Domingo, 12 de junio de 2011 | Hoy
EL PAíS › ALEJANDRO “PITU” SALVATIERRA, PRESIDENTE DE LA JUNTA VECINAL DE LA VILLA 15, CUENTA SU EXPERIENCIA EN SUEÑOS COMPARTIDOS
Trabajó en la construcción de viviendas que hicieron las Madres de Plaza de Mayo en Ciudad Oculta. Dice que les dieron trabajo a los que todos rechazaban y que el proyecto dinamizó el barrio.
Por Laura Vales
Ciudad Oculta es el nombre con que se conoce la Villa 15. Está en Lugano, sobre el límite de la Capital Federal, en un apretado espacio de pasillos angostos y zanjas con restos de basura donde se las arreglan para vivir cerca de 16 mil personas. Para llegar a la casa de Alejandro “Pitu” Salvatierra hay que caminar en fila por uno de esos pasillos, hasta la manzana 23. Quien haya prendido su televisor cualquier día de diciembre pasado conoce la cara de Salvatierra, porque fue el referente de los vecinos que tomaron el Parque Indoamericano. Pero antes –justo hasta ese conflicto, porque a raíz de él lo despidieron– trabajó en el obrador que el Proyecto Sueños compartidos de la Asociación Madres de Plaza de Mayo tiene en el barrio. Salvatierra defiende el proyecto por lo que significa para la villa y para los que viven en ella.
–¿Cómo entró a trabajar?
–Yo salía de estar preso. Durante siete meses estuve buscando trabajo, pero por el tema de los antecedentes y de dónde vivía me rebotaban. Estuve dando vueltas por un montón de lugares, inclusive hasta traté de entrar a limpiar los baños en el shopping Spinetto, pero la empresa dijo que tenía la política de no tomar gente con antecedentes. Y estaba a punto de tirar la toalla cuando apareció la posibilidad de trabajar en la fundación de Madres. No en el obrador sino de sereno, en el elefante blanco: cuidaba el pañol donde se guardaban las herramientas, y así empecé a relacionarme con los vecinos, además yo también soy del barrio. Por eso vi que lo que tiene de bueno el proyecto no es solamente la entrega de viviendas, sino todo lo que rodea al programa, porque toman la misma cantidad de hombres que de mujeres y es toda gente que no tiene experiencia.
–¿Cómo se capacitan?
–Vienen los arquitectos y los técnicos para dar los cursos en el horario de laburo. Eso es lo teórico, y la práctica se hace con el electricista, o el gasista o el plomero, ayudando. Inclusive son cursos con certificación de los gremios, hay algunos que llegan a sacar la matrícula.
–Decía que trabajan la misma cantidad de mujeres que de hombres.
–Las mujeres colocan cerámicos, son electricistas, levantan paredes, revocan. El método de construcción no es el tradicional, con ladrillos, sino que se usa una pistola con la que se pone el material. Yo he visto competencias de mujeres contra hombres a ver quién revocaba primero y ¡muchas veces ganaban las mujeres! (se ríe). Pero fundamentalmente lo que hace la fundación es tomar gente de los mismos barrios donde se trabaja. Cuando Sueños compartidos llegó a Ciudad Oculta creó más de 700 puestos de trabajo, entonces muchos pibes que delinquían, que tenían problemas de adicciones, que vendían drogas, consiguieron por primera vez ganarse la vida dignamente. Entrás a todo un mundo que no conocías. Muchos tendrían que haber visto la cara nuestra cuando nos dieron las tarjetas para ir a cobrar, nunca habíamos tenido una tarjeta para cobrar un sueldo. Nos juntamos veinte y fuimos con una compañera administrativa de la Fundación que nos enseñó cómo cambiar los códigos y esas cosas para usar la tarjeta.
Si uno levanta la cabeza ve cables enredados contra el cielo y atrás la estructura del elefante blanco, el edificio abandonado en el que nunca llegó a funcionar el hospital más grande del país. En la vereda de enfrente están los departamentos del Sueños compartidos. Doscientos sesenta ya se entregaron y otros están en construcción. La salida de Sergio Schoklender de la Fundación y la separación de otras quince personas que están siendo investigadas con él por la Justicia generaron un cimbronazo interno en las cooperativas. En muchas hubo desconcierto y asomaron conflictos porque el pago de los sueldos se demoró unos días. Finalmente, los salarios fueron depositados este viernes y los rumores de que podría haber un paro, justo en medio de la situación de crisis para la Asociación, quedaron desarmados.
