Jueves, 13 de septiembre de 2007 | Hoy
Renunció el presidente del partido y principal interlocutor con Zapatero. Se evitó la fractura con un acercamiento a la ETA.
Por Oscar Guisoni
desde Madrid
La larga crisis larvada que atravesaba el Partido Nacionalista Vasco en los últimos tiempos se saldó ayer con la renuncia de su presidente Josu Jon Imaz, un hombre caracterizado por sus posiciones moderadas y principal interlocutor de José Luis Rodríguez Zapatero con la formación que dirige los destinos del País Vasco desde hace un cuarto de siglo. Su alejamiento de la vida política es una contundente victoria para el sector más independentista del PNV liderado por Joseba Egibar, el hombre que hace cuatro años disputó con Imaz la presidencia del partido. Con su renuncia Imaz evita el creciente riesgo de fractura que había comenzado a atemorizar a los principales referentes de la histórica formación política vasca nacida a finales del siglo XIX. A la vez que sitúa al PNV más cerca de las posiciones políticas sustentadas por ETA, lo que provoca la alarma entre los dirigentes de los principales partidos políticos españoles. Las reacciones a la dimisión de Imaz no se hicieron esperar.
Horas después de que el dirigente vasco hiciera conocer su decisión enviando una carta a un grupo de medios de comunicación, tanto José Luis Rodríguez Zapatero como el principal líder de la oposición, Mariano Rajoy, salieron a responderle. Zapatero se mostró “perplejo” por lo ocurrido y reclamó “prudencia” a la hora de evaluar las consecuencias que esta decisión tendrá en el ya de por sí complicado panorama político vasco. Rajoy, por su parte, se limitó a afirmar que “el abandono de Imaz es malo para España”, a la vez que se manifestó preocupado por las derivaciones que el tema pueda llegar a tener en el futuro.
Y es que el mar de fondo que terminó por tragarse al moderado Josu Jon Imaz se había agitado mucho durante los últimos tiempos a causa de la propuesta del lehendakari (gobernador) vasco Juan José Ibarretxe, compañero de filas del PNV y uno de los principales sostenedores de las posiciones más radicales, de convocar a un referéndum popular para que los vascos decidan acerca de su futuro. Imaz creía que esta consulta, considerada ilegítima por el gobierno de Madrid, ya que la Constitución española sólo permite referéndum siempre y cuando los convoque el Parlamento nacional, no podía realizarse mientras siguiera existiendo el grupo separatista ETA.
“No se puede llamar a las urnas con muertos sobre la mesa”, afirmaba en cada oportunidad que le consultaban sobre este espinoso tema. Por su parte, Ibarretxe y Egibar, su principal contendiente interno, creían que no se podía limitar la agenda política por la sola presencia de ETA, y que darle la voz al pueblo vasco en un referéndum era un modo también de acabar con el argumento etarra del uso legítimo de la violencia para luchar por la independencia de la región.
El mandato de Imaz concluía a finales de este año y ya se veía venir una dura puja en el interior del partido que no se iba a jugar sólo por los nombres de los dirigentes en cuestión, sino por la postura que cada uno adoptara en torno a la cuestión de la consulta popular. A comienzos de mes, cuando el lehendakari Ibarretxe volvió a reflotar el tema, el gobierno socialista a través de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega advirtió de la inconstitucionalidad de la medida y de la inoportuna lectura política que ETA podía llegar a hacer de la propuesta.
Imaz publicó entonces una carta en la que repudiaba a los sectores de su partido que proponían enfrentar abiertamente el Estado español, en detrimento de la negociación política. Fue la gota que colmó el vaso. Tal y como el renunciante presidente del PNV suponía, su mensaje fue la excusa que encontraron los dirigentes medios del partido para dejarle en claro su apoyo o su rechazo a que siguiera siendo su presidente durante los próximos cuatro años. Al constatar que su posición era minoritaria, Imaz tomó la decisión de renunciar. Y la puso en acto ayer, después de que el lunes pasado la ejecutiva del partido decidiera promover el referéndum en el caso de que no fuera posible llegar a algún tipo de acuerdo previo entre todos los partidos políticos vascos acerca del futuro del país. El acuerdo –todo el mundo lo sabe– jamás podrá ser alcanzado por la dinámica del actual proceso político vasco, por lo cual la decisión de la ejecutiva ha sido leída como un llamamiento apenas encubierto al temido referéndum. Justo lo que Imaz no quería que ocurriera.
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