Martes, 5 de diciembre de 2006 | Hoy
EL MUNDO › LA REELECCION DEL VENEZOLANO FUE CLAVE EN UN AÑO ELECTORAL
Por Lucía Alvarez y Diego González
Desde Caracas
El domingo se cerró un año clave en la política latinoamericana. Su inicio, marcado por la elección en segunda vuelta de Michelle Bachelet en Chile y la asunción de Evo Morales en Bolivia, había dado lugar a la idea de que los proyectos de centroizquierda, aun con discrepancias y graduaciones, avanzaban hacia un mismo rumbo. Un referente en este movimiento era sin duda Hugo Chávez. La masividad de esta cuarta confirmación del presidente venezolano en su cargo en ocho años lo confirma, en el marco latinoamericano, en una posición de liderazgo.
Con las expectativas puestas sobre un tercer bastión en el mundo andino, los ojos del venezolano se enfocaron en el candidato nacionalista peruano Ollanta Humala. Sin embargo, el triunfo de un Alan García capaz de capitalizar el rechazo a la interferencia de Chávez en los asuntos nacionales significó la primera ruptura de esta nueva tendencia con aspiraciones hegemónicas. Las contradicciones en el proceso político latinoamericano siguieron consolidándose con una abrumadora reelección en mayo con el 62 por ciento de los votos de Alvaro Uribe en Colombia y el conflictivo triunfo de Felipe Calderón en México, dos representantes de la línea norteamericana para la región. Estos hechos, junto a la salida de Venezuela de la CAN (Comunidad Andina de Naciones) tras las firmas de los TLC (Tratado de Libre Comercio) de dos de sus cinco integrantes y el ingreso al Mercosur fueron los que colaboraron con la idea de que la tensión principal en este proceso estaba en el enfrentamiento “Washington-Caracas”.
En octubre, Luiz Inácio Lula da Silva ganó en segunda vuelta ante la derecha del ex gobernador de San Pablo Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia de Brasil. Los hechos demostraron que en la región a todos les convenía el continuismo demócrata liberal en este país. Le toca el turno al sandinista Daniel Ortega en Nicaragua que, si bien llega manchado por alianzas cuanto menos difíciles de justificar, representa en el lenguaje internacional un revés para Washington. Después, el triunfo de Rafael Correa en Ecuador significa aire nuevo para las “revoluciones democráticas” del continente y dibujó el nuevo eje Caracas-Quito-La Paz.
El último gran debate era en Venezuela, y la conclusión fue contundente.Chávez sale fortalecido internamente con un indiscutible 61 por ciento de los votos que anula cualquier discurso que pretenda presentarlo como un dictador. En los años venideros, seguramente Miraflores profundizará la integración del ALBA (La Habana-Caracas-La Paz), que impone conceptos como antiimperialismo y socialismo en la agenda global. Por otro lado, está el eje Caracas-Brasilia– Buenos Aires, el Mercosur. Aquí, Venezuela piensa en geopolítica estructural. Se alía con Brasil y Argentina, que junto a México fueron siempre las fuerzas hegemónicas del subcontinente, en busca de la consolidación de una integración sólida en términos económicos y menos susceptible a cambios bruscos. Si bien hoy se apoyan mutuamente, la relación entre Lula y Chávez puede verse afectada por las ambiciones hegemónicas de uno y otro. Es por eso que la relación que tenga Argentina con Venezuela será decisiva en el futuro para ver de qué lado se inclina la balanza.
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