EL MUNDO › LOS QUE VOLVIERON A BUSCAR SUS PERTENENCIAS Y VIERON LA DESTRUCCION
Historias de gente que lo perdió todo
Por Andrew Buncombe *
Desde Nueva Orleans
Su nombre era John y tenía más de setenta años. Por cuatro días se sentó solo en su casa inundada, haciendo lo imposible por mantener sus posesiones más atesoradas fuera de las aguas invasoras mientras esperaba a sus salvadores. Ayer volvió con su hijo a recoger su medicina.
“Son de todo tipo. Hay un medicamento para su corazón”, dijo su hijo, Sean, quien permitió a este diario acompañarlo siempre y cuando su padre y él no fueran identificados completamente. “Llevó algunos remedios cuando vinieron a buscarlo pero queríamos venir y recoger el resto.” John era uno de los miles residentes de Jefferson Parish, en el oeste de Nueva Orleans, volviendo a sus casas para determinar el daño que han sufrido sus propiedades y tratar de salvar lo que puedan. Las autoridades de Parish han dado tiempo hasta las seis de la tarde de hoy para entrar, recoger algunas cosas y salir.
Debido a potenciales problemas de salud por tener gente viviendo sin electricidad o agua potable, a los residentes no les está permitido quedarse; podrán pasar meses antes de que puedan volver. Muchos están volviendo a la devastación. Mientras gran parte del oeste de la ciudad se mantenía seca, el daño por árboles caídos ha sido amplio. Innumerables casas han sido destruidas. En todos lados las aguas de la inundación llegaron a 15 centímetros –a ojo–, no suficiente para ser devastador, pero suficiente para causar moho potencialmente peligroso. Por toda la ciudad, las personas están volviendo para encontrar sus casas arruinadas, sus vidas patas arriba. Albumes familiares, fotos de casamientos, recuerdos del bautismo de alguien. Historias enteras de familias y personas han sido perdidas por las aguas.
Una mujer lloraba mientras pensaba en las fotografías de su esposo que habían sido destruidas por el agua. Candy Rodríguez había viajado con su familia a Alabama para escapar de la tormenta. Volviendo, exhausta, para encontrar que la devastación era claramente difícil para ella. “Perdimos todo”, dijo.
Por contraste, el agua era de al menos 3 metros de profundidad fuera de la casa de John. El viaje a su propiedad en el distrito Metairie de la ciudad se hizo en un bote de fondo plano propiedad de gente de la localidad, que estaban realizando su propio viaje y aceptaron ayudar al hombre mayor. El bote fue empujado de la rampa de una autopista en Veterans Boulevard. Un gentil y deslizante giro a la derecha fue hecho en Fleur de Lys Drive y la embarcación navegó por una avenida de robles medio sumergidos. El agua sucia llegaba casi a la altura de los postes de luz y cubrían autos y camionetas.
En un momento, la tripulación de uno de los botes vio un perro, nadando furiosamente en el agua, su cara aterrorizada. Hicieron un agudo giro a la izquierda para tratar de alcanzar al animal, llamándolo, pero el perro estaba muy asustado y nadó al porche inundado de una propiedad. Eventualmente, uno de los miembros de la tripulación utilizó un hacha para romper el vidrio de la puerta, esperando que el perro nadara hacia adentro y llegara de alguna forma al techo.
Pronto el bote llegó a la casa de John, quien cautelosamente subió al techo de su garage inundado, el agua cubriendo los aleros, y él y su hijo se abrieron paso hacia el interior de la propiedad. Dentro se los podía escuchar revolviendo y luego aparecieron llevando una caja refrigerante en la cual habían colocado su medicina. También traía dos armas de cacería con él. “Las tengo que tener. Solía ser campeón de tiro, solía ser campeón estatal de Louisiana.” Su hijo, miembro del Departamento de Policía de Jefferson Parish, estaba sudando profusamente pero parecía complacido. Golpeó la tapa del refrigerador de plástico. “También pude obtener los restos de mi madre”, dijo. “Ella falleció hace tres años. Estuve buscando la urna pero la tengo. Parecen estar bien.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Virginia Scardamaglia.