Sábado, 10 de octubre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Ian Birrell *
Cuando Henry Kissinger fue electo para el Premio Nobel de la Paz en 1973, el humorista estadounidense Tom Lehrer declaró que la sátira política había muerto. Uno se pregunta qué diría hoy cuando el premio fue dado a un hombre que no ha hecho más que ofrecer la aspiración de lograr la paz. Y en un momento en que se está preguntando si enviar o no miles de tropas para unirse a una guerra cada vez más cuestionada.
El presidente Obama es un hombre profundamente admirable. Y los sabios de Oslo tienen razón en que ha fomentado un nuevo clima en la política internacional. Su énfasis en que las naciones trabajen juntas es un nuevo aire frente a los oscuros días de George Bush. Pero, ¿logró algo tangible hasta ahora?
Con suerte, el enfoque de Obama, paciente y conciliador, resolverá alguno de los muchos problemas que tiene por delante. Pero con sólo nueve meses en ejercicio, este premio es absurdo, combinando la incomodidad del presidente de Estados Unidos con un insulto a muchos candidatos más merecedores. Los candidatos de este año incluían a la Coalición Cluster Munition, que tuvo un rol central en conseguir el año pasado que casi 100 países acordaran un tratado para prohibir las bombas racimo; Morgan Tsvangirai, que luchó tan valientemente por la democracia en Zimbabwe y muchos más. Cualquiera de ellos habría sido un ganador más merecedor.
En cambio, los cinco jueces eligieron a Obama por su “visión” de un mundo sin energía nuclear. La visión es fácil. Lamentablemente, la situación en Irán muestra que es más difícil convertir los sueños en realidad. También fue elogiado por sus esfuerzos por fortalecer la cooperación en el mundo. Se les puede dar a los niños de escuela premios por su esfuerzo, pero no parece el barómetro correcto para algo que supuestamente es el premio mundial más prestigioso por la paz.
Por supuesto, es fácil burlarse de la idea de un premio de paz creado por un fabricante de armas. Y hubo muchos ganadores discutibles (aunque por fortuna las nominaciones de Adolf Hitler y Josef Stalin fueron rechazadas). En general el premio lo han recibido buenos tipos. Es, o bien el último honor para héroes genuinos, como Nelson Mandela, Lech Walesa, Elie Wiesel y Aung San Suu Kyi, o sirve para poner en el candelero a figuras menos conocidas que merecen el aplauso del mundo, como el pionero del microcrédito Muhamad Yunus, o el ecologista de Kenia Wangari Maathai.
El presidente Obama fue humilde y elocuente en su respuesta ayer. Pero debió rechazar el premio, diciendo que se sentía halagado y que aunque apreciaba la motivación, todavía no merecía tal distinción. Un día podrá ser un ganador valioso. Pero no hoy.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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