EL MUNDO › ESCENAS DEL TRIUNFO DE TABARE VAZQUEZ

El día en que Uruguay fue feliz

 Por Eugenia García

Por María Esther Gilio

El chico –catorce o quince años– empuja la silla de ruedas donde está sentada la abuela muy delgada, muy anciana y muy sonriente. El chico –envuelto en una bandera del Frente– sostiene un mate con la izquierda, mientas con la derecha maneja la silla.
–¿Y el resto de la familia?
–Llorando en un rincón. Votaron a Ramírez... bueno, Ramírez y Larrañaga.
–Vos no votaste, no tenés edad.
–No, pero llevé a votar a mi abuela y convencí a mi tío que iba a votar en blanco.
–¿Qué le dijiste?
–El dice que me quiere más que a un hijo. Y bueno me lo trabajé. Le dije que si no ganaba el Frente me iba a Italia.
–¿Ella es tu abuela?
–Sí, ella toda su vida votó al Frente.
–¡Carlitos, no! Yo cuando era joven votaba por Don Eugenio Gómez*; después que murió tu abuelo en 1966 voté por el FIDEL y después por el Frente –dice y se lleva ambas manos a los ojos.
–Está muy emocionada. Me parece.
–Yo le pedí a Dios que me dejara vivir este momento. Tengo 86 años. Dios me escuchó.

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Un grupo de muchachos y muchachas con las caras pintadas pasa bailando. Es difícil detenerlos. Hay que buscar las palabras que convencen... No existen. Detengo a una joven, la última de la cola, tomándola del brazo.
–¿Qué puedo decirle? Acabo de llegar de Durazno. Estoy loca de alegría. Me parece regio lo que pasa... estoy orgullosa de mi país. Sigo porque si pierdo a mis amigos, ¿qué hago?

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Dice llamarse José y ser colorado.
–¿Colorado? ¿Y qué está haciendo acá?
–Estoy con mi compañera que votó a Mujica y la acompaño.
–Qué solidario.
–La verdad... ¿quiere que le diga la verdad?
–¡Claro!
–Si ahora tocara votar de nuevo, votaba al Frente.
–Así nomás, en unas horas, cambió de preferencias.
–Me dio pena ver este partido mío tan en la desgracia. ¿Usted vio hablar de las ratas que disparan del buque que se hunde? Eso fue lo que me pasó. Uno no puede ser toda la vida de un partido y de un día al otro dejarlo caer como si nada.

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“¿Qué cree que va a pasar?”, le pregunto a la señora que agita una banderita sin salir del auto. “¿Qué espera de este gobierno?”
–Las varitas mágicas no existen. Como dijo Tabaré, “los que piensan que en pocos meses va a cambiar todo que no me voten”. Sé que lo que se pueda hacer, se va a hacer. Confío.

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Pareja de mediana edad con gorritos de tres colores y Coca-Cola en la mano.
–El, perdone, tengo la garganta seca de gritar, si no tomo unos tragos... ¿qué quiere saber?
–Cómo se sienten.
–Y, ya lo ve, más alegres que si hubiéramos sacado la grande. Si uno saca la grande está casi solo festejando. Este festejo es de todos. El país entero está alegre. Lleno de ilusiones. Por fin, por fin. Venga, venga con nosotros. Tome Coca-Cola.
–No, no tengo sed.
–Tome un trago... Es Coca-Cola con grapa. Hay que confraternizar.

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Dos carritos de basura vestido de fiesta pasan en fila india. Aunque tan flacos y melancólicos como siempre, los caballos tienen tantas escarapelas y flecos azul, rojo y blanco que parecen caballos estrella del Cirque du Soleil.
–¡Pero qué maravilla estos caballitos!
–Ellos saben que empieza el cambio. Usted se ríe, pero los caballos son más inteligentes que mucha gente. Mientras los vestíamos, este, que es el mío, me miraba con ojos contentos, ¿verdad Clarita?
Clarita –cuatro o cinco años– asoma la cabeza entre el guriserío amontonado en el carro: “Sí, yo lo vi. Se reía”.
–¿No le dije?

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Una señora de edad indefinible, alegría moderada y la ropa elegante de quienes usaron ropa elegante desde que nacieron, dice:
–Mire, a mí... Estoy contenta, claro, muy contenta. Lo único que me saca un poco la alegría es que no estén ni mi padre ni mi marido. Lo que habrían disfrutado. Mi padre era de... Frugoni. Mi marido, que era de Herrera, cuando Herrera murió se pasó a Wilson y cuando Wilson murió, al Frente, que ahora se llama Encuentro Wilsonista, no, Wilsonista no, Progresista, pero él no creía que el Frente iba a saber gobernar. Siempre decía “no saben todo, pero si no los dejan gobernar no pueden aprender”. ¿Usted cree que no van a saber gobernar? Porque él decía eso hace mucho, antes de que agarraran la intendencia. Yo le digo lo que me parece. Que lo más importante es que quieren hacer las cosas bien y son honestos. ¿Usted sabía que Tabaré es muy católico, que tiene un hijo cura?

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Pasan cantando y no quieren hablar. Sólo cantar y gritar.
–¡Qué ocurrencia andar preguntando en un momento así! Tenés que tener una cámara y filmar. No es momento para palabras.
–Es verdad, no es momento. Pero, ¿qué puedo hacer?
–Guardar el grabador y saltar como todo el mundo.

