Sábado, 23 de febrero de 2008 | Hoy
EL MUNDO › EL SENADOR ACEPTARIA REUNIRSE CON RAUL SIN PRECONDICIONES
Por Antonio Caño *
Desde Dallas
Son ya 19 los debates que ambos han mantenido, más de 40 horas de discusión ante las pantallas de televisión, en varios canales, ante todo tipo de moderadores y de público, con las preguntas más sanguinarias y las más estúpidas. Han pasado revista a todo, desde las más remotas crisis internacionales hasta los más minuciosos detalles de su vida personal, hasta a discutir por primera vez la relación del país con Cuba. El próximo encuentro, que se celebrará el martes en Cleveland (Ohio), será el último entre Hillary Clinton y Barack Obama antes de las primarias del 4 de marzo. Si el joven senador gana esas elecciones, podría finalmente consagrarse como el favorito para conseguir la nominación demócrata.
El debate, en sí mismo, aportó pequeñas novedades en cuanto a los proyectos de los dos candidatos, de sobra conocidos y discutidos. Se habló de Cuba, con pequeñas diferencias entre ambos. La diferencia es que esto sucedía sólo dos días después de que Castro anunciase su renuncia como presidente cubano y en vísperas de que la isla elija a un sucesor. El anuncio de Castro reafirmó a Obama en su postura. “Esta oportunidad en la que Castro finalmente se aparte debemos aprovecharla. Me reuniría sin condiciones previas”, dijo el senador por Illinois. Obama insistió en la necesidad de relajar las restriciones que actualmente impone Estados Unidos a Cuba.
Clinton, por el contrario, se mantuvo firme en su posición de “experta”. “No me reuniría con el nuevo líder cubano hasta que haya pruebas de que el cambio está ocurriendo”, afirmó, haciéndose eco de la política seguida no sólo por el presidente George W. Bush, sino por los otros nueve máximos dirigentes que lo precedieron en la Casa Blanca.
El debate que tuvo lugar el jueves por la noche en la Universidad de Texas, en Austin, no sirvió para señalar a un claro favorito, pero dio una pauta sobre el estado de la situación: Obama dominó, Clinton se resistió a perder. Obama tuvo el control durante la mayor parte de la discusión, en ocasiones de forma contundente, con gran autoridad. Consiguió su mejor actuación de toda la temporada. Se lo vio más seguro de sí mismo que nunca, más sólido al hablar de política internacional y más convincente en su papel de presidente y comandante en jefe.
Clinton ya no pudo marcar diferencias en ese terreno de la experiencia y la solvencia personal. Tampoco funcionaron sus intentos de sembrar dudas sobre las dotes de Obama como orador. Incluso recibió los únicos abucheos al aludir a ese asunto. Hubo que esperar a los últimos segundos del debate para escuchar a la Clinton que conecta con el público. En ese final, cuando probablemente ella se veía a sí misma como la perdedora del debate, tuvo el único gesto auténtico de la noche. “En fin –dijo–, pase lo que pase, nosotros vamos a estar bien. Tenemos familias fuertes que nos apoyan. Ojalá pudiera decir lo mismo del resto de los norteamericanos. Ese es el tema que está verdaderamente en juego en estas elecciones.” Y dirigió una mirada cálida a Obama, que la correspondió con un sincero apretón de manos.
Ese momento, al que el público respondió con una ovación puesto en pie, podría ser tanto el de una afectuosa despedida de esta carrera como su regreso a ella. Los votantes de Ohio y Texas tienen la palabra el próximo día 4 de marzo. Si Clinton tiene aún posibilidades de ser candidata, ha de ser, tras lo visto en la Universidad de Texas, con actuaciones como esa, no con el aire de arrogancia con el que ha conducido hasta ahora esta campaña.
Ante un público con gran presencia de hispanos, ambos candidatos tuvieron que justificarse por el hecho de haber votado en su día en el Senado a favor del muro que Estados Unidos construye en la frontera con México. Lo hicieron como sólo el arte de la política permite: defendiendo su voto, criticando el muro y obteniendo aplausos por esa tremenda contradicción.
No mostraron diferencias apreciables sobre la incorporación del idioma español a la enseñanza. Tampoco respecto del seguro médico o cualquier otro asunto sustancial de sus programas. En realidad, la diferencia entre lo que ambos proponen no es muy apreciable. La diferencia radica en lo que cada uno de ellos quiere representar como presidente. Es más un problema de simbología, una función esencial de la presidencia de Estados Unidos. Y en ese terreno, Obama puede hacer época.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12
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