EL MUNDO › PARAGUAY, EN EMERGENCIA SANITARIA Y CRISIS POLITICA DEL GOBIERNO

Todos conocen a alguien con dengue

Pese a que el gobierno de Duarte Frutos desinformó sobre la gravedad de la epidemia, los paraguayos no hablan más que del dengue y sospechan que quienes lo padecen ya llegan a 140 mil.

 Por Darío Pignotti
Desde Asunción

Cargando una canasta de chipás en la cabeza, Edelmira se las ingenia para avanzar entre el gentío amontonado en el pasillo del colectivo que une el departamento de Alto Paraná, en el este paraguayo, con los de Caaguazú, Cordillera y el distrito Capital, oeste. La mujer no precisa promocionar los panecillos de harina de mandioca, recién hechos y protegidos por una manta blanca, impecable: la clientela se los saca de las manos por 1000 guaraníes (50 centavos). No se habla otra lengua que el guaraní ni de otro tema que el dengue, a bordo del micro tambaleante, donde casi todos los pasajeros son, igual que Edelmira, campesinos de poblados diseminados a lo largo de la ruta, una de las pocas vías de comunicación asfaltada en la que desembocan decenas de caminos vecinales de tierra colorada.

A pesar del cerco desinformativo montado por el gobierno, es imposible ocultar el avance de la “fiebre rompehuesos”, una afección “democrática” porque ataca sin distinción de clase. En la lista de víctimas famosas se cuenta una cocinera con más de 50 años en la televisión, que falleció debido a las secuelas de la enfermedad y 13 jugadores de la primera división del fútbol profesional, ninguna con riesgo de vida. Versiones desmentidas por las autoridades sostienen que hasta el hijo del presidente Nicanor Duarte Frutos, el joven Héctor, fue infectado por el mosquito Aedes aegypti.

El guaraní, indescifrable para cualquier extranjero, sobrevivió a la conquista española gracias a los jesuitas y en la actualidad es comprendido por 4 de cada 5 paraguayos. En la capital, Asunción, la mayoría es bilingüe, pero entre los trabajadores rurales, donde las tasas de analfabetismos son altas, muchos no hablan español.

“Se puede decir que casi 70 por ciento de los 6,5 millones de paraguayos todavía vive en zonas rurales o semirrurales, el campesinado sigue teniendo un peso muy importante, no hay que olvidarse de eso para que podamos entender mejor el problema de la miseria en el campo”, explica la investigadora Mirta Piris da Motta.

Algo menos críptico que el guaraní es el yopará, lengua en la que se cuelan palabras del castellano. Gracias a eso y a la ayuda de doña Edelmira, este cronista conoció la historia de Margarita, una mujer joven que casi todo el viaje permaneció con la mirada clavada en la ventanilla y su hijo de 4 años en brazos: Isaías es el menor de cinco hermanos y hace tres días que está afiebrado. Sin ningún puesto de salud próximo a su rancho en el departamento Cordillera, al que no llegan ni la luz ni el agua potable y temiendo que el niño haya contraído dengue, Margarita decidió dejar a su prole a cargo de la hija mayor de 13 años, y viajar hacia Asunción, donde nunca estuvo antes, para conseguir la atención médica.

El ómnibus se detiene en las paradas improvisadas para levantar nuevos pasajeros. Son unos pocos minutos en los que vendedores ofrecen sandwiches, frutas y la gaseosa “Pulp”, uno de los contados bienes de consumo producidos en un país dominado por el mercado negro, que ahora estaría “haciendo negocio con la falta de repelentes... dicen que están trayendo de contrabando el Off de Argentina” asegura un pasajero y ofrece un tereré hecho con yerba “Pajarito” que, comenta, “la hacemos en Paraguay”.

A pesar de la presión opositora, el presidente Nicanor Duarte Frutos, del Partido Colorado, evitó hasta último momento declarar la emergencia sanitaria, advertido de que la epidemia puede socavar sus ambiciones para las elecciones del año que viene y cuando todos los sondeos dan como favorito al ex obispo Fernando Lugo, de izquierda.

“Sospechamos que ya hay más de 140 mil infectados y no los 15 mil que dice el gobierno. Ese número se va a agravar con el comienzo de las clases y ahora no sé cómo podrán impedir que la epidemia tome proporciones incontrolable”, alerta a este diario Martín Almada, activista de derechos humanos. Almada solicitó a las Naciones Unidas el envío de un cuerpo de observadores “para que se sepa la magnitud del engaño que está siendo montado por este gobierno corrupto e irresponsable”. Para este activista, la amenaza de que el dengue paraguayo se “expanda a Argentina y Brasil, ahora que comienzan las clases, es enorme, por eso debe haber una auditoría externa para informar objetivamente de lo que está pasando acá y se tomen cartas en el asunto. Nos quieren engañar como a niños, pero acá todo se sabe, si usted pregunta en la calle, todo el mundo tiene un conocido, un vecino, un hijo enfermo. Hace dos horas mi secretaria pidió permiso para salir antes de la oficina porque le están avisando que su hermano murió de dengue”.

Edelmira parece a gusto en su rol de intérprete en el colectivo de la compañía San Luis, donde a la falta de aire acondicionado se agrega el alto volumen de un film de karatecas “made in Hong Kong”. Ahora que a su cesta no le quedan más chipás, Edelmira cuenta que “los de la primera fila son menonitas” y señala a un matrimonio joven, de aspecto caucásico, que subió a mitad de viaje, cargando un voluminoso bolso, de esos que se venden a un tercio de su precio en Ciudad del Este. “Son alemanes” completa la mujer.

Los colonos menonitas están en Paraguay desde 1927, pero fue en las últimas décadas cuando llegaron en gran número: en la actualidad hay 16.000. En 2006, 600 familias arribaron al departamento de Caazapá, dispuestos a invertir los 80 millones de euros, que en parte les fueron cedidos por el gobierno de Alemania, cuya influencia en Paraguay se remonta a los tiempos del dictador Alfredo Stroessner. Las inversiones germanas estarán en la agenda de Horst Kohler, que mañana arriba a Asunción donde será recibido por su colega Duarte Frutos.

“Los menonitas se fortalecieron mucho con este gobierno. Nicanor (Duarte Frutos) está muy ligado a ellos, es el primer presidente no católico del país, aunque nunca dice claramente que es protestante. Su mujer, Gloria Penayo, y el ministro de Hacienda Ernst Bergen, son menonitas practicantes, siempre se los ve en el templo del grupo religioso Raíces”, señala la profesora Piris da Motta.

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Los campesinos viajan a Asunción para tratar la enfermedad.
 
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