Domingo, 2 de octubre de 2016 | Hoy
“Qué nos está pasando.’’ Maja, una húngara convertida al islam, nunca se habría imaginado que un compatriota le pudiera espetar la frase ``regresa al desierto’’. Es su día a día desde la campaña gubernamental contra los refugiados de cara al referéndum del domingo. Cuando lleva velo, esta mujer de 33 años siente que la miran mal. ``Como no pueden llamarme migrante o terrorista, para insultarme me llaman siria’’, cuenta esta habitante de los alrededores de Budapest. Y afirma haber sido agredida.``Los húngaros son gente hospitalaria. No sé qué nos pasa’’, reconoce, desamparada, refiriéndose a la intolerancia imperante. La campaña gubernamental por el no en el referéndum sobre las cuotas de refugiados adoptadas por los Estados de la UE ha empapelado el país con carteles que equiparan los migrantes al terrorismo y a una amenaza cultural. La consulta promovida por el primer ministro conservador Viktor Orban se celebra hoy, pero el gobierno esgrime desde mucho antes la tesis del peligro de la migración. Antes incluso de la llegada masiva de migrantes a Europa, en la primavera de 2015, el Ejecutivo envió un cuestionario preguntando a los electores qu‚ había que hacer con los clandestinos.
Este clima ``ha envenenado el alma” con la ayuda de los ``medios de comunicación cercanos al poder que destacan el más mínimo suceso en el que está implicado un musulmán en cualquier parte de Europa’’, lamenta Zoltan Bolek, representante de la mayor asociación musulmana de Hungría. Bolek asegura que sus correligionarios reciben amenazas diarias’ que a veces llegan hasta la agresión. Recientemente escribió a Orban para pedirle protección para los musulmanes húngaros. Se calcula que hay unos 40.000 en este país de 10 millones de habitantes.
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