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Dos agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) y dos verificadores de la Aduana que participaron de la inspección al avión de Estados Unidos demorado en Ezeiza afirmaron ante el juez Rafael Caputo que en la carga revisada había cinco cañones de fusiles y medicamentos que no habían sido declarados. Entre las drogas había sustancias analgésicas y psicotrópicas, cuyo ingreso al país no está permitido. Según los testigos, los elementos decomisados venían mezclados con los que sí estaban en un pedido de admisión. Un agente llamó la atención sobre la escena –que duró varias horas– en la que los marines se turnaban para quedarse sentados sobre una valija verde que llevaban como equipaje de mano, para evitar que fuera revisada. Esa valija, que según los norteamericanos tenía material “sensitivo”, fue abierta al día siguiente. Contenía software, equipos de transmisión, aparatos encriptadores, pen drives y drogas prohibidas.

El objetivo de la investigación –que deberá resolver el juez titular, Marcelo Aguinsky– es determinar si hubo sólo una infracción aduanera, que a lo sumo requerirá el pago de impuestos y una multa, o si hubo un intento de contrabando. Para la Aduana, no había delito –por eso no se hizo denuncia judicial–, pero sí una infracción al régimen de equipaje que obligó a incautar la mercadería. Para que haya delito, ilustran en el fuero Penal Económico ante Página/12, tiene que haber un “engaño” o un “ocultamiento” de la mercadería. El fiscal Roberto Leanza prefirió agotar todas las medidas posibles antes de definir qué sucedió. De ahí el desfile de testigos que se extenderá hasta la semana próxima, para reconstruir cómo y dónde estaba situada en el avión la carga bajo sospecha y en qué medida era necesaria para el curso de manejo de crisis y toma de rehenes que recibiría el GEOF de la Policía Federal.

Uno de los agentes de la PSA precisó ante el juez, según fuentes de la causa, que vio 24 fusiles, de los cuales uno estaba mal declarado, ya que no coincidía su numeración con la consignada en el inventario entregado por vía diplomática. Uno de los principales problemas se planteó con un bulto que estaba en la bodega: contenía cinco cañones de fusiles (serían piezas para intercambiar cuando un arma se recalienta) que no figuraban en el documento de “admisión temporal” que aportó Estados Unidos. El testigo sostuvo que esas partes no declaradas venían mezcladas con las armas que sí figuraban en la lista, es decir, no estaban disimuladas en recovecos de la aeronave.

Otro funcionario de la PSA relató que el gran alboroto se armó por una valija verde que traía uno de los nueve tripulantes. Todos traían equipaje de mano, pera había una maleta que no querían abrir. Durante horas los marines se fueron sentando sobre ella para impedir que la revisaran, mientras funcionarios estadounidenses advertían que contenía “carga sensitiva” y se discutía si era una “valija diplomática”. Fue abierta al día siguiente, en presencia del canciller Héctor Timerman. Hubo que romper el candado, porque nadie proporcionaba la clave. Un aduanero experto en electrónica confirmó que contenía software sofisticado, equipos tipo palm, pen drives, computadoras portátiles, aparatos de transmisión y encriptadores. También drogas, calmantes para el dolor, narcóticos y estupefacientes de ingreso no permitido. Un aduanero agregó que se había hallado un cajón con remedios vencidos.

Hoy están citados tres testigos del Registro Nacional de Armas. Toda la carga decomisada está en el aeropuerto de Ezeiza precintada, a la espera de un estudio pericial. Caputo pidió un informe detallado de todo el contenido y le requirió a la Policía Federal que explique qué utilidad tendrían todos los objetos y sustancias no declarados. La semana próxima están citados agentes de las fuerzas de seguridad y expertos de la Administración Nacional de Medicamentos.