Jueves, 6 de abril de 2006 | Hoy
EL MUNDO › ORGANIZARAN NUEVAS MARCHAS SIN DESCARTAR “NINGUN TIPO DE ACCION”
El gobierno de Dominique de Villepin quedó más aislado ayer en su rígida defensa del plan Contrato Primer Empleo (CPE), cuando estudiantes y sindicalistas lo emplazaron a que lo retire para el 17 de este mes o vuelva a sufrir las marchas de protesta.
Los sindicatos y las organizaciones estudiantiles entablaron ayer en posición de fuerza las primeras negociaciones sobre el futuro del Contrato Primer Empleo. Antes del encuentro con un grupo de parlamentarios de la oficialista UMP, Unión por una Mayoría Popular liderada por el ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, la docena de sindicatos y movimientos marcaron el rumbo de la discusión que están dispuestos a contemplar. Mediante una declaración común, el frente de los 12 advirtió que “el objetivo de las organizaciones sindicales no es negociar puntos del CPE sino obtener su abrogación”. El texto, avalado por el Partido Socialista, plantea de hecho un ultimátum puesto que condiciona la apertura real del ciclo de discusiones a la abrogación de la ley antes del próximo 17 de abril.
Alentados por la fabulosa movilización del martes, cuando entre dos y tres millones de personas salieron a la calle a exigir el retiro del CPE, los estudiantes se expresan desde una fortaleza inexpugnable: la legitimidad ganada a lo largo de dos meses de bloqueos y manifestaciones les deja un amplio margen de maniobra. El “ciclón” anti CPE ha puesto al Ejecutivo en una configuración flotante. El poder del gobierno es una sombra que se diluye en beneficio de un segundo eje compuesto por las tropas parlamentarias de Nicolas Sarkozy. Si las organizaciones que impugnan el CPE se mantienen unidas, sus interlocutores de la mayoría gobernante están divididos entre los “abolicionistas”, que aceptan la idea de abrogar el CPE, y quienes se mantienen fieles a la línea fijada por el primer ministro Dominique de Villepin, es decir, mantenimiento del CPE con las dos modificaciones indicadas por el presidente Jacques Chirac. Ayer, los estudiantes se dieron el lujo de desafiar al poder. En caso de que la ley no se abrogue, el movimiento estudiantil afirmó que organizará nuevas movilizaciones sin descartar “ningún tipo de acción”. La espontánea convulsión del principio contra la flexibilización de la oferta laboral para los jóvenes de menos de 26 años se convirtió en un auténtico contrapoder social que decide acciones de una eficacia bien meditada. El colectivo síndico-estudiantil recomendó a los anti-CPE que este fin de semana se encuentren con los diputados de sus respectivas circunscripciones para mantener la demanda del retiro del CPE y que, luego, hagan pública las respuestas de los diputados.
Las primeras reuniones de ayer con los parlamentarios de la UMP fueron meramente exploratorias, pero no por ello carentes de interés. El secretario general del sindicato CFDT, François Chereque, reveló que los representantes del gobierno se limitaron a “escuchar”. Sin embargo, los tres jefes sindicales, CGT, CFDT y CFTC, dieron una imagen distinta de la reunión. La CFDT se mostró “optimista”, la CGT dijo que “todo está abierto”, mientras que la CFTC consideró que la situación estaba “bloqueada”. Está previsto que los encuentros prosigan este jueves sin que el contexto puntual haya variado. El presidente francés llamó a los sindicatos y grupos estudiantiles a negociar con un espíritu “constructivo”, pero sus palabras caen en oídos sordos. El desprestigio del jefe del Estado es radical, tanto como el de su primer ministro. Ayer circularon rumores acerca de una posible renuncia de Villepin. El gobierno sigue recitando su slogan de hace dos meses: diálogo, diálogo, diálogo. Los estudiantes presentan el mismo muro, cada vez más colectivo: manifestaciones, bloqueos de las universidades y liceos. Cuando más pasa el tiempo, más se resquebraja la imagen del poder. El panorama es tanto más paradójico cuanto que Francia está constituida en torno de un Estado muy fuerte, pero ahora da la impresión de navegar con una venda en los ojos. El presidente preside a último momento y el gobierno es víctima de sus divisiones y su obstinación. La guerra por la candidatura presidencial de la derecha no es ajena a lo que los socialistas han llamado “crisis de régimen”. Los disturbios en los suburbios del pasado mes de octubre habían instalado al primer ministro en el centro del escenario. Villepin apareció entonces con la estatura de un dirigente sólido. Los estudiantes lo desplazaron a los márgenes de la impopularidad y la burla. Sarkozy, por ahora, recoge la siembra de esos errores. Pero la salida a la crisis del CPE aún está lejos. Su solución, si interviene, esbozará la arquitectura electoral de los próximos meses.
Entre tanto, los estudiantes franceses habrán dado al mundo un conmovedor ejemplo de responsabilidad: frente a sí mismos y ante la sociedad en la que viven. En un mundo donde la flexibilización de todos los valores, de los derechos y las costosas conquistas sociales son la agenda de los gobiernos, los estudiantes del marzo francés han demostrado que la gran patronal no rige sólo según sus reglas el destino de tantos millones de personas. También demostraron que no hacen falta banderas rojas, retratos del Che o cantos revolucionarios para decir que la mejor utopía por la que se puede luchar es la de una sociedad cuya dignidad empieza cuando se sale a trabajar.
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