EL MUNDO › EL PRIMER MINISTRO ISRAELí EXPULSó A DOS MINISTROS Y ANUNCIó UN ADELANTAMIENTO DE LAS ELECCIONES

Netanyahu patea el tablero político

El político de línea dura ordenó la salida de los ministros Lapid y Livni. Una ley que haría prevalecer el carácter judío del país sobre la naturaleza democrática terminó de socavar la estabilidad del gobierno.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, decidió pedir al Parlamento (Knesset) que disuelva la Legislatura y convoque elecciones anticipadas en medio de una crisis dentro de su coalición. Su dependencia de sus socios de ultraderecha lo empujó a pelearse con las facciones de centro, ordenando el cese de los ministros de Finanzas, Yair Lapid, y de Justicia, Tzipi Livni. Una ley que haría prevalecer el carácter judío del país sobre la naturaleza democrática terminó de socavar la poca estabilidad del gobierno.

Más temprano, Livni afirmó que las elecciones anticipadas en Israel (se daban por descontadas) servirán para reemplazar a un gobierno de “extremismo, voluntad de provocación y paranoia”. “Un gobierno –agregó– que no sabe combatir el terrorismo, apoyando al mismo tiempo sionismo y libertad.” Por su parte, Netanyahu le había respondido asegurando que Livni “pone partes de Israel una contra otra”.

Así Netanyahu pone fin a su tercer gobierno y empuja a Israel a elecciones anticipadas en marzo o abril. “Livni y Lapid han intentado sabotear mi gobierno. No toleraré más oposición desde dentro. Los ciudadanos merecen un gobierno nuevo, estable y amplio”, dijo Netanyahu durante una rueda de prensa que tuvo lugar en Jerusalén en la que leyó insistentes acusaciones contra ambos y confirmó que pedirá al Parlamento su disolución. Según el premier, ambos funcionarios torpedearon las tres políticas más importantes de su gobierno: luchar contra el programa nuclear de Irán, conseguir que los palestinos reconozcan a Israel como Estado judío y seguir construyendo en Jerusalén este, sitio que los palestinos reclaman como capital de su futuro Estado.

“Es difícil hacer todo lo que hay que hacer por el bienestar de los ciudadanos (israelíes) con esta coalición fragmentada”, agregó Netanyahu al anunciar que recomendará al Parlamento un proceso electoral lo antes posible. Según los medios locales, el Congreso estudiará hoy el proyecto de ley preliminar para su disolución y el lunes próximo estará aprobada la ley, con lo que pondrá fin a una de las dos legislaturas más cortas de la historia política israelí. Las elecciones se celebrarán en marzo próximo o, a más tardar, a principios de abril, pero sin que previsiblemente se resuelva el grave problema de gobernabilidad que afecta a Israel, según advierten algunos analistas.

El Likud de Netanyahu, que volvería a ganar, sólo obtendría 22 de los 120 escaños, según una encuesta de Canal 10, y requeriría alianzas con al menos otros cuatro partidos. El principal beneficiado sería el nacionalista religioso Naftali Bennet, líder del partido ultraderechista y procolono Hogar Judío, que subiría de sus actuales doce escaños a 17 y así podría convertirse en el principal socio en una futura coalición parlamentaria que se apoyaría también en los ultraortodoxos. Lapid, identificado con el laicismo, acusó ayer a Netanyahu de no tener en cuenta el interés nacional, de conducir al país a unas elecciones innecesarias que perjudicarán a la economía nacional y de destituirlo para aliarse con sus eternos rivales políticos.

De vencer, la próxima coalición de Netanyahu será mucho más derechista que la actual y quedará del todo supeditada a una serie de partidos nada propensos a lanzar un proceso de paz con los palestinos. En una entrevista televisada, Livni consideró ayer que el gobierno israelí ha quedado en manos de fanáticos extremistas y que, para evitarlo en el futuro gobierno, tanto su partido como el de Lapid –para el que el sondeo prevé un sonado desplome electoral– deberán plantearse la creación de un frente de unidad que abogue por la moderación en todo sentido. Se trata de una iniciativa, ya en marcha, para unificar sus partidos con el laborismo y tratar con ello de arrebatar el poder a la derecha nacionalista.

La variopinta coalición que gobierna Israel, formada por un abanico de partidos nacionalistas, de centro y de derecha, comenzó a hacer agua antes de la pasada guerra de Gaza, en julio y agosto, y desde hace meses los comentaristas afirmaban que 2015 sería un año electoral. Una serie de polémicas y disputadas leyes –entre ellas una para anular el IVA de la primera vivienda y otra para declarar Israel como Estado judío– acabaron por socavar la poca estabilidad del gobierno, a pesar de los intentos por evitarlo en los últimos dos días mediante una serie de encuentros personales de Netanyahu con Livni y Lapid.

“Ni siquiera ha tenido el valor de dejarme cesante cara a cara”, se lamentó Livni, que como Lapid consideró que con las dos reuniones Netanyahu sólo trataba de cubrirse las espaldas frente al electorado cuando, en realidad, es un irresponsable. “Livni es la última que puede acusarme de irresponsabilidad y Lapid ha fracasado en la dirección de la economía”, fueron algunas de las frases con las que el primer ministro anunció ayer la salida de los funcionarios y el acceso a unos comicios que la mayoría de los israelíes creen innecesarios. El 51 por ciento de los israelíes, según un sondeo, ni siquiera entienden qué es lo que provocó la crisis política o si es verdaderamente necesario acudir a unas elecciones que costarán más de 2000 millones de shekels (512 millones de dólares).

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Los ministros Lapid y Livni fueron acusados de oponerse a las políticas impulsadas por Netanyahu.
 
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