Salvatierra asegura que la gente “bancó porque no es tonta. Las condiciones de trabajo de la Fundación no se tienen en otro lado”. Como ejemplo, cuenta que su hija menor, Kiara, pudo nacer en una obra social. “El parto fue en un lugar espectacular, con todas las atenciones. Mis otros dos hijos habían nacido en el hospital público, con lo que eso implica. Uno se siente más digno. Por eso hay que tener dimensión de lo que significa que más de 700 personas de un barrio como el nuestro, de no tener nada puedan tener un trabajo... Mucha gente que estaba desocupada y se dedicaba a cosas malas ahora tiene una ocupación, cobra, muchas familias estaban dispersas porque había pibes que estaban metidos en el paco y las mujeres se habían ido con sus hijos, los dejaban porque estaban totalmente arruinados, pero ya con un trabajo se empezaron a ordenar en su vida, empezaron a cambiar, rearmaron su familia. Para el barrio fue un cambio: está el Tucumano, que tuvo que abrir otra sucursal de su carnicería, Mario el almacenero, que amplió dos veces el almacén. Inclusive hemos recibido testimonios de la Casa del Audio que tuvo que abrir otra sucursal, porque la gente a raíz de que tenía recibo de sueldo podía acceder a un crédito, empezó a consumir más. Si eso no es inclusión social, ¿qué es inclusión social?
–¿Cuál era el sueldo?
–El de convenio, que hoy está entre 2400 pesos y 2600 para el ayudante de albañil. Otra tema de las condiciones es que hay un comedor donde todos desayunan y almuerzan. Las mujeres que trabajan tienen una guardería gratuita para llevar a sus chicos. Son cosas que se pueden certificar y ver, cualquiera puede ver la guardería, el lugar donde los obreros comen, las condiciones en las que se trabaja.
Condenas
Contra el cordón, se oxidan los restos de un auto. Desde una ventana del tercer piso de los departamentos ya inaugurados alguien reconoce al entrevistado y le grita: ¡“Aguante Salvatierra!”. Desaparece y al rato vuelve a asomarse por la ventana, con un banderín de la Asociación de las Madres. Salvatierra dice que quieren que en el elefante blanco se instale una sede de la Universidad de las Madres. “Sería una puerta para ir para adelante.” Porque la desocupación bajó, pero los trabajos son en la construcción o en empresas de limpieza. “Para dar una idea, el pibe que asomó la cabeza es el que tiene una moto puede hacer motoflete, eso es lo máximo. Entonces, para salir, las generaciones nuevas tienen que aprender otra cosa. Si no, tenemos trabajo, pero nos condenamos a estar en el mismo lugar.”
–¿Cómo era la relación con Schoklender?
–Lo veíamos poco, la verdad, en ocasiones especiales, cuando se entregaba alguna vivienda o si había algún evento. Se dicen muchas cosas, pero para mí si hubo malversación no fue con el pago de los sueldos ni con los tiempos en que se tenían que hacer las obras, porque al sueldo lo cobramos y las casas se terminan a tiempo. Aparte, las condiciones de la Fundación, porque los pibes van, piden trabajo y nadie te pregunta nada, lo único que te preguntan es si tenés ganas de trabajar. Después, tenés que respetar las condiciones de cualquier trabajo, venir a horario, venir en condiciones de trabajar, respetar a tus compañeros. Si vos cumplís con las normas a ellos no les importa si tenés antecedentes, lo que les importa es que quieras trabajar. Si hubo malversación de fondos nosotros no lo notamos, siempre cobramos el sueldo.
–¿Y los aportes jubilatorios?
–Eso no sé.
–Se está investigando si no se hicieron esos aportes.
–Puede ser, puede ser que este tipo haya hecho eso.
–Como dirigente social, ¿cómo cree tiene que resolverse esto? Porque las irregularidades están.
–Yo pongo las manos en el fuego por la Fundación y en especial por Hebe de Bonafini, porque ella ha tenido un gran respeto por nosotros, un trato..., la preocupación por que estemos bien, que el almuerzo esté, que cobremos a tiempo, se enojaba cuando había un retraso en el pago. Si Sergio Schoklender y otros utilizaron el nombre de la Fundación y se aprovecharon de la confianza que se les brindó para hacer cosas raras con la plata, que vayan a la Justicia y que paguen el error que cometieron como cualquier otro ciudadano, pero que el proyecto siga. Da mucha pena que todas las miradas estén puestas sobre un idiota capaz de hacer una cosa así.
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