Domingo, 13 de mayo de 2007 | Hoy
EL MUNDO › PROVIENE DEL LABORISMO TRADICIONAL, PERO DEMOSTRO SU PRAGMATISMO
Por Marcelo Justo
Coartífice del Nuevo Laborismo y titular de economía desde 1997, el futuro primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, es el otro enigma de la política británica. Eclipsado por Tony Blair, temido por sus presuntas inclinaciones estatizantes, acusado de ser un viejo laborista –”lobo disfrazado de cordero”– Brown ha dedicado su vida a la política.
Escocés, hijo de un pastor presbiteriano, lector voraz, Brown comenzó a militar en el laborismo a los 12 años y a los 16 ingresó en la Universidad de Edimburgo, de la que se graduó en Historia con la máxima calificación. Su tesis de doctorado, “El partido Laborista y los cambios políticos en Escocia 1918-29”, demuestra un compromiso y pertenencia partidaria, totalmente ausentes en Blair.
Esta identidad nítidamente laborista lo ha convertido para los medios en Gran Bretaña, de tendencia mayoritariamente conservadora, en un personaje que inspira desconfianza y suspicacia. No importa que Brown haya sido uno de los cerebros de la llamada “modernización” del laborismo de fines de los ’80 y principios de los ’90, que incluyó aceptar la flexibilización laboral y privatización thatcheristas, así como dejar de lado la política de desarme nuclear unilateral. No importa que una de sus primeras medidas como ministro de economía haya sido otorgar la independencia al Banco Central, medida exigida por la derecha durante mucho tiempo.
En una sociedad tan conservadora y tradicional como la británica, la mera sospecha de haber pertenecido al “viejo” laborismo genera mala prensa, aunque junto con Tony Blair, Brown haya sido el responsable de que el partido cambiara la famosa cláusula 4 de la constitución partidaria que llamaba a la “socialización de los medios de producción”. Hace dos semanas el semanario The Economist sacó a Brown en su tapa con una advertencia: “Cuidado Gran Bretaña, éste es el próximo primer ministro”. Para la derecha Brown buscará retroceder el calendario de reformas del nuevo laborismo dando un mayor rol al Estado y aumentando los impuestos como parte de una agenda fuertemente redistributiva.
¿Es entonces un viejo laborista? En el lanzamiento de su campaña, el viernes, para suceder como líder partidario a Tony Blair, prerrequisito en la estructura política británica para alcanzar la jefatura de gobierno, Brown insinuó algunas ideas que lo colocan indudablemente a la izquierda del centrismo blairista. En el debate de derechos civiles versus seguridad, surgido con el 11 de septiembre e intensificado con los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres, Brown se inclinó por los derechos individuales. “Quiero alcanzar un consenso para un programa de reforma constitucional que profundice la transparencia de los actos gubernamentales y la obligación de rendir cuentas a los que ejercen el poder. Es fundamental que velemos por el mantenimiento de nuestras libertades individuales sin afectar la lucha contra el terrorismo”, dijo.
Entre los proyectos de Brown figuraría la introducción de una constitución escrita en el Reino Unido que, entre otras cosas, deje en claro que el gobierno debe consultar con el pueblo antes de embarcarse en una guerra. En relación con Irak, Brown reconoció que se habían cometido “errores” y añadió que el énfasis en la guerra contra el terrorismo debía ser en la lucha política. “El desafío del terrorismo implica que debemos tener éxito militarmente y en otros frentes. Es necesario trabajar con nuestros aliados para ganar los corazones y las mentes de la gente, tanto acá en Gran Bretaña como en el extranjero”, indicó Brown.
En lo que es un tiro por elevación a Blair, Brown dijo que su gobierno se concentrará en la “sustancia” y no en la “presentación mediática” de políticas. Brown mantiene esa austeridad religiosa presbiteriana familiar que reivindica el valor del trabajo y la lucha contra la pobreza. De Brown fue la iniciativa de eliminar la pobreza infantil en el Reino Unido para el año 2020 y una iniciativa para que los sectores más desfavorecidos paguen menos impuestos. A su favor cuenta que la economía británica creció ininterrumpidamente en estos 10 años que estuvo al frente de la cartera. Su gran dificultad va a ser convencer al electorado británico de que a pesar de ser el único ministro que conservó su puesto desde 1997, representa el cambio y no la continuidad.
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