Sábado, 7 de diciembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › LA EMOTIVA REACCION DE LOS SUDAFRICANOS ANTE LA MUERTE DE MANDELA
Fue el centro de unidad nacional, el símbolo de que era posible tener un país multirracial y un ejemplo de entrega. Sin Mandela, Sudáfrica teme volver a las divisiones y también se esperanza en que su partida sea otra oportunidad de unirse como nación.
Las banderas ondearon ayer a media asta en toda Sudáfrica y cientos de miles de ciudadanos conmemoraron al fallecido Nelson Mandela con canciones, bailes, lágrimas y plegarias, tanto en municipios de negros como en acomodados barrios de blancos. Un día después de la muerte de Mandela, una camioneta negra tipo cuatro por cuatro, con el ataúd cubierto por una bandera sudafricana, abandonó la casa de Mandela poco después de la medianoche, escoltada por policías motorizados, para llevar el cuerpo a una morgue de Pretoria, donde será embalsamado. Muchos sudafricanos se enteraron de la muerte –anunciada la noche del jueves por Zuma en un mensaje televisivo– recién ayer al despertarse. Mucha gente se dirigió a residencias anteriores del líder, en la barriada nativa de Soweto y en el rico barrio blanco de Houghton, en Johannesburgo.
Sudáfrica comenzó ayer una especie de “duelo festivo” en honor de Mandela. Este curioso estilo puede palparse en Soweto como en Houghton, donde murió a los 95 años. Allí se soltó una decena de palomas, mientras una mujer se abrazaba con sus dos hijos en torno de una ofrenda floral. A los sudafricanos y turistas que habitualmente visitan la zona se sumaron además centenares de periodistas locales e internacionales y simpatizantes del partido de Mandela, el Congreso Nacional Africano (CNA), los que le imprimieron al lugar un color inusitado. Miembros de las juventudes del partido bailaron calle arriba y calle abajo durante toda la mañana, coreando también canciones de lucha contra el apartheid.
Los ciudadanos congregados en la zona, algunos de ellos vestidos con pijamas o envueltos en mantas y con velas encendidas, gritaban consignas a favor del Madiba, entonando el himno nacional de Sudáfrica y haciendo ondear las banderas. Los seguidores del ex presidente se acercaron para depositar flores, tarjetas o velas, y pidieron a todas las personas que llegaron a la zona que se unan al improvisado homenaje. Lo mismo ocurrió en la que fuera la casa de Mandela en la ciudad casi exclusivamente negra de Soweto, donde muchos cantaron y bailaron para celebrar su vida y legado.
Ayer a la mañana, mientras los sudafricanos se dirigían a trabajar, muchos expresaron su conmoción por la muerte de un hombre que fue un símbolo mundial de la reconciliación y la convivencia pacífica. “No va a ser bueno. Creo que Sudáfrica va a convertirse en un país más racista. La gente va a enfrentarse y van a perseguir a los extranjeros”, consideró Sharon Qubeka, de 28 años, una secretaria que vive en Tembisa. “Mandela era el único que mantenía las cosas unidas”, expresó.
“Me siento como si hubiera perdido a mi padre, alguien que había cuidado de mí. Ya como una persona negra sin conexiones, estás en desventaja”, subrayó Joseph Nkosi, guardia de seguridad. Y agregó, con un dejo de tristeza, que “sin el Madiba no voy a tener una oportunidad. Los ricos se harán más ricos y simplemente se olvidarán de nosotros. Los pobres no les importan. Nuestros políticos no son como Mandela”.
“Este debe ser un momento para unirnos como país, como consiguió que hiciéramos Mandela”, señaló en Soweto Andy Coetzee, un afrikaner (descendiente de colonos holandeses, alemanes y hugonotes), activista cultural y empresario del ocio que opera en Soweto. Coetzee no esconde su ilusión ante lo que considera “una oportunidad para volver a acercarnos”, y se pone “el primero” a disposición del empeño que en su día consiguió Mandela. “Uniendo de nuevo a la nación”, decía una colorida pancarta ubicada en una valla de Oxford Road, cerca de la residencia del Madiba –su título de la nación xhosa y un nombre muy común del ex presidente en su país– en Houghton.
El contraste entre estas dos zonas del gran Johannesburgo perfila la trayectoria de Mandela, que llegó pobre y sin apoyos a la gran ciudad y murió en uno de sus mejores barrios, venerado por Sudáfrica y el mundo entero. Pero da una idea de su figura el ambiente común de celebración de su legado con que se vive su muerte en escenarios tan dispares como los antiguos ghettos de Soweto y Alexandra y los lujosos suburbios de Sandton y Houghton, ambos en Johannesburgo.
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