Lunes, 27 de marzo de 2006 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Claudio Uriarte
Por lo que puede verse, la línea dura de los republicanos le ha dado al conjunto del partido un formidable disparo en el pie. En Estados Unidos, una sociedad extremadamente apolítica y desmovilizada, una marcha de 50.000 personas sería una gran noticia. Pero fueron entre 500.000 y más de un millón las que marcharon el sábado sobre Los Angeles, en una rara demostración de confluencia multirracial absolutamente pacífica, pero que tuvo como objetivo protestar contra un proyecto de ley que criminalizaría la inmigración ilegal. E inmigración ilegal, en California –como también en Texas, Florida y Nueva York, todos estados electorales clave con vistas a las parlamentarias de noviembre–, significa de hispanos.
El proyecto de ley, que apela a los más bajos instintos del electorado, es un disparate político de largo aliento para la administración de George W. Bush. Los hispanos, que recientemente sobrepasaron a los negros en la condición de primera minoría del país, son en su mayor parte católicos, familieros y conservadores; lo único que les interesa es trabajar y progresar –de ahí el alto número de banderas estadounidenses que flamearon en la convocatoria–; quieren ser parte de “América”, cumplir “el sueño americano”, y, en este sentido, es un electorado que debería ser coto de caza natural para las políticas tradicionalistas de “valores familiares” del partido del presidente. Pero, de algún modo, su pertenencia a ese lote quedó el sábado puesta en duda. Bush, que en estos días (o meses) parece navegar en un piloto automático de sonambulismo político, dejó pasar la aprobación del proyecto de ley en diciembre por la Cámara de Representantes y ahora musita vaguedades sobre la necesidad de confirmarla en el Senado, pero con cambios. Esto en medio de una ola ideológica antiinmigración y antihispanos ejemplificada en la última tontería en forma de libro del profesor Samuel Huntington, que sostiene que Estados Unidos va en camino de perder su “identidad cultural” (como si tuviera alguna), de no poner freno a la inmigración hispana.
Pero Estados Unidos es un país del continente americano, lo que implica que esa inmigración no se va a poder parar. Por la misma razón, lo ocurrido el sábado en Los Angeles puede ser el inicio de un importante movimiento a nivel nacional, similar al de los negros en los años ‘50. ¿Quiere EE.UU. realmente excluir de su legalidad a gente que ama a EE.UU., que se identifica con todos sus valores, que no es terrorista ni mucho menos, y al mismo tiempo, desempeña los trabajos que los estadounidenses ya no quieren tomar?
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