Miércoles, 15 de noviembre de 2006 | Hoy
A medida que se acercan las presidenciales del 2007, socialistas y conservadores afilan sus propuestas. Mientras el PS apuesta al debate y la transparencia, sus rivales cierran filas alrededor de su líder, el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy.
Por Eduardo Febbro
Desde París
La democracia francesa conoce esta semana dos elementos claves de las elecciones presidenciales del año que viene: el nombre del candidato que representará a los socialistas en abril y mayo de 2007 y el programa electoral de la derecha gobernante, la UMP. La cita más esperada es la de mañana, 16 de noviembre, cuando los 220 mil adherentes del Partido Socialista elijan a su candidato presidencial entre los tres postulantes: una mujer, Ségolène Royal, favorita de los sondeos de opinión a nivel nacional y de la interna socialista (37%), el ex primer ministro Laurent Fabius (11%) y el ex titular de la cartera de Economía Dominique Strauss-Kahn (27%).
Ségolène Royal, la candidata del llamado socialismo renovado, Laurent Fabius, el defensor de la tradición de izquierda del PS y Dominique Strauss-Kahn, representante de la socialdemocracia europeiza y reformista, llegan a la hora de la elección primaria al cabo de una campaña interna cuya naturaleza restauró la imagen del socialismo. Si bien no faltaron los golpes bajos y los montajes dudosos, en los grandes debates televisivos entre los tres postulantes y los encuentros múltiples con los militantes, Royal, Fabius y Strauss-Kahn expusieron, ideas que suscitaron un gran interés en la sociedad, incluso más allá de las filas socialistas. Un sondeo de opinión publicado ayer por el diario Liberation indica que 63% de la opinión pública estima que la derecha debería elegir su propio candidato según las modalidades adoptadas por el PS.
Incluso antes de que se conozca la identidad del candidato presidencial, el análisis detallado de los movimientos de opinión arroja un resultado muy positivo para el PS. François Miquel-Marty, director del instituto LH2 que actualiza los datos del Observatorio de la opinión, destaca que, en materia de imagen, el PS renovó la suya: “Para la opinión ya hay un claro ganador, que no es ni Ségolène Royal, ni Strauss-Kahn ni Laurent Fabius. Es el Partido Socialista”. De hecho, la elección propiamente dicha del candidato socialista concierne a 220 mil adherentes, pero el interés que suscitó la campaña interna implicó a 43% del electorado nacional. Los observadores franceses destacan que, antes mismo que haya comenzado la campaña oficial, el socialismo francés dio una lección de democracia al partido UMP. La formación dirigida por el ministro de Interior y, hasta ahora, candidato incuestionable de los conservadores, aparece más bien reducida a un círculo de fanáticos de Sarkozy que rehúsan todo debate ante la sociedad.
Las sucesivas confrontaciones con los dos adversarios internos debilitaron a Ségolène Royal, que perdió seis puntos a escala nacional. Sin embargo, ese debilitamiento en puntos se tradujo en refuerzo de su imagen de mujer con estatura de presidenciable al tiempo que dio más credibilidad colectiva a los socialistas. La elección del próximo jueves puede terminar de una manera: si uno de los tres se impone claramente no habrá segunda vuelta. En caso contrario, los militantes volverán a votar el próximo 23 de noviembre. Esa es la apuesta de Dominique Strauss-Kahn. El ex ministro de Economía aspira a obligar a Ségolène Royal a disputar una segunda vuelta en la cual la relación de fuerzas ya no sería la misma. La derecha también vive esta semana un momento decisivo. Ayer, la UMP dio a conocer su programa de 30 propuestas que deben ser validadas el próximo jueves por el consejo nacional de la UMP y aprobadas luego por sus 280 mil adherentes entre el 20 y el 26 de noviembre próximos. Resueltamente liberal, la plataforma de los conservadores tiene el mérito de la claridad y un perfil de ruptura fiel al enfoque de su candidato, Nicolas Sarkozy. Elaborada por un grupo de parlamentarios y el mismo partido, las 30 propuestas se desprenden de los resultados de 18 convenciones temáticas organizadas desde el año pasado. Basado en el principio según el cual “el trabajo crea el trabajo y el crecimiento”, el texto se fija una meta en total ruptura con la concepción francesa: “trabajar más para ganar más”. En un país regido por la norma de las 35 horas de trabajo semanal, este punto traduce el corte de inspiración liberal, tanto más cuanto que la plataforma hace de estos cambios el eje de la reintroducción de Francia en el mundo moderno. “Nuestra convicción radica en que Francia no puede esperar más. Podemos recuperarnos de nuestro atraso y ponernos a la hora del mundo.” Los redactores de la plataforma alegan que no buscan provocar una fractura de los ideales nacionales sino hacer con ellos otra cosa. Los dirigentes de la UMP defienden la necesidad de romper con las prácticas del pasado basándose en las cifras que muestran un país en retroceso. Así, por ejemplo, en los años ’80 Francia pasó de la sexta posición mundial a la decimoséptima en la lista de países clasificados por el PBI. La propuesta legislativa se articula en torno de cinco principios: “Mérito, justicia, responsabilidad, respeto y confianza”. Más allá del impacto que tenga en la opinión pública la elección del candidato socialista y en espera de que se conozca la plataforma del partido de la rosa, es lícito reconocer que la propuesta de la UMP seduce hoy a un gran segmento del electorado, inclusive el que antes votaba socialista. Las innumerables trabas administrativas que existen en Francia, la ausencia total de toda recompensa al mérito, la pesadez del sistema educativo, la aventura insondable que implica crear una empresa y el hecho de que existe una suerte de núcleo de privilegiados que se sirve del sistema para mantener sus prerrogativas han creado en la sociedad una fuerte sensación de hartazgo, una exasperación frente a un edificio dotado de nobles intenciones pero que impide las formas elementales del progreso. La ruptura encarnada por Nicolas Sarkozy se inscribe en esa corriente con una carta liberal.
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