Sábado, 8 de abril de 2006 | Hoy
EL MUNDO › UN NUEVO ATAQUE AGRAVA EL PELIGRO DE GUERRA CIVIL EN IRAK
Unas 79 personas murieron y más de 160 fueron heridas cuando tres terroristas atacaron una mezquita chiíta en Bagdad.
Por Patrick Cockburn *
Desde Bagdad
Tres terroristas suicidas se disfrazaron de mujeres ayer y con explosivos escondidos bajo largas ropas negras mataron a 79 personas e hirieron a más de 160 cuando se hicieron detonar en una mezquita chiíta en la capital. Un terrorista pasó por el puesto de control de seguridad de las mujeres en la mezquita de Buratha en el norte de Bagdad y detonó los explosivos mientras los fieles se retiraban al final de la oración de los viernes. Otros dos kamikazes aprovecharon la confusión para detonarse apenas segundos más tarde, matando a la gente que trataba de escapar.
El ataque salvaje, el peor desde hace meses, se produjo exactamente en el tercer aniversario del derrocamiento de Saddam Hussein por los ejércitos estadounidenses y británicos el 9 de abril de 2003. En aquel momento se dijo que la guerra era para liberar a los iraquíes del temor, pero funcionarios iraquíes dijeron a este diario que por lo menos 100 personas resultan muertas en Bagdad todos los días. La matanza de musulmanes chiítas en la mezquita de Buratha probablemente conduzca a ataques de represalia contra los árabes sunnitas, cuya comunidad alberga a los fanáticos salafistas y jihadistas, que consideran a los chiítas como herejes. Desde las bombas en el santuario Al Askari en Samara el 22 de febrero, las milicias chiítas han tomado represalias siempre que matan a los suyos.
El bombardeo de la mezquita, un complejo religioso ligado al Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak, parece empujar a Irak directamente a la guerra civil entre los árabes sunnitas y chiítas. Jalal Eddin al Sagheer, el predicador de la mezquita Buratha, declaró: “Los chiítas son el blanco y es un acto sectario. No hay nada que justifique este acto, salvo el más negro odio sectario”. Los hombres gritaban de ira y temor mientras ponían a los cuerpos de los muertos en carretillas de madera para cargarlos en las ambulancias. “Este es un acto cobarde. Cada vez que veo estas escenas sangrientas, se me destroza el corazón”, dijo Jawwas Kathim, un bombero.
“Mi casa queda frente a la mezquita y cuando escuché la primera explosión corrí para asegurarme de que mi padre, que estaba orando ahí, estuviera a salvo”, dijo Naba Mohsin. “Cuando entré a la mezquita, hubo una segunda explosión y vi una gran ráfaga con llamas. Quiero saber si mi padre está vivo.”
Fue el peor atentado sectario en cuatro meses. El día anterior, un coche bomba había estallado cerca del santuario chiíta del Iman Ali en Najaf, matando a 13 personas. Sólo en marzo, el ejército de Estados Unidos dijo que 1313 personas habían muerto en ataques sectarios. Muchos cuerpos, enterrados en pozos o tirados al río, nunca se encontraron. La cifra real probablemente sea dos veces más alta. En todo el país, la gente huye mientras los sunnitas y los chiítas se fugan de sus respectivas áreas.
La formación de un gobierno de unidad nacional en Irak está siendo presentada ahora como un antídoto a la violencia. “Los terroristas aman un vacío”, dijo el secretario de Defensa británico, John Reid, citando su experiencia en el norte de Irlanda. Pero un funcionario iraquí hizo notar que “las tres comunidades principales –sunnitas, chiítas y kurdas– no se odian entre sí porque no tienen un gobierno sino que, más bien, no tienen un gobierno porque ya se odian entre sí”.
La coalición de los partidos religiosos, la Alianza Iraquí Unida, ganó casi la mitad de las bancas en el Parlamento de 275 miembros en las elecciones del 15 de diciembre pasado. Temen que Estados Unidos y Gran Bretaña traten de romper la coalición chiíta. Es por esto que han resistido los pedidos de que Ibrahim al Jaafari renuncie como primer ministro. Pero aun si se forma un gobierno de unidad nacional, controlará muy poco. El ejército y la policía reciben órdenes de los líderes de sus propias comunidades.
* De The Independent de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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