Viernes, 7 de agosto de 2009 | Hoy
EL PAíS › UNA ESPECIALISTA URUGUAYA NARRA LA EXPERIENCIA EXITOSA DE LUCHA CONTRA EL PACO
Susana Grunbaum, especialista del Ministerio de Salud uruguayo, relata la experiencia en su país en la lucha contra el paco. Sostiene que no es necesario el régimen militar de las comunidades terapéuticas, sino que hay que devolverles la pasión a los chicos.
Por Pedro Lipcovich
“Se puede enfrentar el problema del ‘paco’ sin necesidad de internación, en la mayoría de los casos y aun en chicos con altos niveles de consumo”, sostiene Susana Grunbaum, directora del Centro Nacional de Referencia de la Red Drogas, del Ministerio de Salud de Uruguay. Desde 2005, los uruguayos desarrollan un programa basado en la atención ambulatoria, donde confluyen médicos, psicólogos, asistentes sociales, enfermeras especializadas, ex presos, talleristas de literatura, teatro, cocina, panadería, “porque es esencial que estos chicos recuperen la pasión”. La asistencia presta especial atención a las familias: son recibidas, aunque los hijos no quieran todavía atenderse, para mitigar su angustia y para que adviertan, por ejemplo, que sacrificarse para regalarles zapatillas caras no es lo mejor para los chicos. Estos, por su parte, tienen libertad para entrar y salir de los tratamientos; aun los que están internados pueden retirarse si así lo eligen, no importa que sean menores de edad. Más de 3000 jóvenes ya han recurrido a este sistema de atención, con índices de éxito muy superiores a los de las “comunidades terapéuticas” tradicionales.
–Desde 2002, el consumo de pasta base había crecido en Montevideo y algunos otros departamentos, especialmente en los sectores más empobrecidos –recuerda Grunbaum, quien participa en la VII Conferencia Nacional sobre Políticas de Drogas, organizada por Asociación Civil Intercambios–. En 2005, cuando asumió el gobierno del Frente Amplio, se creó “Portal Amarillo-Centro de Información y Referencia Nacional de la Red Drogas”: atendemos a personas con consumos problemáticos y somos referencia para todos los centros de salud oficiales. Nos consultan personas jóvenes: la mayoría, de entre 20 y 24; muchos, de 15 a 19, y algunos de 25 a 29 años, pero también hay chicos de 13 o 14 años. El 85 por ciento son varones. Llegan porque ya no pueden más y quieren dejar de consumir, o alentados por madres, abuelos, tíos u otros adultos. Tal vez el chico pase tres días en la calle y un día en la casa; en algún momento la madre logra convencerlo y llama por teléfono o viene.
–¿Cómo se los recibe?
–Se les da turno para el mismo día o a lo sumo al día siguiente en uno de los “grupos de transición”, que otorgan contención inmediata. Luego se hace una entrevista de recepción, individual: puede durar una hora y media, con dos profesionales de distintas disciplinas que, al finalizar, sugieren un plan. Por ejemplo, ir una vez por semana al grupo de prevención de recaídas; otro día, al psicólogo; otro día, taller de teatro.
–¿Cómo trabajan con las familias de estos chicos?
–Trabajamos incluso con familias cuyos hijos todavía no quieren venir. Procuramos mitigar la angustia, tratamos de que no abandonen al que consume. Con los chicos internados tuvimos que luchar para que no les compraran zapatillas caras: hacen enormes sacrificios para comprarlas, y no es bueno: crea envidia entre los chicos, y terminan vendiéndolas por monedas si necesitan consumir. Las familias no tienen por qué exponerse a ser depredadas. También trabajamos el hecho de que muchas familias creen que la única salida es la internación. No es en absoluto nuestro criterio.
–¿Cuál es su criterio respecto de la internación?
–No porque una persona consuma mucho tiene que internarse: si la familia acompaña, si el chico vuelve a la escuela, puede salir con ayuda ambulatoria. Tenemos solamente 20 camas y no queremos más. Nuestros tiempos son mucho más breves que los de las “comunidades terapéuticas” privadas, que funcionan con sistemas de reglas casi militares. He conocido gente que se pasó un año en una comunidad terapéutica, sin consumir pero con el pensamiento puesto en salir para volver a consumir.
