Martes, 29 de agosto de 2006 | Hoy
EL MUNDO › CON QUE SE ENFRENTA EL GOBIERNO BOLIVIANO
Por P. S.
Desde La Paz
La decisión no fue fácil. Cada vez que el gobierno boliviano piensa en cambiar un funcionario viene la pregunta: a quién nombrar. La falta de cuadros políticos y administrativos es uno de los talones de Aquiles de la izquierda indígena, que avanzó hacia el poder en un momento en el que la mayoría de los intelectuales –incluso los de izquierda– habían sido cooptados por el neoliberalismo. Ayer no fue la excepción y, en este contexto no deseado, Evo Morales optó por nombrar como presidente de YPFB a un técnico que ya conoce el negocio pero con la “cancha rayada”: en la cúspide de la empresa, como asesor de la presidencia, permanecerá Manuel Morales Olivera, que fungía de lugarteniente de Alvarado y será los ojos y oídos del mandatario indígena, quien lo considera “un compañero”.
Una tarea similar tendrá Guillermo Aruquipa en el Ministerio de Hidrocarburos, luego de algunas “metidas de pata” del ministro Soliz Rada, como cuando declaró que Petrobras estaba entre las petroleras que financiaban “el complot” mientras el vicepresidente, Alvaro García Linera, decía desde Brasilia que era “un socio estratégico”. Además, Soliz Rada es un invitado al gobierno, que no sólo no proviene del MAS, sino que era un crítico de la política hidrocarburífera de este partido durante la crisis de 2005. El mensaje es claro: la nacionalización se maneja desde el Palacio.
Pero la situación no es una taza de leche. En los últimos días, el gobierno reconoció que la nacionalización está estancada y armó un equipo especial reforzado por los ministros de Hacienda, Planificación, Defensa y de la Presidencia. A cuatro meses de la ocupación de los campos y refinerías, los síntomas son varios. YPFB aún no participa en toda la cadena productiva ni comercializa los hidrocarburos en el mercado interno y externo como establece el decreto del 1º de mayo; su “refundación” sigue haciéndose rogar mientras gestiona un préstamo de 180 millones de dólares con el Banco Central y las auditorías están atrasadas, lo que hace casi imposible la firma de nuevos contratos con las transnacionales en el tiempo previsto.
También la negociación de nuevos precios de venta de gas a Brasil (de cuatro a siete dólares el millón de BTU) con Petrobras está parada por las necesidades reeleccionistas de Luiz Inácio Lula da Silva y la intransigencia de la estatal brasileña. La reciente visita de García Linera al Planalto sólo consiguió un compromiso para “retomar las negociaciones”.
Según fuentes consultadas, más allá de las sonrisas diplomáticas, Lula estaría todavía molesto por la ocupación por las FF.AA. y sin aviso previo de los campos y refinerías de Petrobras –con inversiones por unos 1500 millones en este país andino–, lo que fue abundantemente utilizado por la oposición para demostrar la “debilidad” del brasileño ante la “invasión” boliviana. El único éxito visible de YPFB fue la elevación a cinco dólares, el millón de BTU, del gas que compra Argentina y el avance de las negociaciones para aumentar el volumen de las exportaciones.
En las últimas horas, Morales intentó apagar otro potencial foco de incendio: según un portavoz de la vicepresidenta española, María Teresa Fernández de la Vega, el mandatario boliviano reafirmó “su voluntad de que la empresa española se quede” en Bolivia. Las tensiones con Repsol-YPF –que controla el 26 por ciento de las reservas de gas– se acentuaron con el allanamiento de las oficinas de su filial Andina y la detención del síndico (ya liberado) de esa firma, acusada de “estafa agravada”, con daños al Estado boliviano por 160 millones de dólares por la fiscalía de Santa Cruz. “Queremos decir a España y a Repsol que el gobierno va a apostar por las negociaciones. Necesitamos inversión pero no necesitamos patrones ni dueños”, enfatizó Morales el sábado, y anticipó que García Linera viajará en octubre a Madrid para reunirse con las autoridades del gobierno español. “Se impone más diálogo y menos proclamas en los mítines”, editorializó críticamente el diario El País. Pero desde los mítines, el líder cocalero ganó casi todas las batallas de su vida y no será fácil que lo abandone.
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