EL MUNDO › COMO SE VIVIO EL ATENTADO ENTRE LOS ITALIANOS
Un dolor contra Berlusconi
Por Enric González *
Desde Roma
El atentado de Nasiriya sumió a los italianos en una conmoción profunda. Y reabrió las heridas sociales causadas por una guerra impopular. El presidente del gobierno, Silvio Berlusconi, compareció ante las dos Cámaras del Parlamento para expresar su dolor y prometer que sus tropas seguirían en Irak: “Ninguna intimidación nos apartará de nuestra voluntad de ayudar”, dijo. Massimo d’Alema, como principal dirigente de oposición, habló en cambio de la necesidad de replantearse la presencia militar en territorio iraquí, una vez que concluyera el duelo oficial por la tragedia.
El gobierno pidió una y otra vez que el país permaneciera unido, mientras las emisoras de televisión cancelaban su programación y se dedicaban exclusivamente a informar sobre una jornada difícilmente olvidable. Hubo unidad absoluta en el dolor. La lista de muertos, que ascendía a 18 a primera hora de la noche, pesaba en todas las regiones italianas. Se percibieron de inmediato, sin embargo, las primeras señales de un debate largo y tenso. Más del 70 por ciento de los italianos se opusieron a la guerra en Irak. El envío de tropas, aprobado cinco meses atrás por el Parlamento con los votos en contra de toda la oposición, no resultó especialmente conflictivo mientras la misión, denominada “Antigua Babilonia”, se desarrolló en un ambiente pacífico. El destacamento italiano, de casi 2000 efectivos, era bien considerado por la población iraquí de la región que circundaba Nasiriya. Las cosas cambiaron ayer. Todo el país comprendió que la de Irak era una posguerra más sangrienta que la de Afganistán o los Balcanes.
El presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, que se disponía a viajar a Washington, asumió su función institucional y expresó en un mensaje el dolor de toda Italia. Recordó también que los “carabinieri” y los otros cuerpos del ejército cumplían en Irak “una misión de ayuda, de reconstrucción, aprobada por el Parlamento”.
Berlusconi habló también de la “misión humanitaria y de libertad” que cumplían los 18 fallecidos y sus compañeros. El ataque “era de temer”, dijo. “Pero era nuestro deber estar ahí, y lo hemos cumplido. Ninguna intimidación –añadió– nos apartará de nuestra voluntad de ayudar.” El mensaje de firmeza no ocultó por completo la inquietud de la administración conservadora. El ministro de Defensa, Antonio Martino, que anunció que viajaría hoy mismo a Nasiriya, habló de la necesidad de “acelerar al máximo” la devolución de la soberanía a los iraquíes, en referencia indirecta a su deseo de retirar las tropas lo antes posible.
Massimo d’Alema, portavoz de los Demócratas de Izquierda, recordó que nunca, desde la Segunda Guerra Mundial, había sufrido el ejército italiano una jornada tan negra. “Si nosotros hubiéramos estado en el gobierno, esos soldados no habrían estado en Irak”, declaró. “No sería razonable ni digno discutir hoy sobre este asunto –siguió–, pero llegará el momento de hacerlo; hay que hacer un examen objetivo y sereno de la realidad, hay que salir de esa situación desastrosa. Irak, concluyó, “no está en vías de pacificación.” Refundación Comunista, Verdes y el resto de la izquierda radical exigieron, por su parte, una retirada inmediata de la misión.
El papa Juan Pablo II se declaró solidario con los italianos y calificó el atentado de “acto vil contra la paz”. El presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, probable rival de Berlusconi en las próximas elecciones generales, evitó polemizar: “Los soldados y carabinieri estaban ahí en nombre de todos nosotros”, manifestó.
La lista de los muertos fue creciendo a medida que avanzaba el día y poco a poco se difundieron las historias personales que el atentado había roto: la de quien debía volver el sábado y tenía una fiesta preparada en casa, la de quien había partido hacia Irak para superar la muerte de un hijo, la de quien había establecido ya amistades profundas en Nasiriya... Las banderas ondearon a media asta en todos los edificios gubernamentales y parlamentarios. La organización de municipios convocó para hoy una jornada de luto, que se extendería hasta el fin de semana en los ámbitos más diversos: los participantes en competiciones deportivas debían lucir un brazalete negro en señal de duelo.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.