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El papa Francisco visitó ayer la isla griega de Lesbos donde almorzó con los refugiados del centro de acogida de Moria y regresó a Roma con 12 personas sirias como gesto solidario. Al ver la situación de los migrantes que atraviesan el mar Egeo, el pontífice reconoció que le dieron ganas de llorar después de lo que había visto.

La visita a Moria, el mayor campo de refugiados de Lesbos, se dio como promesa por parte del Papa de expresarle solidaridad y cercanía a los migrantes. En un viaje relámpago llegó junto al patriarca Bartolomé y al arzobispo de Atenas, Hieronymos, con el objetivo de atraer la atención del mundo. “He querido estar acá con ustedes. Quiero decirles que no están solos. En estas semanas y meses, sufrieron mucho en su búsqueda de una vida mejor”, saludó el pontífice a los más de 2500 refugiados que esperan una respuesta al derecho de asilo para poder entrar a Europa luego de haber cruzado el mar Egeo para escapar del hambre y de las guerras.

En una declaración que firmó junto a los líderes religiosos que lo acompañaron, Francisco pidió al mundo valentía para afrontar la crisis migratoria y manifestó su profunda preocupación por la situación trágica de los migrantes. “La opinión mundial no puede ignorar la colosal crisis humanitaria originada por la propagación de la violencia y del conflicto armado, por la persecución y el desplazamiento de minorías religiosas y étnicas, como también por despojar a familias de sus hogares, violentando su dignidad humana, sus libertades y derechos humanos fundamentales”, afirmaron los tres líderes.

Tras la visita, el Papa rezó para jamás olvidar a los migrantes que mueren en el mar tratando de alcanzar la isla griega y homenajeó a las víctimas con un minuto de silencio y una corona de laureles que arrojó al mar. “Dios de Misericordia, te pedimos por todos los hombres, mujeres y niños que han muerto después de haber dejado su tierra, buscando una vida mejor”, pidió.

Además, Francisco tuvo un histórico gesto de llevar a Roma a 12 personas sirias, entre ellas seis menores de edad cuyas casas fueron bombardeadas, que serán acogidas por el Vaticano. “Es una gota de agua en el mar, pero después de esta gota el mar no será el mismo. Un pequeño gesto. Pequeños gestos que debemos hacer todos los hombres para tenderle la mano a todos los que tienen necesidad”, afirmó el pontífice parafraseando a la Madre Teresa de Calcuta. “Fue una jornada muy fuerte. Fue una inspiración de un colaborador mío y acepté rápido”, enfatizó Francisco y aseguró que tienen todos los papeles en regla y su llegada se hizo en colaboración con los tres gobiernos: griego, italiano y del Vaticano. La hospitalidad inicial estará a cargo de la Comunidad Saint Egidio. “Entiendo ciertos temores, pero cerrar las fronteras no resuelve nada”, dijo el Papa.