Durante los ’60, cuando Sandro se lanzó en su carrera solista, abriéndose de Los de Fuego, Héctor Larrea fue su presentador. Así recordó el conductor, en una entrevista con este diario, aquellos años con Sandro: “Fueron dos años divertidísimos, porque Sandro era muy gracioso. Actuaba en los lugares más espantosos que puedas concebir, clubes de mala muerte con mezcla de olores, y nosotros íbamos todos vestiditos de smoking. Fue cuando él hizo un cambio, dejó los famosos De Fuego y llamó a cuatro tipos grosos del jazz para largarse solo. Entre ellos, Bernardo Baraj en saxo y Adalberto Cevasco en bajo. Sonaban extraordinariamente. Nos hicimos bastante amigos, más que con él, con sus padres. Me gustaba que me invitaran a comer, por ahí estaba Sandro, por ahí no, vivían en un conventillo de Valentín Alsina. Lo más divertido eran los viajes. Tenías cuatro shows por noche, uno en Ingeniero Budge, otro en Luján... te la pasabas viajando. Era un chiste tras otro, con Modart en la noche de fondo, nos terminábamos riendo de cualquier cosa. Después él se fue al exterior, yo empecé a hacer televisión, y guardé esa experiencia como un regalo”.

“Creo que Sandro hubiera sido un gran bailarín si se lo hubiera propuesto. Porque lo que hacía en esos escenarios del Gran Buenos Aires era impresionante. Había en él una tendencia estética, los suyos eran movimientos muy sutiles, no era sólo el movimiento pelviano, había toda una estética, que si se hubiera nutrido de técnica, lo transformaba en un bailarín fantástico. Entre los momentos desopilantes que recuerdo de aquellos años hubo uno en un Club de Bomberos Voluntarios de Lanús. Sandro siempre llegaba tarde, su representante lo retaba por eso, pero ese día llegó temprano. Como el artista llegó con tiempo, lo invitaron a participar de la ceremonia patria. Y allí estaba Sandro, con un traje tipo Beatle, preparado para moverse a lo Elvis, cantando el Himno Nacional al lado de un tipo vestido de bombero. Yo no aguanté, me tenté. La cosa terminó en una carcajada general, un papelón.”