EL MUNDO › COMO QUEDO JOHN KERRY DESPUES DEL ULTIMO CHOQUE CON BUSH
Ganó el debate, pero aún no el voto
Todas las mediciones señalaron a Kerry como triunfador del debate del miércoles, pero Bush todavía se mantiene en las encuestas.
Por Andrew Gumbel y David Usborne *
Desde Tempe, Arizona, y Nueva York
John Kerry emergió como claro ganador ayer del tercer y último debate con el presidente Bush, dando vigor al espíritu de la campaña en momentos en que busca establecer una ventaja clara en el liderazgo en los 18 días restantes de una elección norteamericana extraordinariamente reñida. Como en sus dos previos encuentros, el senador Kerry se encontró mucho más seguro en los temas de política, especialmente en temas de todos los días, como salud pública, empleo y seguridad social. Un montón de encuestas instantáneas le dieron la delantera por márgenes que iban desde uno hasta 14 puntos de ventaja. Sin embargo, y según un sondeo de tendencia en la intención de voto de Reuters/Zogby divulgado ayer, y que concluyó justo antes del tercer debate, Bush contaba un 46 por ciento frente al 45 por ciento acreditado a Kerry.
Desde su triunfo por knock-out en el primer debate en Miami dos semanas atrás, el contrincante demócrata ha ido remontando desde la retaguardia y puso la contienda de nuevo en un empate técnico. Ahora espera que los votantes indecisos sigan pasándose a su bando en cantidades suficientes para poner a estados peleados como Ohio, Pennsylvania y Florida firmemente en su columna, y con ellos a una inexpugnable mayoría en el colegio electoral. Sin embargo, no es seguro si el senador Kerry logrará alcanzar su objetivo sólo a partir de su fuerza en los debates o si aún tiene que hacer algún trabajo para lograr que los votantes empaticen con su patricia personalidad, ocasionalmente fría y remota. El presidente Bush habrá tenido problemas en responder las críticas de Kerry sobre su política interna –foco del debate en la Universidad estatal de Arizona–, pero puede hallar consuelo en el hecho de que fue su mejor actuación de los tres encuentros. Las malhumoradas, concisas y mecánicas respuestas que lo hundieron en el primer debate fueron reemplazadas por sonrisas y ocasionales arrebatos de humor, mostrándolo mucho más agradable. El presidente salió muy mal parado en los chequeos de información que se hicieron sobre sus dichos después del debate en las principales cadenas televisivas y en Internet, pero durante el debate mismo Bush no sufrió ningún golpe aplastante y no cometió ninguna gaffe evidente. Puede haberse beneficiado también de cierta sensación de fatiga del público frente a los debates, con la sensación de que la mayoría de la retórica ya se ha escuchado antes y que la dinámica básica de la carrera se mantiene sin cambios.
En una temporada de campaña condimentada por referencias al béisbol –asesores de imagen de ambos partidos dijeron a la prensa luego del debate que su hombre había tenido el mejor “cierre”–, el senador Kerry enfrenta un desafío no muy diferente al de su querido Boston Red Sox, cuyo último juego en el campeonato mundial ofreció una inflexible competencia por la atención nacional el miércoles a la noche.
La principal tarea que le resta al senador Kerry es ir más allá de las dudas y desilusión por la actuación del actual presidente, que él ha ayudado a propagar, y conseguir votantes que estén genuinamente entusiasmados con él. Estado tras estado, las encuestas muestran que los votantes indecisos no están aún listos para apostar por él, especialmente en un momento de guerra en el exterior, y ante el temor, que no ha cedido, por nuevos ataques de Al Qaida en su país. Los norteamericanos parecen estar preparándose para votar en avalancha en las elecciones del 2 de noviembre, un reflejo de las profundas pasiones que están incitando a seguidores de ambos candidatos en esta carrera y el resultado de frenéticos esfuerzos para persuadir a los ciudadanos de que se registren en los padrones electorales y vayan a votar. Con los plazos vencidos en la mayoría de los estados, hay fuerte evidencia de que el impulso en favor de que los ciudadanos se registren ha sido inusualmente efectivo. Los expertos predicen que la concurrencia electoral podría alcanzar el 60 por ciento, comparado al 54 por ciento en el 2000, y menos de la mitad en algunos años. Históricamente, cuanto mayor es la participación más se benefician los demócratas, pero no necesariamente será ése el caso esta vez. Republicanos y demócratas han sido igualmente militantes en el empeño de que la gente salga a votar.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Alicia B Nieva.