–¿Qué estrategia priorizan ustedes?
–La estrategia es distinta para cada persona. Una primera pregunta es: ¿por qué empezó a consumir? ¿Dónde está el quiebre que lo llevó a un consumo problemático? Suele ser que lo hayan echado de la escuela: que la escuela no haya podido atender sus problemas de aprendizaje. Siempre hay algo por lo que una persona empieza a consumir, y esto no es distinto a lo que sucede con gente que ha dejado el cigarrillo y, tras algún golpe de la vida, vuelve al consumo.
–¿Qué recursos utilizan?
–Es bueno que una persona llegue a tener pasión por algo: el teatro, la música, el atletismo, todos tenemos algo que nos gusta hacer. En el Portal hay talleres de literatura, de manualidades, jardinería, cocina. Al cocinero lo conocen en el barrio, “Atilio, el del arroz con leche”, porque les hace postres. Tenemos talleres de panadería, donde las clases las dictan ex presos. Cuando es necesario, se recurre a la medicación: ansiolíticos, antidepresivos. Y se les hacen exámenes médicos completos. También tenemos un centro diurno que funciona de 8 a 16, incluyendo desayuno y almuerzo. Es para personas que de otro modo se quedarían en la calle, y para los que salen de las internaciones.
–¿Qué pasa si un chico reanuda el consumo, o si está internado y quiere irse?
–Ellos han aceptado no venir intoxicados. Si alguno viene intoxicado no se lo echa, pero en esa condición no puede participar en actividades grupales. Lo atendemos, sí: “¿Qué te pasó?”, es la pregunta. Si un internado quiere irse, tratamos de que se quede pero no lo retenemos. Tiene que firmar su voluntad de retirarse y avisamos a la familia. Recuerdo un chico de 15 años: “¿Por qué te querés ir?” Y contestó: “Extraño a mi hija”. No es común que un varón de esa edad tenga una hija. “Tiene un mes, mi hija. Está con mi novia”, explicó. Por lo demás, puede ser que un chico venga una vez sólo por un rato: come, se baña, conoce el lugar, tal vez tenga una entrevista o no, y se va.
–¿Cómo viven estos chicos el cese del consumo problemático?
–Cuando deciden dejar la sustancia, aparece el que estaba escondido tras la adicción. Muchas veces se sienten culpables de cosas que han hecho: “Ustedes nos tratan demasiado bien y no lo merecemos: somos malas personas”. Asumir esta identidad adictiva hace difícil salir del problema. No sirven respuestas como “No, si sos bueno...”. Son efectivamente personas difíciles, que han adquirido las herramientas para sobrevivir en la calle. Mejor es devolverles la pregunta: “¿Por qué tenés necesidad de volverte malo? ¿Contra quién?”. Tal vez tenga razones para estar enojado, pero no es ésa la forma.
–Como Centro de Referencia ustedes capacitan profesionales...
–Por un programa dispuesto por la Junta Nacional de Drogas, vienen a formarse unos 50 profesionales al año; el tiempo se les reconoce como parte de su horario de trabajo. Vamos logrando que en cada centro de salud haya un referente capacitado: médico, enfermero, psicólogo, no importa el título. Es el que atiende a quien llegue a su centro con un problema de consumo.
–¿Qué destacaría de un balance, tras estos años de trabajo?
–En tres años, recibimos más de 3000 personas. Tuvimos 680 internados. De los que se internaron en 2009, la tercera parte ya habían estado internados, y eso no está mal; si vuelven es porque la experiencia fue buena para ellos. La recaída es parte del proceso. Según una encuesta sobre los que terminaron o dejaron, el 50 por ciento ya no consumía, el 25 por ciento consumía menos y otro 25 por ciento seguía igual o peor. No nos falta mucho para cubrir a todos los consumidores y no necesitamos más camas de internación. Uruguay es un país chico, y el problema está concentrado en algunos departamentos. Lo que hace falta no son más portales como el nuestro, sino escuelas que abran sus puertas, lugares dignos donde vivir y puestos de trabajo. Esos reaseguros necesitan.
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