SOCIEDAD

Juicio a dos policías de trompada fácil en el boliche New York City

Dos ex patovicas del local bailable, ambos policías federales, están imputados por una golpiza brutal a un chico de 17 años en 2004. Los dos siguen en actividad y niegan las acusaciones.

 Por Carlos Rodríguez

“Nunca fui patovica (...) nunca le pegué a nadie.” Sentado ante los integrantes del Tribunal Oral 17, el cabo primero de la Policía Federal Fernando Javier Aner negó toda participación suya en la golpiza que Martín Torres Pereyra, de 17 años, recibió el sábado 26 de mayo de 2004 en la puerta de New York City, en el barrio porteño de Colegiales. Aner fue desmentido por varios testigos, entre ellos el “ticketero” –así se presentó– del boliche bailable, Antonio Vachetta, quien aseguró: “No tengo dudas de que fue él, porque no había otro en el lugar”, aludiendo a que el único custodio, esa noche, era el policía que está siendo juzgado por “lesiones graves”. A Torres Pereyra, que el mes próximo cumplirá 21 años y que ayer reconoció en Aner a su agresor, le tuvieron que hacer una operación para reconstruirle la vejiga, que estalló cuando el imputado le pegó un rodillazo en el bajo vientre. En la audiencia también es juzgado el agente de la Federal Héctor Galarza, a quien se le imputa no haber intervenido para evitar la agresión sufrida por Torres Pereyra.

“Aner era empleado de seguridad y estaba en la puerta, en el lugar donde los chicos entran”, precisó Vachetta, quien aseguró que trabaja y vive, en el mismo local de New York City, desde hace ya 27 años. El testigo desmintió lo dicho por Aner, quien aseguró que el 26 de mayo de 2004 era “la segunda vez” que iba al boliche y sólo para “saludar a un amigo”. Lo único que reconoció el policía es que estuvo en el lugar entre las 12 de la noche y las dos de la madrugada. El incidente ocurrió a la 1.30.

Torres Pereyra estuvo internado ocho días en el Hospital Pirovano y pasó otros diez postrado en su casa, con sondas. “Cuando lo tuve enfrente (se refiere a su encuentro de ayer con Aner) sentí impotencia y ansiedad porque se conozca la sentencia”, lo que ocurrirá la semana próxima. Aner podría recibir una pena de hasta seis años de cárcel, mientras que Galarza podría sufrir multa e inhabilitación para ocupar cargos públicos.

Aunque aseguró no tener nada que ver con el hecho, Aner admitió que al día siguiente se presentó espontáneamente en la comisaría 37ª, a cargo de la investigación. Admitió que, cuando lo vio, el comisario Torres, a cargo de la seccional, le comentó: “Vos te mandaste una tremenda cagada”. Igual siguió negando los cargos y acusó a Torres de incriminarlo porque “quería quedar bien con el Ministerio del Interior y que la 37ª fuera (ese año) la comisaría que mejor atendía a la gente”.

Galarza confirmó que Aner trabajaba en New York City, donde lo había visto varias veces, y que la noche del incidente los amigos de Torres Pereyra le dieron una precisa descripción del golpeador: “Era un hombre grandote, de pelo corto y con los dientes rotos”, datos que coinciden con la fisonomía de Aner, que mide 1,90 y tiene los dientes muy desparejos. El propio Galarza reconoció un comentario suyo ante los chicos: “El que pegó no es patovica, es un policía”, les dijo. El agente dijo que sabía que Aner era policía, aunque siempre lo vio vestido de civil. “Una vez nos cruzamos y me dijo: ‘Negro, yo soy poli’.” Es ilegal, en la ciudad de Buenos Aires, que un policía en actividad trabaje de patovica.

El testigo del día fue Antonio Vachetta, un hombre grande que, por la forma de hablar, parecía salido de una película de Gardel. Respetuoso, no quiso repetir lo que dijeron los amigos de Torres Pereyra sobre el golpeador. “Hay una dama presente”, se excusó. La jueza aludida tuvo que ayudarlo a terminar la frase: “A nuestro amigo le pegó un hijo de puta”.

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Torres Pereyra, que el mes próximo cumplirá 21 años, junto a su madre en Tribunales.
 
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