Domingo, 13 de mayo de 2007 | Hoy
EL PAíS › UNA NUEVA ORGANIZACION QUE RECLAMA POR LAS CONDICIONES DE TRABAJO
Son trabajadores sin obra social, vacaciones ni aguinaldo y están por fuera de los convenios colectivos. Son encuestadores, operadores telefónicos, costureros, docentes de institutos privados, contratados o pasantes que han quedado perpetuados en esa condición. Se organizaron y formaron una coordinadora.
Por Laura Vales
A fines del año pasado, un grupo de estudiantes de las facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Sociales de la UBA repartieron volantes en la calle y enviaron mails convocando a una jornada de debate sobre el trabajo precario. Más de cien personas respondieron a la invitación y llenaron el aula destinada al encuentro. Así nació la Coordinadora de Trabajadores Precarizados, una organización creada por fuera de las estructuras gremiales que hoy reúne a encuestadores, operadores telefónicos, pasantes, costureros, docentes de institutos privados y otros trabajadores a quienes les ha tocado el mal de esta época: ser considerado personal descartable.
Raquel tiene 25 años y es, junto a Roberto (21), vocera de la nueva agrupación. (En realidad no se llaman ni Raquel ni Roberto; los nombres con los que se presentan en las notas son falsos, para evitar ser despedidos. Tampoco quieren aparecen a cara descubierta en las fotos.)
“Entre nosotros hay situaciones heterogéneas. Algunos no somos reconocidos como trabajadores, como los pasantes, a otros no nos reconocen la relación de dependencia, como los contratados”, dice Raquel. La Coordinadora, agrega, “no sólo tiene que ver con el empleo en negro, porque muchos de los que la integramos estamos en blanco, pero con condiciones laborales precarias, o encuadrados en un convenio que no es el que nos corresponde, y por eso mismo sin respaldo sindical. Nuestro punto en común es que las condiciones de abuso o desprotección se repiten, no son exclusivas de un trabajo sino que permanecen de un lugar a otro”.
Los datos del Indec sobre precariedad laboral están restringidos al empleo informal y señalan que el 42,9 por ciento de quienes tienen empleo en la Argentina están en negro. La calidad laboral de estos puestos es sensiblemente inferior; entre otras cosas, quedan fuera de los aumentos de convenio, no perciben aguinaldo ni jubilación, ni tienen obra social ni vacaciones.
Pasantes
Tal vez porque nació en la facultad, un gran número de integrantes de la Coordinadora son universitarios que empiezan su inserción laboral con pasantías. Roberto (21 años) cuenta su caso: estudiante de sociología, la facultad le ofreció hacer su primera experiencia laboral en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Lo destinaron a un centro de salud cercano a una villa, bajo el supuesto de que estaría en contacto con su objeto de estudio, pero terminó atendiendo el teléfono y buscando las historias clínicas de los pacientes, un trabajo administrativo igual al de cualquier empleado de planta, por el que el Gobierno de la Ciudad le paga 600 pesos al mes.
Si mantiene la pasantía, dice él, es porque necesita el trabajo y el horario de seis horas le deja tiempo libre para estudiar. “Si consiguiera un empleo mejor me iría; pero, ¿cuáles son mis chances de conocer algo mejor?, puedo caer en un call center, donde voy a estar igual o peor de precarizado.” El vocero indica que cuando las pasantías se extienden en el tiempo (“llegan a durar dos años”, relata), dejan de cumplir su enunciada función formadora para transformarse en una modalidad de empleo barato.
En el centro de salud donde trabaja hay ocho empleados y sólo dos tienen estabilidad laboral. Los demás son pasantes o contratados.
En la calle
En la Coordinadora buscan hacer visible que la precariedad no es exclusiva de un trabajo determinado, sino la base de un modelo laboral. Su primera actividad estuvo destinada a conseguir difusión, y consistió en una caravana de escraches que recorrió el centro de Buenos Aires en la que señalaron a sus empleadores.
Marchando con caretas para evitar eventuales despidos, los manifestantes protestaron frente a oficinas del Estado y empresas privadas. Pasaron por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, un megaempleador de precarizados bajo diversas modalidades de contratos (empleo público, de locación y de obra, eventuales, pasantías). Fueron también a consultoras (“trabajar de encuestador implica cobrar a 45, 60 o 90 días de finalizado el estudio, facturar y que el precio de cada encuesta sea establecido arbitrariamente por las empresas”, dicen Raquel y Roberto). También escracharon a call centers y al Ministerio de Trabajo de la Nación.
“La caravana surgió de la necesidad de mostrarnos, de decir que no somos una cifra, ni somos descartables”, sostiene la vocera.
–¿Por qué a través de escraches?
–Porque los canales de expresión tradicionales están bloqueados. Si vas a un sindicato podés pasarte toda la tarde en la sala de espera. Igual con los medios. Incluso es difícil encontrarte con tus propios compañeros.
Salir a la calle, para ellos, fue el modo de encontrarse con otros que pasaban por la misma situación. De hecho, la cantidad de manifestantes que participaron en los escraches, más de trescientos, duplicó el número que se venía reuniendo en las asambleas de la organización.
Encuentros abiertos
Una de las características de estos trabajos es que, al ser espacios hostiles, generan una tendencia a pensar más en irse que en modificar sus condiciones. “Uno no tiene mayor ligazón, porque pensás que estás de paso, aunque muchas veces termine no siendo así, o las consecuencias no sean efímeras”, define Raquel.
Roberto completa: se publicitan con un discurso contradictorio. “Por ejemplo, las pasantías se sostienen en la supuesta dicotomía entre estudiar y trabajar, se supone que van a ayudar a formarte y a la vez te dejan tiempo libre para el estudio, pero terminás siendo un empleado barato. Y resulta que un sociólogo licenciado sigue haciendo encuestas o pasa a ser profesor ad honorem de la facultad.”
En los encuentros de la Coordinadora, una de las actividades principales es intercambiar experiencias para deslindar la excepción de la norma, y entender las mejores maneras de enfrentar las situaciones de abuso laboral. ¿Qué consiguieron en estos seis meses? “Dentro de tu propio espacio solés ser solitario. El verme con otros, el saber que hay intenciones de reunirnos ya me da fuerzas. Para mí es muy motivante poder tener un proyecto sincero y común con los demás”, dice Raquel.
Roberto da una lectura más política: “Los lazos de solidaridad nos permiten tener más fuerzas para los conflictos particulares, y a la vez generar más organización en cada lugar”.
La Coordinadora se reúne una vez al mes, con encuentros abiertos, en lugares que van rotando. Empezaron en Filosofía y Letras, siguieron en La Alameda y en el Hotel Bauen. Para comunicarse tienen una dirección de mail: [email protected].
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