EL PAíS › OPINION

Masseritas

 Por Eduardo Pavlovsky

El fin de semana pasado fui invitado a inaugurar en Ushuaia las Jornadas de Salud Mental y Derechos Humanos que realizaban por primera vez en esa ciudad. Fundagic es el nombre de la fundación de investigaciones grupales institucionales y comunitarias que se viene gestando con mucho amor y esfuerzo por un grupo de gente valiosa y de coraje dispuesta a esclarecer nuestro oscuro pasado del ’76 y sus terribles consecuencias en el campo de la salud mental y los derechos humanos. Al bajar del avión –y todavía no repuesto de la belleza paradisíaca del paisaje– me informaron que mi participación iba a consistir en una charla inaugural de una hora y luego iba a realizar fragmentos de la obra Variaciones Meyerhold, donde el drama del gran director ruso asesinado por Stalin se podía convertir –así lo pensaba yo y los organizadores– en un alegato de que la libertad de expresión corre siempre peligro de muerte en las dictaduras.

Una de las organizadoras me comunicó que habían pensado que yo realizara mi intervención en el Presidio –hoy convertido en Centro Cultural– del famoso penal de Ushuaia. Los calabozos por ejemplo tienen cuadros de Dalí. Pero que las fuerzas de la Marina que dirigen y controlan el predio de la Base Naval le dijeron que no me iban a permitir hacer teatro allí, sin haber leído previamente el texto. Aunque se les explicó que Meyerhold era ruso y yo iba a hablar del crimen de Stalin, no se les permitió el acceso para la clase inaugural en el Centro Cultural Penitenciario.

Insisto: dependiente de las fuerzas de la Marina. No estoy seguro si la medida era contra mí o contra el evento que producía mucho malestar en los marinos, por ceder el Centro Cultural para la inauguración de las jornadas. De todos modos yo realicé en el Teatro de la Casa de la Cultura mi intervención y mi actividad teatral y me sentí muy feliz de compartir mi intervención con mucha gente joven en la platea (el 50 por ciento de los habitantes de Ushuaia son adolescentes).

En un momento en que las actividades de espionaje interno realizadas por oficiales de la Armada, que incluían hasta una carpeta con información sobre las actividades de personajes políticos y de organizaciones sociales vinculadas con la defensa de los derechos humanos, resulta muy coherente que las mismas fuerzas de la Marina impidan la conferencia y la representación de Meyerhold en Ushuaia. Pero así ocurrió, y es bueno acoplarlo a toda la red de espionaje que realiza un sector de la Marina.

Soy de los que creo que debemos estar atentos militantemente a estos gestos represivos de las fuerzas de la Marina (recordemos a la ESMA como paradigma) para que el recuerdo del 24 no sólo se convierta en la denuncia de lo que pasó en esos años, sino también en la recuperación hoy de la denuncia de cada gesto que se pueda realizar desde las Fuerzas Armadas desde el espionaje y la represión.

Así lo harían hoy los jóvenes que murieron por una patria más justa. Es en homenaje a esa juventud maravillosa que puedo decir que me sentí nuevamente discriminado, hoy en plena democracia. Recordemos los muertos denunciando a los “masseritas” de hoy. Como decía Deleuze a los “stalin” de barrio, para que el recuerdo de la dictadura no se vacíe de sentido nunca más.

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