EL MUNDO
Il Cavaliere frente al momento de decidir si ser o no ser gobierno
Silvio Berlusconi quedó ayer en Italia ante el dilema de recomponer su gabinete o llamar a nuevas elecciones, luego del retiro de la democracia cristiana tras el fiasco electoral de la semana pasada.
Por Enric González *
Desde Roma
Los democristianos cumplieron su amenaza y abandonaron ayer el gobierno de Silvio Berlusconi. La retirada dejó al líder de la centroderecha italiana ante dos opciones: o dimisión colectiva y formación de nuevo gabinete, siempre con Berlusconi como presidente, o convocatoria de elecciones anticipadas, en el caso de que los democristianos no garantizaran su apoyo. El líder conservador habló por primera vez de la posibilidad de renunciar. El presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, única autoridad institucional con poder para disolver el Parlamento, permanecía anoche a la espera de noticias en uno u otro sentido.
Berlusconi abandonó su despacho en el palacio Chigi poco antes de las 7.30 de la tarde y emprendió un paseo, seguido por una comitiva de periodistas y cámaras por las tiendas de antigüedades de la calle Coronari. Fue una forma de mostrar aplomo en una situación crítica, después de lanzar un ultimátum a los democristianos: “O vuelven, o vamos a elecciones”, dijo. Su gobierno estaba tocado de muerte y todas las soluciones eran traumáticas para Il Cavaliere. Había prometido mantener un mismo gabinete, con retoques secundarios, durante los cinco años de la legislatura (2001-’06) para resaltar la ruptura con las administraciones fugaces del pasado, pero esa estabilidad aparecía prácticamente imposible. El desplome electoral en las regionales del 4 de abril había sido un mazazo demasiado fuerte.
El secretario de la UDC (Unión de los Demócratas Cristianos y Demócratas de Centro), Marco Follini, vicepresidente del gobierno, basó en el resultado del 4 de abril su decisión de abandonar el gabinete junto a otros tres ministros (Rocco Buttiglione, Carlo Giovanardi y Mario Baccini), un viceministro y cinco subsecretarios. “Hemos perdido la confianza de los electores y lo peor que podemos hacer es disimular: hace falta un gobierno nuevo con un programa nuevo”, explicó Follini ante la dirección del partido. La moción de Follini incluía una garantía de apoyo parlamentario a la coalición berlusconiana y “el empeño de relanzar con más fuerza la victoria en 2006”. Sometida a votación, la propuesta de retirada fue apoyada por todos los presentes, medio centenar, menos uno, Carlo Giovanardi, ministro de Relaciones con el Parlamento. A la vista del resultado, Giovanardi se plegó a la decisión de la abrumadora mayoría y firmó como los demás la carta de dimisión.
En esos momentos, al mediodía, aún parecía posible cubrir las bajas de los democristianos (que no ocupaban ningún ministerio clave) con miembros de Forza Italia y Alianza Nacional y seguir adelante. Berlusconi convocó en su despacho de palacio Chigi a todos los líderes de la coalición, Follini incluido, a primeras horas de la tarde. Quería que se comprometieran a apoyar un programa común hasta el final de la legislatura (primavera de 2006, es decir dentro de un año) y garantizaran por escrito su apoyo parlamentario al gobierno. Cuando llegó a su residencia del palacio Grazioli para almorzar, Berlusconi bromeó con los periodistas: “No les va a ser fácil librarse de mí”, dijo. Agregó que se sentía “tranquilísimo”.
Pero Follini no asistió a la reunión de la tarde ni garantizó nada por escrito, y su ausencia colocó grandes interrogantes sobre la viabilidad del llamado “gobierno Berlusconi-bis”. Sin la seguridad de contar con los votos de UDC, la Casa de las Libertades, nombre oficial de la coalición, quedaba en situación precaria en el Parlamento. En la Cámara de Diputados, toda abstención de los 38 escaños democristianos dejaría a Berlusconi con una mayoría de un solo voto. En el Senado, la abstención de los 30 democristianos dejaría al bloque de centroderecha en minoría. “Si la UDC no firma el pacto de gobierno habrá que convocar elecciones anticipadas”, comentó Roberto Calderoli, delegado de la Liga Norte.
No estaban claras las razones de la negativa inicial democristiana, aunque se suponía que guardaban relación con la reforma constitucional federalista, rechazada por la militancia y los electores de todos los partidos italianos (incluida Alianza Nacional), menos Forza Italia y Liga Norte. El proyecto federalista, junto con la mala situación económica, era considerado uno de los factores que causaron la derrota de la centroderecha en las regionales.
Il Cavaliere no se daba anoche por vencido. Envió al Quirinal, sede de la presidencia de la República, a su “mano derecha”, Gianni Letta, subsecretario de la presidencia del Gobierno, para rogar a Ciampi un poco de margen hasta que se agotaran “las consultas en curso”. Berlusconi confiaba aún en que Follini suscribiera el pacto de gobierno y asegurara un mínimo de estabilidad a la administración, para llegar, si no hasta mayo de 2006, al menos hasta enero.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.