EL MUNDO

Espiaban a la prensa

 Por Ernesto Semán

No es que hasta ahora alguien se sintiera seguro hablando por teléfono, pero parte de la mini-primavera de Obama trajo consigo la confirmación de que la Agencia Nacional de Inteligencia (NSA) tuvo acceso a las comunicaciones de todo tipo dentro de los Estados Unidos, y que parte de su programa de vigilancia interna se enfocó en espiar las comunicaciones de medios y periodistas desde 2004.

Apenas 24 horas después de que asumiera Obama, Russel Tice –un funcionario de la NSA– confirmó en público que durante el gobierno de George W. Bush, un área especial de la agencia desarrolló un amplio programa de espionaje interno dirigido específicamente hacia la prensa. “En la mayoría de los casos era las 24 horas, todo el día, y no tenía nada que ver con el terrorismo. Uno podía haber estado en Kansas toda su vida sin haber hecho nunca una llamada al extranjero y aun así tener vigilancia permanente”, dijo Tice. El programa, creado tras los atentados del 11 de septiembre, “tenía tres facetas: 1) establecer los medios para controlar todas las comunicaciones existentes en Estados Unidos; 2) analizar la ‘meta-data’ para seleccionar un subgrupo más pequeño al que seguir, y 3) realizar un análisis de esos mensajes”. Los dos primeros pasos requirieron un despliegue informático novedoso, mientras que el tercero era la parte del seguimiento realizada por seres humanos.

La NSA depende de la Secretaría de Defensa, es uno de los organismos de Inteligencia más grande de Estados Unidos y su misión específica es recolectar información en el extranjero que sea relevante para la seguridad del país. El programa de espionaje interno de la NSA es ilegal bajo cualquier punto de vista, y viola el juramento de los funcionarios de la misma (“no espiarás dentro de los Estados Unidos si no es con una orden judicial”). Y aunque no fue exactamente una novedad, fue la primera confirmación pública del alcance del programa. Entre los periodistas más conocidos que tendrían sus comunicaciones intervenidas se encuentra la corresponsal de CNN Christiane Amanpour y el periodista del New Yorker Lawrence Wright, que escribe extensamente sobre el rol de los Estados Unidos en Afganistán y en Medio Oriente en general.

Tice también precisó el sentido de tanto despliegue y explicó que el mayor interés de sus superiores en la NSA no eran los periodistas sino, sobre todo, sus fuentes, de forma tal que la agencia se convirtió en poco tiempo en un arma de disciplinamiento interno de la gestión de Bush. “La NSA tiene mucha más capacidad de espionaje que lo que jamás se haya reconocido”, dijo Tice a lo largo de su raid por distintos medios de comunicación, un día después de la salida de Bush. “Hay información que puede dormir ahí por diez años, hasta que se conecta con otra y pone en marcha un nuevo proceso de investigación.”

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