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LAS INVERSIONES CHINAS, LAS NEGOCIACIONES CON EL FONDO
Patlia sí, colonia no
Tras una semana de dimes y diretes se impone el sigilo. El
Gobierno sigue optimista y aconseja no devaluar la inversión china. El petróleo, la cosa negra, negra. Un
préstamo que no fue o que no cuajó, según los relatos. Breve historia sobre un operador del desembarco.
Predicciones sobre los italianos y nipones. Invocación contra el corto plazo.
Por Mario Wainfeld
“Yo hablo, hablo –dice Marco Polo a Kublai Kan–, pero el que me escucha recoge sólo las palabras que espera. Una es la descripción del mundo a la que prestas oídos benévolos, otra la que dará la vuelta de los corrillos de los descargadores y gondoleros de los muelles de mi casa el día de mi regreso, otra la que podría dictar a avanzada edad si cayera preso de piratas genoveses y me pusieran al cepo en la misma celda junto a un escritor de novelas de aventuras. Lo que comanda el relato no es la voz, es el oído.”
Italo Calvino.
Las ciudades invisibles.
“Cada país tiene la globalización que se merece.”
Aldo Ferrer
El cronista trepida antes de ponerse a hablar sobre las megainversiones chinas. Tras el cúmulo de versiones, relatos parciales, desmentidas de un tal Yang Yang cuyo nombre podría surgir de un cuento de Roberto Fontanarrosa, se imponen (de cajón) la prudencia y el sigilo, tan orientales ellos. La discusión ha quedado ladeada, puesta en un mal lugar que será la confrontación de los anuncios (que los habrá) con las fantasías, las hipótesis, las medias verdades, los números fastuosos mencionados con pedido de reserva de identidad.
“El Presidente está eufórico”, dice uno de sus confidentes con rango ministerial, cuando epiloga la semana, connotada por el debate acerca de las curiosas relaciones entre las voces y los oídos. La comunicación –lo sabía Marco Polo, precursor cronista de la China– contiene el enigma del receptor, sus modos de decodificar, de entender, de resignificar a la luz de sus criterios e intereses. El Gobierno, aunque le enfade la mención, comunica mal porque (embelesado con su hegemonía) sólo oye su propio relato, sin trabajar su relación con el complejísimo auditorio de una sociedad de masas como tantas, politizada y descreída como pocas.
Si el relato hubiera empezado por el principio, el Gobierno tendría casi todas por ganar en la arena mediática. Sus antagonistas, de buena o mala fe, predicaron en 2002 que no habría inversiones ni crecimiento. Los desmintió una fuerte corriente de inversiones nacionales, estabilidad, equilibrios fiscales y hasta se acumuló una caja descomunal. Luego la derecha predijo que esa era “plata del colchón”, pero que jamás recalarían en estas pampas inversiones extranjeras ni llegarían créditos del exterior, si no se salía del default entregando varias libras de carne. Si se confirma una corriente de inversiones chinas y un módico crédito otorgado por Corea se habilitaría un nuevo escenario, de menor aislamiento.
China es la segunda o tercera potencia mundial, en crecimiento. El océano Pacífico, que nunca fue mirado por la Argentina, será central en los años por venir, como lo fueran el Mediterráneo en la Antigüedad y el Atlántico en épocas más cercanas. Quizás haya que matizar algo esas referencias, pero establecer alguna relación con países del Lejano Oriente puede ser (si hay políticas nativas que así lo sustenten) un modo de propiciar el multilateralismo, de complejizar la relación con los arrogantes Estados Unidos de George W. Bush o los despectivos europeos diestros en el pillaje con las privatizadas de servicios.
