Viernes, 3 de octubre de 2014 | Hoy
EL MUNDO › MARINA SILVA Y AECIO NEVES PELEAN POR EL SEGUNDO LUGAR
Dilma Rousseff, pese a la fuerte carga de ataques a la que fue sometida no sólo por sus dos rivales, sino también por, prácticamente, todo el conglomerado mediático brasileño, recuperó terreno y llega favorita a los comicios del domingo.
Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
En Brasil, a 48 horas de que empiecen las elecciones generales que definirán quién será el próximo presidente y quiénes ocuparán las sillas de gobernador de 27 provincias, además de 531 escaños de diputados y un tercio del Senado (27 senadores), hay una tensión palpable en el aire. Y esa tensión alcanza niveles de descargas de electricidad cuando se observa la disputa –de resultados imprevisibles– alrededor del segundo lugar en el ballottage que, a estas alturas, parece prácticamente inevitable. Marina Silva, la evangélica y ambientalista, se enfrentará al neoliberal Aécio Neves en un combate, hasta hace tres semanas, impensable. En ese período, ella no hizo más que bajar en los sondeos y encuestas electorales, mientras Neves logró recuperar terreno y acercarse hasta un virtual empate técnico.
Pocas veces en la historia reciente del país se vio semejante disputa, muy similar a la que contó con Leonel Brizola, figura clave en la izquierda brasileña, y Lula da Silva, en 1989. Contados los votos, Lula conquistó, por menos de 0,5 por ciento de los votos, el derecho a disputar (y perder, de manera contundente) la segunda vuelta con Collor de Mello, primer presidente en perder su puesto por corrupción. Son muchos los brasileños que todavía se preguntan qué hubiera pasado si en aquella segunda vuelta Collor de Mello, un playboy sin escrúpulos, tuviese por delante no un Lula da Silva disminuido, sino el veterano y experimentado líder laborista.
Dilma Rousseff, pese a la fuerte carga de ataques a la que fue sometida no sólo por sus dos adversarios, sino también por prácticamente todo el conglomerado mediático brasileño, logró recuperar terreno y mantenerse como favorita. Marina Silva, que surgió como una ola fuerte que parecía transformarse en tsunami, llega a la recta final de la carrera reducida a un fenómeno de mucha espuma y poca agua. La figura mesiánica se deshizo gracias a su propia inconsistencia, a su propia incongruencia, pero también gracias a los durísimos ataques lanzados tanto por Dilma como por Aécio Neves. Su discurso vacío, más la prepotencia centralizadora que no logró ocultar tras su apariencia de beatífica fragilidad, crearon frustración en el electorado y disidencias serias dentro del partido que la abrigó. La que parecía como firme alternativa a doce años del PT en el poder se deshizo y perdió espacio para Aécio Neves.
El candidato del PSDB –Partido de la Social Democracia Brasileña, que de socialdemócrata tiene el nombre y nada más– tardó en reaccionar. Cuando lo hizo, fue mucho más en el vacío del desplome de Marina Silva que por méritos de su campaña. Llega a las vísperas del pleito electoral con posibilidades concretas de superar la figura de su adversaria, contando con fuerte respaldo de los medios de comunicación, igualmente desilusionados con Marina Silva.
De todo ese confuso y muy volátil escenario quedan pendientes varias dudas que no estarán claras antes del próximo lunes. Primero: si pasa Marina a la segunda vuelta, ¿contará con el respaldo de Aécio Neves y del PSDB? Y si ocurre a la inversa, ¿podrá Neves contar con el respaldo del Partido Socialista Brasileño, el PSB en que, pájaro oportunista, se anidó Marina Silva? Además de 142 millones de electores, esa duda ronda en la cabeza de los responsables de la estrategia de Dilma Rousseff. Hasta tardísima hora habrá algo de esperanza de que Dilma logre una improbable, aunque posible, victoria en la primera vuelta. Si se considera, en los sondeos, solamente la cantidad de votos válidos, le faltan a la actual mandataria nada más que escaso tres por ciento del electorado.
Hoy, viernes, y mañana, sábado, son horas decisivas para los tres candidatos que disputan la presidencia en condiciones reales (los demás no sumarán, juntos, más de un 4 por ciento del electorado). En las últimas cuatro semanas, Dilma subió en dos y luego se mantuvo estable en las otras dos con alrededor de 40 por ciento del total de votos (algo así como 47 por ciento de los votos válidos). Marina no hizo más que perder espacio. Y Aécio, que permaneció estacionado en las dos primeras semanas de esa etapa final, reaccionó con fuerza en las siguientes y llega ahora empatado con su rival más cercana. Si se recuerda que hace mes y medio Marina aparecía como favorita, por una diferencia de hasta diez puntos, frente a Dilma en la segunda y definitiva vuelta electoral se tendrá el tamaño aproximado (y la velocidad alucinada) de su desplome.
Más allá del desempeño electoral de los candidatos principales, conviene poner mucha atención en cómo será la formación del nuevo Congreso. El PMDB, partido-sombra, cuyo apetito voraz e insaciable lo ayuda a ser aliado de todo gobierno, no importa de cuál tendencia o ideología, seguirá siendo elemento clave de gobernabilidad para cualquier presidente. Poco o nada importan los medios –digamos– heterodoxos con que el partido practica lo que entiende por ética, moral, decencia y honestidad. Si el PT logra aumentar de manera sustancial su ya elevada bancada de diputados y senadores, podrá contrarrestar, al menos parcialmente, la furia de ambiciones de su principal aliado. Ya los otros dos –tanto el PSB que por ahora abriga a Marina, como el PSDB de Aécio Neves– seguirán subyugados. Por primera vez, una parte importante del electorado se ha dado cuenta de ese escenario. Y eso contribuyó aún más para la caída de Marina Silva.
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