Viernes, 1 de agosto de 2014 | Hoy
EL MUNDO › LOS PARAMéDICOS QUE TRABAJAN EN LA FRANJA
Los trabajadores de emergencia como Yusuf Abu Musahem se quejan de ser blancos de ataques. “Los israelíes no nos ven como el servicio de ambulancia, sino como Hamas. Están violando el derecho internacional.”
Por Kim Sengupta
Amr al Khadar utilizaba las pocas sorprendentes horas de calma para tratar de quitar el alquitrán de sus botas. Se le había formado un contorno perfecto en el calzado cuando se precipitó hacia un corralón de materiales en llamas después de un ataque con misiles en Shajaiya. La tarea se hizo especialmente difícil con una mano vendada que se le había quemado cuando removió un trozo de metal caliente para auxiliar a un hombre herido.
Habían sido horas de trabajo frenético después de un ataque con misiles en el mercado principal, que resultó con más de 150 heridos y 15 muertos. “Podrían haber sido muchos más muertos si los dos tanques de combustible que tenían en ese garaje hubieran estallado; por suerte sólo estalló el más pequeño”, dijo Khadar, de 34 años. “Había gente tirada en las calles. Dos de nosotros tuvimos que saltar por encima de ellos para llegar a los hombres en el garaje; de lo contrario, la gente allí se hubiera quemado viva. Fue terrible lo que pasó.”
Las personas que salieron de compras en los días de Eid al Fitr estaban sorprendidas. Hubo un cierto grado de tranquilidad, ya que el ejército israelí había declarado un alto el fuego humanitario de cuatro horas, una rara oportunidad para abastecerse. También existía la esperanza implícita de que un rayo, aunque hecho por el hombre, no caería dos veces en el mismo día. En las primeras horas de la mañana, la escuela primaria de Niñas Jabaliya, que estaba siendo utilizada como asilo de los refugiados, había sido atacada.
Costó la vida a 19 personas y hubo más de 100 heridos. Le siguió la condena internacional, con la ONU alegando que Israel pudo haber cometido crímenes de guerra. El ejército israelí insistió en que sus tropas estaban respondiendo a rondas de mortero desde cerca de la escuela. Y añadió que llevaría a cabo una investigación sobre lo ocurrido.
El servicio de ambulancia, después de haber estado ocupado con Jabaliya y los bombardeos cerca de Khan Younis, se estaba reagrupando. La mayoría de los heridos tuvieron que ser transportados a los hospitales por vehículos particulares y taxis. “Hemos utilizado todas las ambulancias que teníamos disponibles, que no son muchas”, reconoció Khadar. “Siempre hay problemas para conseguir combustible y los turnos eran cortos, porque algunos de los hombres, que vivían en diferentes ciudades, habían ido a casa para el Eid.” Khadar salió corriendo sin decirles a su esposa e hijos a dónde iba, una práctica que muchos en los servicios de emergencia adoptan para evitarles más preocupaciones: “Yo estaba parado al lado de una ambulancia que fue impactada por los soldados en Beit Hanoun y cometí el error de llamar a casa para decirles que estaba bien. Grave error, querían que volviera a casa de inmediato. Traté de explicarles que teníamos un trabajo que hacer, pero fue difícil”, dijo.
La mayoría de ellos han estado haciendo el trabajo sin recibir pago alguno, ya que son empleados del gobierno de Hamas en Gaza que está en bancarrota. Por el contrario, los empleados públicos contratados por Fatah reciben sus salarios, otro punto de la fricción interna entre las dos organizaciones palestinas.
Sentados en sus oficinas en el Hospital Europeo en Khan Younis, un grupo de paramédicos reflexionaba sobre otros problemas de ser empleados de Hamas. “Los israelíes nos tratan como enemigos, no nos ven como el servicio de ambulancia, sino como Hamas. Están violando el derecho internacional al hacer esto, pero sabemos que pueden hacer eso y salirse con la suya. Hemos llegado a aceptar que nos disparen”, dijo Yusuf Abu Musahem. A veces con consecuencias fatales; uno de sus colegas, Mohammed al Abdala, fue asesinado en Beit Hanoun la semana pasada.
El ejército israelí afirmó que los combatientes habían estado utilizando ambulancias para el transporte. Los paramédicos lo negaron con un tono de cansancio. “Siempre dicen eso, pero luego chequean las ambulancias de todos modos, si hay gente de la resistencia allí, la encontrarán”, dijo Abu Moussab. “Pero quizá piensan que todas las ambulancias están llevando a la resistencia, tal vez es por eso que nos disparan de forma rutinaria; nos niegan la entrada cuando vamos a recoger a los heridos.”
Sin embargo, a los paramédicos se les había permitido entrar parte del camino ese día en Abbasan. Habíamos sacado de casas destrozadas a personas que estaban muertas, o apenas con vida, después de haber estado atrapadas, heridas, durante días.
Los cadáveres eran llevados a la morgue del Hospital Europeo. La mayoría de ellos estaban mutilados por las esquirlas, en descomposición después de haber permanecido al sol. Los parientes que habían venido a recoger los cuerpos no podían identificarlos y muchos se fueron alterados. Zeinab al Haddad se aferró a su marido, con lágrimas rodando por las mejillas. “No puede ser él mi hermano, es un chico muy lindo”, y seguía sacudiendo la cabeza.
Observando a su alrededor, Hussein Mahmoud dijo: “Es muy difícil para ellos, por supuesto. Pero ellos ven esto una vez, o tal vez dos veces. Pero nosotros vemos esto todos los días. No podemos hablar con nuestras familias sobre esto; no hay nadie con quien podamos hablar realmente. Estoy seguro de que todos tenemos problemas psicológicos”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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