En cuestión de horas se empezará a saber cuánto hubo de verdad y cuánto de fantasía en los esbozos de anuncios que propagó el Gobierno. Si, como aseguraban ayer mismo en despachos empinados de la Rosada, los anuncios son potentes, ese será un buen comienzo de la discusión. Cada país tiene la globalización que merece y también los socios o contrapartes que sabe generar. Establecer relaciones continuas e importantes con socios más grandes crea dificultades de libro, que pueden ser salvadas a condición de no ser ignoradas. La dependencia económica no es algo remoto a la experiencia de los argentinos, tampoco la vulnerabilidad a los vaivenes de otra economía o la entrega desaprensiva del patrimonio nacional. Los países grandes son, por naturaleza, arrolladores. Con toda lógica, aspiran a contrapartidas fastuosas de sus inversiones y si no se les ponen límites no es su falta sino la de los que están del otro lado del mostrador. Cuando se sepa qué vendrá, también habrá que ver qué se entrega, con qué salvaguardas, con qué apego a las leyes de control, con qué respeto a las reglas de la competencia.
Olo neglo:
Lo antedicho impone prudencia a la hora de predecir los anuncios de los próximos días. Sólo vale consignar, con las reservas del caso, que la energía sería uno de los núcleos de la relación por venir. Claro que China necesita, valga la paradoja, cantidades industriales de alimentos y que Argentina puede procurarle bastante. Pero esas materias primas tienen un mercado mundial relativamente homogéneo, que no habilita una relación especial. La energía, en cambio, es una necesidad evidente de un país que crece fenomenalmente y va por más. El gobierno chino, ya lo adelantó Página/12 hace meses, viene dialogando con Enarsa desde hace tiempo y su titular Ezequiel Espinoza hizo sus peregrinaciones a Beijing. Las asociaciones posibles aluden a la exploración offshore, una actividad costosa y de riesgo que ni Enarsa ni su aliada venezolana Pdvsa pueden costear en plenitud, explican cerca de Kirchner y de Espinosa. Claro que, aun teniendo resultados muy auspiciosos, China no puede conseguir petróleo suficiente para sus homéricas necesidades, pero todo suma, explican en el Gobierno. Lo que deberán reparar es que lo que para China puede ser un goterito para la Argentina puede implicar una porción importante de sus recursos estratégicos no renovables. Enarsa nació bajo un doble signo que será su sino: la auspiciosa reanudación de una política nacional energética y la sospecha referida a la discrecionalidad y falta de controles. Ambos factores deberán ser sopesados cuando se sepa de qué se trata.
Ojo con devaluar:
“No les baje el precio a las inversiones chinas –alecciona el inquilino de la Rosada que da cuenta del persistente buen humor de Kirchner–, los anuncios van a ser importantes. Cuando Rafael Bielsa llevó a Río de Janeiro propuestas vinculadas a ampliar la relación del Mercosur y sus aliados con China, no era una improvisación. Y los 100.000 millones destinados a América latina no fueron inventados desde acá sino mencionados por un funcionario chino de primer nivel, no como ese Yang Yang.” Lo mejor será esperar a que se vean las barajas.
En esa vigilia, contemos una intimidad palaciega. Cuando se abra el paquete habrá que mirar cómo cotizan las acciones de Ricardo Jaime, actual secretario de Transporte. Jaime es una rara avis dentro del actual gobierno. Vinculado a los empresarios del sector, fue funcionario durante anteriores gobiernos. Por esa trayectoria, por estilo y hasta por su atuendo (más cercano al noventismo que al estilo décontracté de los pingüinos), se distingue de los hombres del riñón de Kirchner. Pero cuenta con la confianza del Presidente (a quien conoció y trató cuando éste era gobernador de Santa Cruz) y es uno de los pocos secretarios de Estado con acceso fácil al cerrado despacho de Kir-chner. Como nota al pie, valga señalar que en el Ministerio de Planificación hay otro secretario que tiene línea directa y trato diario con el Presidente, sin mediaciones. Es el encargado de Obras Públicas, José Francisco López, un tucumano de nacimiento, santacruceño por adopción y migración interna que gerencia un área que le quita el sueño a Kirchner.
