Jueves, 30 de noviembre de 2006 | Hoy
Mientras republicanos y demócratas están cada vez más escépticos sobre la guerra, el gobierno –según un memorándum filtrado a la prensa– describe al premier iraquí como incapaz de lograr la estabilidad del país. Bush se reunirá hoy con Maliki.
Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
El presidente estadounidense, George W. Bush, llegó ayer a Amman para sostener un encuentro con el primer ministro iraquí, Nouri al Maliki, que fue postergado para hoy. El contexto de la reunión no es el mejor, ya que la estrategia de Washington en el país está deshaciéndose y la paciencia de los norteamericanos está exhausta al ver a sus tropas atrapadas en medio de lo que puede considerarse una guerra civil. El escenario político para el encuentro, del que será anfitrión el rey jordano Abdula porque la propia ciudad de Bagdad es considerada demasiado peligrosa, fue establecido ayer en términos muy claros por un memorándum de alto nivel del gobierno, que describe a Maliki como un líder ignorante o mentiroso, incapaz o no dispuesto a tomar las medidas necesarias para reinstaurar la estabilidad.
La filtración a The New York Times de un memorándum de cinco páginas escrito por el asesor de seguridad nacional Stephen Hadley fue casi deliberada. Parece ser la intención de la Casa Blanca dar señales de lo que la administración Bush espera que haga el gobierno iraquí y qué pasos podría seguir Estados Unidos para reforzar la autoridad del primer ministro –en quien Washington todavía confía a pesar de todo, según los funcionarios–. Pero el mensaje no declarado de la filtración es que el tiempo se está acabando. Tanto los republicanos como los demócratas concluyen cada vez más que Irak es una causa perdida y que ya no vale la pena pelear la guerra, mientras una comisión bipartidista presidida por el ex secretario de Estado James Baker prepara recomendaciones para una reforma en la estrategia norteamericana.
“Maliki me impactó como un líder que quiere ser fuerte, pero que tiene dificultades para encontrar la manera de serlo”, escribió el asesor Hadley. Sus intenciones “parecen buenas”, pero la realidad en las sangrientas calles de Bagdad sugiere que el primer ministro es “ignorante de lo que está pasando, tergiversa sus intenciones o sus capacidades no son suficientes para transformar sus buenas intenciones en acciones”. El rey Abdula –quien advirtió que la región está siendo absorbida por tres guerras civiles en el Líbano, Irak y los territorios palestinos– declaró que la estabilidad sólo regresaría a Irak cuando las fuerzas iraquíes tomen el control total de la seguridad del país.
La debilidad de Maliki fue subrayada duramente ayer cuando los parlamentarios y ministros leales al virulento clérigo chiíta antinorteamericano Moqtada al Sadr se fueron de la Asamblea y del gobierno al menos temporariamente, en protesta por la cumbre en Amman, diciendo que era “una provocación y que iba en contra de los deseos del pueblo iraquí”. El primer ministro, un chiíta, es dependiente del apoyo de Al Sadr –cuyo ejército Mehdi, dicen los observadores, es más potente que las fuerzas iraquíes bajo el mando del gobierno–.
En Washington abundaban los informes de una importante reorganización de la presencia de los 145.000 soldados en Irak. Más tropas serían enviadas a Bagdad, donde una reducción de la violencia es esencial si se pretende una estabilización del país. ABC News informó que las fuerzas norteamericanas podrían ser retiradas de la provincia Al Anbar, corazón de la resistencia sunnita donde 20.000 marines están enfrascados intentado contener a la insurgencia.
El Pentágono desmintió esos planes anoche. Pero otras unidades norteamericanas podrían ser trasladadas de áreas más pacíficas de Irak hacia la capital. El memorándum de Hadley se refería a un “vacío de cuatro brigadas” de las fuerzas requeridas en Bagdad, palabras que suponen un déficit de 15.000 o más tropas en la capital, dado que una brigada norteamericana consiste generalmente de por lo menos 3500 hombres.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Virginia Scardamaglia.
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