- - -

Son dos mujeres y están bailando alrededor de un banco en la placita Gomensoro. Espero que terminen y les pido que me cuenten qué sienten con lo que está pasando.
–¿No nos vio bailar?
–Sí.
–¿Bailar y cantar?
–Sí.
–Si nos vio ya sabe qué sentimos.

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En la misma plaza, un hombre, pensativo, mira hacia el mar. Está tan serio que pienso que no es del Frente. Pero a su lado –una mitad sobre el suelo y otra sobre el banco– hay una bandera azul, colorada y blanca. Le pregunto si le parece que perdió el Frente, ya que aunque parece haber ganado no hay resultados firmes.
–No, no. Ganamos. Sé que ganamos.
–¿Prefería haber perdido?
–Nooo, soy loco pero no tanto.
–Entonces...
–¿Usted sabe cómo van a tratar de jodernos en estos cinco meses que faltan? Va a ser duro. Van a hacer de todo. Desde llevarse el papel de las oficinas hasta romper las computadoras.
–Primero que no están solos, segundo, no son delincuentes.
–No, no son. Pero con la calentura que tienen... Dicen que Sanguinetti se va del país.

- - -

Un fotógrafo de pie sobre un banco en la plaza Libertad decidido a meter, a como dé lugar, toda la realidad en su máquina. Salta de un banco a otro, se empina en una verja y se agacha mientras dispara y dispara.
–¿Podrás meter tanta alegría en tu máquina?
–La alegría está, si ésta no falla... –dice mostrando la máquina–. Nunca creí que podría ver algo así. Los uruguayos se trasformaron en unos días. En cuanto supieron que podíamos ganar les nació un optimismo que no sé de dónde sale. Miro mi vida y me doy cuenta de hasta qué punto está atada a esto que hoy nos pasa. Tengo 57 años y siempre voté a la izquierda. Y aunque nunca estuve vinculado al MLN, tengo muertos cercanos, amigos, un cuñado. Tengo exilio y desexilio. Tengo hijas uruguayas y suecas. Pasé 40 años esperando el día de hoy. Siento que toda mi vida está teñida de esta espera. ¿Qué le puedo decir? Si digo que estoy contento no le digo nada. Es mucho más que eso. O muy distinto. No sé... quedé como el que cruzó a nado el Canal de la Mancha.

- - -

Dice que es psicóloga, del Frente desde que tiene 7 u 8 años y que si hubiera tenido que esperar un mes más, por el ballottage, iba a pedir que la internaran, porque su ansiedad ya le resultaba insoportable.
–Bueno, ahora nos toca gobernar y yo espero lo mejor. Sé que el país es muy pobre, que las dificultades son muchas y no se podrán hacer maravillas, pero espero que todo lo que se pueda hacer se haga. Que tal como lo han anunciado, empiecen por sacar del pozo a los que más han sufrido. Sean del color que sean, porque Tabaré no es sólo para los frenteamplistas, sino para todos los uruguayos. Somos mayoría, pero la democracia implica escuchar también otras voces. No somos los dueños de la verdad. Y otra cosa, el Frente ya no tiene aquella ideología donde todo combinaba. Hoy somos una enorme cantidad unida por la idea del bien común y la justicia. Hay que escuchar a quienes hoy se unieron al Frente. El Frente se popularizó y eso implica escuchar algunas cosas un poco diferentes. ¿Cuántos se sumaron después que se supo que Danilo Astori sería el ministro de Economía? Yo creo que muchos. No salgamos, entonces, a decir “se queda sólo tres meses”, porque o mentimos antes o mentimos ahora. Como dijo Fray Beto en Brasil: “¡Cuidado! Lula no es el resultado de una revolución sino de una elección”.

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Eran más de las nueve de la noche mientras atravesaba la ciudad en un taxi hacia La Teja**, hablaba con el taxista, que –rara excepción en ese gremio– no había votado al Frente.
–Voté a Larrañaga –dice–. Lo voté porque no había otro. No es malo pero tampoco muy bueno. Le falta calidad para presidente. Lacalle lo tapa, pero Lacalle cosechó muy mala fama. Si se hubiera postulado, pocos blancos lo hubieran votado.
–¿Stirling no le gusta?
–Para ministro no estaba mal. Fue bueno, pero para presidente no da. No atrae, no arrastra. No tiene...
–Carisma.
–Sí, eso mismo.
–¿Y Tabaré?
–Tabaré es como demasiado. No le creo.
–¿Cómo que no le cree?
–No, no creo que pueda hacer todo lo que promete. ¿Qué quiere que le diga? Pero toda esta gente –mire qué cantidad– le cree.

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Sí, era verdad, la gente que se nos atravesaba en el camino agitando banderas le creía. Habíamos entrado a La Teja, pero era casi imposible tomar Carlos María Ramírez. Autos, gente a pie, en bicicleta y en carro, formaban una masa que no estaba dispuesta a detenerse y hablar. Cuando se le preguntaba a uno, respondían cinco a la vez. O si no alguno me tomaba del brazo para que guardara el grabador y cantara o saltara. Se hizo evidente que quien no estuviera decidido a festejar debía abandonar los entornos de plaza Lafone. Guardé el grabador y por un rato festejé.

* Diputado del Partido Comunista en los años ’40.
** Barrio obrero donde nació Tabaré Vázquez.

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