Pero volvamos a Jaime. Muchas voces en Palacio lo sindican como un importante negociador en las sombras del desembarco chino. Incluso se comenta que talló más en su urdimbre que Bielsa y el propio De Vido. A partir de ahí, los relatos divergen y mucho. Algunos lo describen como un vendedor de humo chino, un dudoso influyente, un operador comparable a aquellos que hace cosa de 30 años amañaron la fantasía de imponentes inversiones libias en nuestro país. Para otros, es una estrella en ascenso. Hagan juego.
Otro enigma que será peliagudo develar es el del (¿virtual?) préstamo de divisas por parte de Corea a Argentina para que ésta pagara todo o parte de su deuda con el Fondo Monetario Internacional. Página/12 escuchó a funcionarios importantes comentar que ese préstamo estaba en trámite y que lo frustró levantar la perdiz. “Nada debía saberse por ahora, había que dormir a los norteamericanos y no avisar nada mientras estuviera en trámite la oferta de canje de deuda. El secreto era esencial para cerrar trato y no avivar a los otros. Ahora todo se supo, el Departamento de Estado está advertido y el embajador Lino Gutiérrez nos hizo saber sus prevenciones”, explican los que cuentan que el intento existió.
Otros conspicuos funcionarios de alto nivel dicen que tamaño trámite no excede el rango de una alucinación.
Tal vez, con el tiempo se conozcan más datos, lo que no será sencillo a partir de las directivas de silencio que emitió Kirchner el viernes. Valga aclarar como contexto que, como informó este diario hace ya bastante tiempo, la hipótesis de “liberarse del FMI pagando”, seduce a Kirchner desde el punto de vista político. Forzada a pagar por su debilidad y por la necesidad de no convertirse en una paria internacional –comentó Kirchner más de una vez ante oídos confidentes–, es mejor cumplir de una buena vez para liberarse de las condicionalidades del FMI, que reputa aún más costosas que abonar la deuda. Pagando, se entusiasman algunos de los integrantes del ala romántica del oficialismo, se podría renunciar a integrar el organismo de crédito y aun a iniciarle algún juicio ante tribunales internacionales. Un viejo latinajo, solve et repete, alusivo a la facultad del deudor de un tributo injusto de pagarlo como precondiciónpara reclamar su devolución, se verbaliza en la Rosada y zonas de influencia, excitando imaginaciones.
Como fuera, por caminos bien distintos, nadie vaticina que Corea suministre el atajo y las divisas para emprender ese rumbo.
Contrarreloj:
La oferta de canje de la deuda privada sigue contrarreloj y con final abierto. El cumplimiento de los plazos previstos transita, reconocen los negociadores más avezados, por el filo de la navaja. “Estamos muy jugados, al límite”, pinta uno de ellos. El problema en ciernes es el advenimiento de las fiestas de fin de año, que en los países centrales son acompañadas de un par de semanas de pura holganza. El Gobierno ansía que el 29 de noviembre sea el día inicial a fin de tener un mes antes de los fastos de Navidad y Año Nuevo.
La propuesta, cuentan sus gestores, es muy enrevesada en su gestión. “Tuvimos que adecuar el diseño inicial, más sofisticado, a los límites de los sistemas informáticos de las comisiones de valores donde presentamos las oferta. Usted no va a creerlo, pero en Alemania el sistema informático es bastante primitivo.” Página/12 le cree y sigue escuchando. En Italia se presentó la oferta y los negociadores piensan que la respectiva comisión de valores podría llegar a habilitar su presentación al mercado. “Los banqueros italianos están en un brete, a tiro de reclamos por los cientos de miles de ahorristas a los que aconsejaron mal. Si hay una aceptación alta podrían empezar a salir del embrollo. Eso puede inducirlos a levantar los escollos para que la oferta se gestione en su país”, se pone optimista un funcionario argentino, quien tasa las chances de su pronóstico en un ecuménico “cincuenta por ciento”.
