Viernes, 4 de abril de 2008 | Hoy
EL PAíS › EL INTENDENTE DE PINAMAR SE PRESENTO ANTE EL JUEZ DE DOLORES POR EL CASO DE COIMAS
Luego de que la Cámara Penal rechazara un recurso, la Justicia de Dolores ordenó su detención. Porretti pensó en fugarse, pero sus abogados lo convencieron de que se entregara. La policía ya realizaba operativos en la ruta para encontrarlo.
Por Alejandra Dandan
Poco después del mediodía, montó el primero de los tres autos que usó en su desesperada carrera de fuga. La justicia de Garantías de Dolores había librado, finalmente, la tan postergada orden de detención por el escándalo de las coimas. Roberto Porretti volvió a pensar esta vez que se escaparía, que valía la pena esconderse, que no iba a presentarse en la Justicia, convencido de que todo era una trampa de la oposición. Cuatro piquetes policiales franquearon los accesos de Pinamar durante el día y otra tanda de policías montó operativos sobre las rutas dispuesto a detenerlo. Al final del día todo cambió. Mientras libraban el pedido de captura internacional y la fiscal Fernanda Haschman se disponía a declararlo en rebeldía, desistió: taladrado por el espíritu del 2 por 1 de sus abogados, el infatigable intendente de Pinamar se entregó.
A la mañana temprano, Porretti bajó como acostumbrado del Laguna rojo oficial, en la puerta de la comuna. Su chofer lo dejó adentro, sin imaginar, claro, que ya no volvería a buscarlo. Porretti se enteró de que la Justicia lo requería poco después del mediodía. Pero convencido, como lo estuvo desde que empezó el escándalo de las coimas, de que todo era un complot para desbancarlo, no armó siquiera una estrategia para entregarse.
Amenazó con un perro a uno de los cronistas que hacía guardia en la puerta de su casa y salió en una caravana de tres autos, emulando un operativo de distracción. Del Laguna rojo saltó a una Kangoo de la municipalidad y luego a su Palio gris, gris de nubarrones tronando.
El comisario Roberto Fernández, del destacamento policial de Pinamar, pasadas las 13 recibía la orden de captura. A partir de entonces, su tropa, unos treinta hombres en total, desplegaron cuatro operativos de “interceptación”, como explicó el comisario a este diario. Cubrieron las entradas de los cuatro balnearios: Pinamar, Cariló, Valeria del Mar y Ostende.
–¿Por aire y mar no buscaron? –preguntó este diario.
–No, la verdad que no. Sería imposible –arriesgó el comisario.
A mitad de la tarde, Porretti no pensaba ver a nadie. En medio de su odisea deliberada de escape tal vez no advirtió que el cerco policial ahora sumaba a la tropa de la Departamental de Dolores en los controles estratégicos sobre las rutas, como si detrás de la fuga no estuviese más el digno profesor de Ciencias Naturales de las escuelas de Pinamar sino el más peligroso de los piratas.
“¡Así que ésta es la manera de dilapidar los dineros públicos!”, protestaba, en tanto, Roberto Babington, uno de los abogados del más buscado por la magnitud del operativo.
Recién a las seis de la tarde, cuando todo hacía suponer que Porretti se había esfumado, la policía lanzó la captura internacional. Y la señal fue decodificada por los que estaban con el intendente. Si la fiscal Haschman lo declaraba en “rebeldía”, Porretti se perdería los beneficios que puede llegar a obtener de aquí en más, por ejemplo pedir su excarcelación. Por eso, dicen, abandonó la fuga. Otro de sus abogados, José Ochoa, le imploró que se presentara. La televisión ya advertía con sus títulos catástrofes que iba rumbo a Dolores, pero la verdad es que su entorno todavía no sabía si eso iba a suceder.
Hasta ese momento, el intendente de Pinamar había logrado su libertad durante casi dos meses, a fuerza de interponer pedidos ante cada instancia judicial. La fiscal Haschman ordenó la primera detención el 11 de febrero. Un día antes, los dueños del complejo bailable Ku-El Alma de Pinamar habían presentado una denuncia, acompañada por las imágenes de una cámara oculta, contra el intendente y su secretario de Gobierno, Aldo Leonian. Javier Porjolovsky y Rubén Cameroni denunciaron en aquella ocasión a los dos funcionarios por extorsión, y el pedido de una coima de 175 mil pesos.
Desde entonces, Porretti sólo obtuvo días de gracia. La Justicia detuvo a Leonian, pero él logró zafar. Sus abogados presentaron rápidamente un pedido de eximición de prisión, el primero de una larga cadena de recursos.
La lista incluyó la apelación al rechazo de la eximición y una reserva para llevar el reclamo hasta la Cámara de Casación Penal de la Provincia. El martes pasado, la Cámara Penal de Dolores rechazó finalmente esa última opción por improcedente y volvió a poner al intendente en la puerta de la cárcel. Sus abogados lo evitaron, esta vez por sólo 48 horas. La fiscal Haschman pidió ese mismo día y nuevamente su detención, pero ellos corrieron hasta la Cámara Penal para presentar un hábeas corpus.
“La Cámara lo rechazó el 1º de abril, pero lo notificó ayer”, indicó uno sus abogados. “De esa forma le devolvió el expediente al juzgado de garantías de la causa a cargo de Gastón Giles para que ejecutara la decisión que se había ordenado en febrero”.
Giles ejecutó la orden de prisión. Y Porretti quedará detenido, al menos durante los próximos días. Sus abogados ya presentaron un pedido de excarcelación y, lógico, insistirán con los recursos, que esta vez los llevará a Casación. Irán en “queja” con la eximición de prisión y presentarán también allí una apelación al hábeas corpus.
Aldo Leonian logró abandonar la cárcel hace unos veinte días. La fiscal Haschman aceptó aliviar su estado de detención. En su caso, sus abogados lo pidieron por un cuadro de salud complicado por una hipertensión. Porretti es un hombre sano, al menos por ahora. Pero sus abogados ven en la prisión domiciliaria una salida.
Mañana Pinamar comenzará a ser un escenario distinto. Terreno de aquellos a quienes Porretti acusaba de golpistas (ver recuadro).
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