de Gaza en lo que ha sido declarado Día de la Victoria. Pero no cabe duda sobre quién tiene el mando. El consenso en las calles era que Hamas, al luchar y llegar a Tel Aviv con los cohetes, ha logrado concesiones que el primer ministro palestino, Mahmoud Abbas, no logró con las conversaciones. Ese era el mensaje que Ismail Haniyeh (foto), el primer ministro Hamas de Gaza, quería enfatizar al regresar de firmar el tratado en El Cairo.

“Nuestros valientes luchadores de la resistencia han cambiado las reglas del juego. Tenían el Corán en una mano y un fusil en la otra. La opción de invadir Gaza desapareció para siempre para los israelíes”, declaró. Culpo al gobierno de Ramalá, que buscó la justicia a través de las negociaciones. Fue la gente en las manifestaciones en Cisjordania la que mostró que está con nosotros en Gaza.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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