Se viene la Tercera Vía Sudamericana. Un primer paso fue la reunión celebrada ayer entre el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y el futuro mandatario peruano, Alan García. El encuentro ocurrió en Brasilia y abordó desde la firma de acuerdos energéticos hasta el liderazgo brasileño. “No tenemos ningún recelo o temor de una hegemonía positiva de Brasil, que tiene un papel fundamental para la unión sudamericana”, dijo García, en su primer viaje internacional desde que fuera electo, el pasado 4 de junio, lo cual confirma su decisión de hacer de Brasil un socio estratégico.

Según García, en el encuentro con Lula no fueron discutidos sus frecuentes roces con el presidente venezolano, Hugo Chávez, lo que llegó a poner en vilo las relaciones diplomáticas entre Lima y Caracas. “Nosotros deschavizamos” la agenda, aseguró el futuro presidente, quien se permitió hacer campaña electoral a favor de su anfitrión al decir que su “reelección” permitirá “fortalecer al máximo la relación entre los dos Estados”. Sondeos divulgados ayer muestran que Lula sigue creciendo y alcanza 29 puntos de ventaja sobre su adversario Geraldo Alckmin, por lo que sería electo en primera vuelta el próximo 1º de octubre.

Gestos del líder brasileño también indican la buena voluntad hacia el inminente mandatario peruano. Ayer Lula puso a disposición del visitante el avión presidencial y es posible que decida permanecer más de un día en Lima cuando éste asuma el poder, el 28 de julio, una ceremonia a la que no asistirá Chávez.

A fines de los noventa, el británico Anthony Giddens propuso una izquierda de centro a la que llamó Tercera Vía. En sus propias palabras: “Una lucha de los socialdemócratas para modernizarse”. Su modelo buscó diferenciarse del thatcherismo/neoliberalismo y del marxismo ortodoxo, aceptando las reglas del mercado, pero contemplando un activo rol del Estado como regulador social. Los principales exponentes de esa corriente fueron el ex jefe de gobierno español Felipe González y el actual premier británico, el laborista Tony Blair.

Lula y García no son viejos amigos, ni pertenecen a las mismas familias políticas. El brasileño procede de la izquierda ligada a los movimientos sociales que irrumpieron en los años ’80, como opción ante los viejos partidos. El peruano, en cambio, es militante del APRA, una agrupación tradicional que de su mano hizo un giro hacia la socialdemocracia.

Esas diferencias históricas no impiden que actualmente Lula y García coincidan en la defensa de un espacio de relativa autonomía frente a la injerencia de los Estados Unidos en la región, al tiempo que toman distancia frente a Chávez y su proyecto de integración bolivariana, al que se sumó el boliviano Evo Morales. Mientras procuran hacer equilibrio entre esos dos ejes, Lula y García confían en relanzar la Comunidad Sudamericana de Naciones, un proyecto que fue muy simpático para el otro gran actor sudamericano, Argentina.

Concluida la reunión, el líder aprista retornó a Lima y Lula se trasladó del Palacio del Planalto a su residencia, el Palacio de Alvorada, donde se quitó el traje y la corbata azules y asistió al partido de la selección brasileña de fútbol contra Croacia, enfundado en una camiseta amarilla de vivos verdes. Consultado sobre la magra victoria de 1 a 0 lograda por la escuadra nacional, Lula admitió haber “sufrido” al “ver a Croacia con más dominio de la pelota que Brasil”.