Miércoles, 31 de diciembre de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Emir Sader
Bastaba la normalización de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, que apuntan hacia el final del bloqueo, para que se movieran las piezas del tablero comercial y geopolítico en la región, con el puerto de Mariel pasando a jugar un rol estratégico. Mariel se volverá beneficiario de las nuevas olas del comercio en el mundo, que incluyen a China y a América latina como sus agentes más importantes.
Sin embargo, otros movimientos proyectan un nuevo dibujo de la geopolítica mundial en la región. El canal de Panamá había cambiado la configuración del mundo, cuando fue inaugurado hace poco más de un siglo. Estados Unidos ha retomado el proyecto fracasado y fallido de Francia de construir el canal y se cerró así una etapa del comercio mundial, abriéndose otra.
Antes del canal de Panamá, todo el comercio y la circulación entre el Atlántico y el Pacífico se hacía a través del Polo Sur, con todo lo que representaba en gasto de tiempo y de recursos. Así que al asumir el proyecto, Washington ha inducido la separación de Panamá de Colombia, para hacer nacer un país que existiera alrededor del canal, bajo tutela norteamericana, que hizo del canal un territorio suyo por cien años.
De esa forma surgió lo que los panameños llaman la “esquina del mundo”, la única vía de comunicación entre los dos océanos más importantes del mundo, conectando sus regiones de más peso en el orden mundial. Aunque EE.UU. demostrara la disposición de hacer con la zona del canal lo que hace hasta hoy con Guantánamo, prorrogando indefinidamente la ocupación, el líder nacionalista panameño Omar Torrijos exigió el cumplimiento del acuerdo y logró que el canal pasara al control del gobierno de Panamá, pero siempre con Washington jugando un rol de supervisión militar sobre la zona.
Conforme el comercio marítimo fue aumentando, así como la dimensión de las naves, el mismo canal de Panamá se fue mostrando insuficiente para dar cuenta de las comunicaciones marítimas entre los dos océanos. Hace ya cuatro años Panamá aprobó –en referéndum nacional– un proyecto de modernización del canal, prácticamente la construcción de otro canal –proyecto concluido por una empresa española, que debe ser inaugurado en el primer semestre del 2015, después de difíciles renegociaciones por el aumento de sus costos–.
Paralelamente se desarrolla un proyecto todavía más ambicioso en términos de comunicación marítima y de rediseño estratégico: la construcción de otro canal entre el Pacífico y el Atlántico, por Nicaragua. El proyecto, alentado por mucho tiempo, por la misma configuración geográfica de Nicaragua, un país con grandes lagos, que pueden ser aprovechados para la construcción del canal, finalmente empieza a concretarse.
La responsabilidad por la construcción y el financiamento es de un millonario chino y su empresa constructora. El proyecto fue elaborado en poco tiempo, quedó listo rápidamente, tuvo la aprobación del gobierno de Daniel Ortega, pero enfrenta dificultades en su implementación.
Por un lado, su construcción cambiará el destino de Nicaragua, que pasará a tener en el canal su principal instrumento de obtención de recursos económicos, con todo su movimiento, además de obras anexas como un nuevo aeropuerto, una zona de libre comercio, entre otras. Por otro lado, algunos movimientos populares se han levantado en contra del proyecto, por las consecuencias que acarreará su construcción. Sin un plan sobre los daños ambientales, sin siquiera empezar las negociaciones con los cerca de 30 mil campesinos que serán desplazados de sus tierras –apenas con la promesa del gobierno y de la empresa china de que tendrán una justa indemnización–, en el momento en que se debiera iniciar la construcción del canal, grandes movilizaciones en las zonas afectadas, pero también en la capital, Managua, han producido enfrentamientos con la policía y varias docenas de presos.
Un proyecto de esas dimensiones y proyección es puesto en práctica sin más medidas preventivas sobre los efectos que su construcción generará, generando hostilidades, en lugar del orgullo de poseer una obra de esa importancia. El gobierno puede seguir respondiendo a las movilizaciones con la policía, pero la ocupación por parte de campesinos de territorios donde debieran estar empezando las obras dificulta concretamente su inicio, obligando al gobierno a negociaciones inmediatas y difíciles con los campesinos, que dicen no aceptar indemnizaciones y querer mantener sus tierras.
La construcción del canal de Nicaragua tendrá muchas consecuencias, empezando por la ruptura del monopolio del canal de Panamá y de la tutela del monopolio de EE.UU. sobre la circulación marítima entre los dos océanos. Uniéndose al puerto de Mariel, va a facilitar el comercio que involucra a países en plena expansión política de sus influencias, así como expansión comercial, como son los casos de China y de Brasil. Representa también la presencia china en el corazón de América latina y el Caribe. Los cambios en el panorama internacional, que hicieron de los acuerdos de los Brics en Fortaleza, Brasil, en julio del 2014, el acontecimiento de política internacional más importante del año, encuentran expresión regional con la inauguración del puerto de Mariel y las obras para la construcción del canal de Nicaragua.
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