Sábado, 28 de abril de 2007 | Hoy
En un libro de próxima aparición, George Tenet dijo que no hubo un debate previo a la invasión.
La pelea de cómo el presidente Bush fue a la guerra contra Irak resurgió con una acusación de George Tenet, el ex director de la CIA, de que un círculo de altos funcionarios empujaron a Estados Unidos al conflicto sin un debate real sobre si Saddam Hussein realmente era una amenaza inminente para Estados Unidos. La airada acusación de Tenet a sus colegas es la primera de ese tipo de un miembro de alto rango que perteneciera antes al equipo de seguridad nacional, e inmediatamente fue refutado por la Casa Blanca.
“El presidente luchó con esas cuestiones muy serias”, dijo ayer un importante consejero de la Casa Blanca, Dan Bartlett. El ex jefe de la CIA, dijo secamente, aunque un “verdadero patriota” probablemente no era consciente de cuán intensamente había discutido el presidente el caso de la guerra, con Tony Blair y con otros aliados. Esa minimización probablemente no sea el fin del asunto, cuando Irak está en el centro del debate político aquí y Bush está determinado a vetar una medida del Congreso controlado por los demócratas, que une la financiación de emergencia de 124.000 millones de dólares para las guerras en Irak y Afganistán a una retirada en etapas de las tropas comenzando a fines de este año.
En un sentido la pelea sigue un patrón familiar en Washington, especialmente en el segundo período de una administración en dificultades, cuando los funcionarios que han perdido o bien sus argumentos o sus empleos tienden a ajustar con sus rivales, generalmente en las páginas de un best seller político. Así sucedió con Tenet, en su libro de 549 páginas titulado En el Centro de la Tormenta, que se publicará el lunes, pero cuyos extractos más jugosos aparecieron en la prensa estadounidense ayer. Esta vez, sin embargo, las consecuencias podrían resonar mucho más lejos, dado el desastre en que se ha convertido Irak y que Tenet está confirmando desde adentro lo que durante muchos tiempo sospecharon la mayoría de los de afuera.
“Nunca hubo un debate serio que yo haya sabido dentro de la administración sobre la inminencia de las amenazas iraquíes”, escribe. “Ni una discusión significativa” sobre si Saddam hubiera podido ser mantenido a raya sin una invasión. Esta última voluntad sólo fortifica la crítica de que Bush no le dio la suficiente oportunidad a la diplomacia, ni suficiente tiempo a los inspectores de armas de la ONU para establecer lo que después de la invasión rápidamente fue evidente: que Irak no tenía armas de destrucción masiva.
En cambio, Tenet describe a un pequeño grupo, centrado en el vicepresidente Dick Cheney y en el Pentágono de Donald Rumsfeld, que habían decidido que el régimen de Saddam Hussein debía ser derrocado, a los seis meses de los ataques terroristas de septiembre de 2001. Sus miembros incluyen el ex vice de Rumsfeld, Paul Wolfowitz, luchando ahora desesperadamente para mantener su puesto como presidente del Banco Mundial, y a Douglas Feith, el planificador de la alta política del Pentágono.
Está también claramente furioso por como Condoleezza Rice, entonces la consejera de seguridad nacional de Bush, lo convirtió en el chivo expiatorio por la debacle de las “16 palabras” que aparecieron en el discurso del Estado de la Unión en enero de 2003 del presidente, afirmando que Saddam había tratado de comprar uranio en Nigeria. La pelea hizo que su renuncia a mediados de 2004 fuera inevitable. Pero nada enfurece tanto a Tenet como el infame episodio “golpe de taquito”, en la reunión en la Casa Blanca en diciembre de 2002, tres meses antes de la invasión. En su libro de 2004, Plan de Ataque, Bob Woodward, del Washington Post, afirmó que Tenet había asegurado al presidente que la evidencia sobre que Saddam tenía armas de destrucción masiva era un “golpe de taquito”, algo seguro en el idioma del básquetbol.
Tenet ahora cree claramente que la filtración a Woodsar era otra trampa para endilgarle la responsabilidad a él y a la CIA. En su versión, murmuró las dos palabras con las que será por siempre asociado en referencia a la estrategia de mejorar la presentación pública de la evidencia, no a la fortaleza de la evidencia misma. Desde entonces, tanto Cheney como Rice han utilizado públicamente su declaración “slam dunk” para justificar su propia creencia de que Irak tenía tales armas. Para el director de la CIA, esa fue “lo más despreciable que escuché en mi vida”.
“Los hombres de honor no hacen esto” dice en una entrevista con el programa de CBS de mañana 60 minutos.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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