Japón, que venía haciendo gala de cerrazón y tozudez, hizo alguna señal a Argentina, enloqueciendo a los funcionarios de Economía que habían paralizado la traducción de los documentos respectivos, una tarea mucho más ardua de realizar y de chequear que volcarlos al inglés o al italiano. Desafiados a descifrar qué pasará en Japón, los argentinos (honestos quizá pero poco originales) reconocen que los nipones (nos) son inescrutables.
Los días definitivos se acercan y el optimismo oficial se tiñe de una cautela que no siempre engalana al Gobierno. “La propuesta terminó siendo un poco árida, hubiera sido mejor tener algún gancho adicional para la aceptación”, hace balance uno de sus gestores. Los conocedores dicen que hay un riesgo con los ahorristas chicos de papeles pintados: que ni vayan a suscribir la aceptación, mientras no tengan algún aliciente en efectivo. “¿Para qué moverse y cambiar de papeles si no hay plata ni para el colectivo?”, se interroga y deplora que “sólo” se haya adicionado un reconocimiento de intereses que allegará algunos dólares a los ahorristas que pacten el canje.
Mientras orejean el día “D”, Economía y la Rosada tienen un punto de fricción respecto de la futura negociación con el FMI. El G-7, el FMI, el Departamento del Tesoro y el del Estado bregan por aumentos de tarifas y nuevas negociaciones con las privatizadas. Economía es mucho más permeable que la Rosada a atender esos reclamos, cuanto menos a habilitar su discusión. Pero, por ahora, todo está frenado.
“¿Las tarifas?”, pregunta Página/12 a un íntimo de Lavagna. “Duermen.”
“¿Y la ley de marco regulatorio de las privatizadas?” “Coma profundo”, metaforiza el hombre, preocupado pero burlón.
En el Congreso hay diputados, kirchneristas incluidos, que quieren despertar a esa ley Bella Durmiente.
Allende dimes y diretes:
Allende sus dimes y diretes, el Gobierno sólo está a merced de su gestión. La (frustrante, errada, dispersa) manera en que propagó las inversiones chinas tiene su importancia pero será poco más que una anécdota cuando todo decante. Casi sin oposición, con un Congreso bastante disciplinado, con gobernadores que cada vez se alinean más con Kirchner (la semana que pasó registró declaraciones del entrerriano Jorge Busti y el sanjuanino José Luis Gioja en ese sentido), con internas irrisorias para las tradiciones locales, el oficialismo ocupa toda la cancha. Especulando apenas, esa falta de aliento rival en la nuca pudo tener su parte en los desaguisados mediáticos de estos días. “Las civilizaciones prosperan cuando tienen desafíos importantes, ya lo decía Toynbee”, comenta un empinado funcionario con lecturas clásicas, que los hay. Sin antagonista cualquiera se achancha, habla sin plan y después se enoja porque los oídos de los otros no reproducen su relato como él hubiese querido.
La comodidad, la relativa normalidad debería inducir al Gobierno a salirse de su pulsión por la coyuntura, que incide en su obsesión por lo que se publica en los diarios. En vía rápida hacia la segunda mitad de su mandato, el oficialismo debería valorar que no está en riesgo de knock out y que puede pensar en plazos más largos que los que hoy completan su imaginario. ¿Cuál es la política salarial del Gobierno, cuál la social, cuál la fiscal para la segunda mitad de su mandato, no para fin de año o para el verano 2005?
“Tenemos que pensar más en políticas y menos en medidas”, reflexiona autocrítico un integrante del gabinete. Si no hay una estrategia nacional de crecimiento, aun las inversiones más propicias reciclarán la tendencia a un país exportador de materias primas, con alta desigualdad y salarios mayoritariamente indignos. Si viene China, no está todo dicho hasta tanto no se sepa qué relación con China hemos decidido y sabido merecer.