SOCIEDAD
Diputados hizo una sesión en el hielo antártico de la base Marambio
Veinticinco diputados pasaron un día en la principal base
argentina en la Antártida por los cien años de presencia en
el continente. Un homenaje al general Leal, un precursor.
Por Eduardo Tagliaferro
Página/12
en la Antártida Argentina
La pista de tierra compactada aparece como una pincelada marrón entre tanto blanco. Los témpanos se mueven lentamente en el mar que rodea los edificios pintados de naranja. Una fila de hombres saltan alegres con sus brazos en alto. A corta distancia les pasa la panza del Hércules que retorna a base. Repetida, la postal forma parte del saludo con el que los pilotos despiden a la dotación de la base Marambio, una de las seis permanentes que la Argentina tiene en la Antártida. A bordo del avión que regresa, una delegación de 25 diputados nacionales entregó su homenaje a los cien años de presencia argentina ininterrumpida en el continente antártico. Con ellos viaja el general Jorge Edgardo Leal, fundador de la base Esperanza y jefe de la delegación, que en 1965 llegó al Polo Sur en una expedición terrestre.
Pocas horas antes, el titular de Marambio, vicecomodoro Rubén Lianza, había estado con pico y pala trabajando en la pista para permitir el aterrizaje. El buen tiempo y el deshielo exigen un cuidadoso mantenimiento. Fundada en octubre de 1969, la pista de Marambio es clave para el abastecimiento logístico de las bases argentinas y extranjeras del continente.
Una vez aterrizada y presidida por el porteño Jorge Argüello, la Comisión de Relaciones Exteriores respaldó varios proyectos de declaración en los que se reafirma el compromiso argentino en la Antártida. Luego de destacar la presencia del director nacional del Antártico, Mariano Memolli, de la rectora de la Universidad de Lanús, Ana Jaramillo, del historiador Ricardo Capdevilla y la del general Leal, entre otros, Argüello dio la palabra a los integrantes de la comisión. Su vicepresidente, el radical Federico Storani, resaltó que a pesar de la crisis y los sucesivos vaivenes políticos “la política hacia la Antártida tuvo el rasgo de política de Estado”. Luego de un repaso cronológico, se detuvo en que el Protocolo de Madrid “consagra la Antártida como reserva natural para la paz y la ciencia”. También se acordó del imperio británico, con lenguaje medido. No dio nombres propios, pero no hacía falta. “Sabemos que hay otras naciones en el mundo, en zona cercana, que otorgan licencias de pesca cuyo impacto sufrirá la Argentina”, dijo. El radicalismo parlamentario estaba representado por su titular, el catamarqueño Horacio Pernasetti el justicialismo, por la bonaerense Graciela Camaño.
En las segundas filas escuchaban altos jefes aeronáuticos y científicos. Entre ellos, Ricardo Casaux, biólogo del Conicet y del Instituto Antártico. Menudo, Casaux espera en Marambio para partir al refugio en el que continuará sus estudios sobre “aspectos reproductivos y alimenticios en predadores e ictiófagos (animales que se alimentan de peces)”. Lejos de las comodidades de una base, en el refugio, Casaux y dos colaboradores buscarán indicadores que les muestren cambios en las poblaciones de peces. Un estudio que los países más avanzados llevan adelante en barcos de alta mar y que a falta de recursos los argentinos realizan desde la costa. Casaux llegó por primera vez a la Antártida en el verano de 1985/86 y se quedó 14 meses. Con infinidad de publicaciones en revistas científicas del extranjero, Casaux sobrelleva con estoicismo el destrato de los magros sueldos oficiales.
Argentina comenzó a ocupar tierras antárticas en febrero de 1904, cuando compró la pequeña estación meteorológica y magnética de la isla Laurie en las Orcadas del Sur. La estación es la única base científica que funciona ininterrumpidamente desde hace cien años. El continente está bajo administración conjunta de los países firmantes del Tratado Antártico de 1959. “Sé que el Tratado es un paraguas que protege a los siete países que reclaman soberanía en la Antártida”, dijo Leal, luego de recibir el diploma con el que los diputados reconocieron su gesta. Visiblemente emocionado, el militar de 83 años no sólo demostró su optimismo, sino también que está pensando en el futuro. “El Tratado algún día va a desaparecer. Si la Argentina quiere solita defender sus territorios no podría”, advirtió. Invitó a los legisladores a concretar la unidad latinoamericana que “soñaron San Martín, Bolívar, Artigas, O’Higgins, Moreno”. Enseguida recibió el emocionado abrazo de Argüello, de Pernasetti, del socialista Eduardo Di Pollina, de Graciela Camaño.
Hay que apurar la vuelta. La penumbra viene acompañada de un fuerte descenso de temperatura y otras incertidumbres. Los aviadores todavía recuerdan cuando la delegación que acompañaba al entonces titular de la AFIP, Carlos Silvani, demoró su salida y tuvo que permanecer durante 16 días en la base. Dieciséis días de dura tormenta de nieve en los que desde la Rosada se reclamaba por la urgente vuelta del funcionario.
Antes de salir, los responsables de Marambio comparten con Argüello la suelta del globo Zonda, con el que testean las condiciones climáticas y también el comportamiento de la capa de ozono. El viento le juega una mala pasada al globo. No hay tiempo para un nuevo intento, la delegación emprende la vuelta. Los destacados en Marambio volverán a soltar el Zonda al día siguiente.
El Hércules carretea sobre los 1200 metros de pista. El destino es Río Gallegos. No lo sabrán, pero por unos minutos los diputados, funcionarios y periodistas que ocupan los asientos del avión militar serán conducidos por un piloto inglés. No le resulta extraño, ya que en Gran Bretaña pilotea un Hércules similar a éste. Junto a un piloto alemán, es la contrapartida de un intercambio militar que llevó a dos argentinos a Europa. La Antártida, territorio rico en recursos naturales, como petróleo, mercurio, krill y principal reservorio de agua potable, suele ser testigo de una cooperación que no se da en otras latitudes. ¿Podrán los limpios aires antárticos poner freno a la locura que viene del Norte?, es la principal duda que muchos miembros de esta histórica sesión en Marambio no logran responderse. La inmensidad, el desafío y la incertidumbre de la naturaleza lograron que un puñado de hombres, que habitualmente están en veredas opuestas, se encontraran detrás de un objetivo: una Argentina desconocida.