Viernes, 9 de mayo de 2008 | Hoy
EL PAíS › LOS TESTIMONIOS EN EL JUICIO POR LA MASACRE DE FATIMA
Por Diego Martínez
“Nos pararon contra la pared y empezaron: usted sí, usted no, usted sí, usted no. Yo tuve suerte, pero se llevaron a un montón de muchachos. Después los dinamitaron en Pilar.” El relato pertenece a Daniel Hopen y ocurrió durante su cautiverio en la Superintendencia de Seguridad Federal a fines de agosto de 1976. Profesor de Sociología de la UBA, Hopen permanece desaparecido. Su testimonio, en cambio, volvió a cobrar vida ayer en boca de Alberto Poggi, sobreviviente del centro clandestino de la Policía Federal que funcionó en Moreno 1417, durante la tercera jornada del juicio por la Masacre de Fátima a cargo del Tribunal Oral Federal 5.
A primera hora el TOF-5 desestimó una solicitud del fiscal Félix Crous para hacer una inspección ocular en el edificio. El comisario Miguel Angel Timarchi fue el único imputado presente. Juan Carlos Lapuyole, con prisión domiciliaria, obtuvo el visto bueno para no volver hasta los alegatos, y Carlos Gallone, preso en Devoto, para escuchar a los testigos que desee.
La jornada comenzó con el testimonio de Noemí Pedrini. Contó que el 28 de julio de 1976 caminó hasta un teléfono público para decirle “feliz cumpleaños” a su hermana Susana, pero nadie respondió. La habían secuestrado junto con su compañero José Daniel Bronzel y su suegra Cecilia Podolski. Pedrini y Bronzel, dos de las 16 víctimas identificadas de Fátima, eran arquitectos y docentes. “Trabajaban en problemáticas de vivienda popular, iban a las villas, estaban comprometidos pero hasta donde sé no tenían militancia orgánica”, dijo. Podolski nunca reapareció.
Graciela Lara y su esposo Alberto Poggi fueron secuestrados una semana después de la masacre. La buscaban a ella, pero Poggi gritó “mi mujer no se va si no es conmigo”. Lo encapucharon y lo cargaron en un Falcon. Ambos coincidieron en que por las noches los gritos de los torturados eran brutales e intentaban taparlos con la canción “Libre” de Nino Bravo. “Torturaban y violaban a todo el mundo”, dijo Lara. Para comer los ponían en fila. Al primero le daban una olla con guiso. A la tercera bocanada debían pasar la olla. El secuestrado del otro extremo la recibía vacía.
Hopen reconoció en cautiverio la voz de Poggi, quien compartía un estudio jurídico con el hermano de su compañera Evangelina Carreira. Luego de relatar cómo seleccionaron a las víctimas le confirmó que “fue en represalia por la muerte del general (Omar) Actis”, titular del Ente Autárquico Mundial’78 asesinado la mañana anterior a la masacre. Moni Carreira también estaba en Superintendencia y permanece desaparecida. Una baldosa en Medrano 441 recuerda que ambos fueron secuestrados allí.
Ayer también declararon tres policías retirados. El comisario Norberto Aldo Lucchesi, director de Asuntos Jurídicos de 1975 a 1980, explicó a pedido de la defensa de Timarchi que un agente en disponibilidad por licencia médica “no puede trabajar”. Esa era la situación de Timarchi. El comisario Osvaldo Gregorio Lafuente, ex superintendente de Bienestar, dijo ignorar cada uno de los trámites por los que fue interrogado. El subcomisario Luis Augusto Weckesser, jefe de la sub-brigada de Investigaciones de Campana que intervino tras la masacre, logró exasperar al juez Guillermo Gordo con sus respuestas. Admitió que durante su carrera no supo de un crimen más brutal que el de Fátima, pero cuando el juez le preguntó qué medidas adoptó para investigar respondió: “Lo de siempre: consultas a buchones, confidentes. No logramos absolutamente nada”.
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