EL PAíS › LOS DIPUTADOS SE APRESTABAN A DAR MEDIA SANCION A LA LEY DE PRESUPUESTO 2002
En el Fondo, son más pragmáticos que populistas
La aplastante mayoría de la coalición entre peronistas, radicales y frepasistas garantizaba un final cantado. Los partidos de izquierda y de centroizquierda votaron en contra y cuestionaron la falta de debate real. Los discursos opositores más potentes fueron los de Zamora y Carrió. Matzkin defendió, como pudo, la propuesta del Gobierno.
Por Felipe Yapur y Eduardo Tagliaferro
El justicialismo avanzó ayer en la línea recomendada por el Fondo Monetario Internacional. Con el respaldo de sus socios radicales y frepasistas, el peronismo consiguió la media sanción de un Presupuesto que continúa con las políticas de ajuste fiscal y reducción del gasto público que caracterizaron los últimos 12 años. Medidas que siguen los mandatos del denominado “Consenso de Washington”. Todo para seguir soñando con nuevos préstamos de los organismos financieros internacionales. El presidente Eduardo Duhalde tuvo otro motivo para la sonrisa. Con cierta vergüenza, sus seguidores justificaron su voto por la gravedad de la crisis. La oposición no dudó en calificarlo de “mentiroso y genuflexo”. Al cierre de esta edición los legisladores se aprestaban a iniciar la discusión en particular del proyecto bajo la atenta mirada de uno de los más férreos defensores del Presupuesto, el secretario de Hacienda, Oscar Lamberto.
Entre los bloques que votaron en contra se enrolaron el ARI, el Frente Grande, Autodeterminación y Libertad, Izquierda Unida, Partido Intransigente, Frente para el Cambio, Polo Social y Socialismo Popular. También votaron por la negativa, pero con otra lectura de la realidad, la gente de la UCD, los partidos provinciales e incluso los cavallistas.
Comenzó la saga de discursos el manzano-menemista Jorge Matzkin. Defendió la iniciativa oficial con la misma eficiencia con que supo hacerlo cuando le tocó ser el miembro informante de los presupuestos de Carlos Menem. El mismo lo reconoció cuando dijo “he tenido oportunidad de analizar todos los presupuestos que se han sucedido desde el retorno de la democracia en 1983”. Tal vez haya sido el oficio o quizá fue la necesidad de no profundizar lo que llevó a que su exposición transcurriera más por las dudas filosóficas que por los números del Presupuesto oficial. A modo de disculpa, el titular de la Comisión de Presupuesto y Hacienda precisó -parafraseando la vieja frase de Perón– “nosotros trabajamos sobre la realidad porque allí está parte de la verdad”. Incluso no se privó de citar a Jean Paul Sartre para referirse a “la realidad concreta”.
A la hora de hablar del Presupuesto, Matzkin reivindicó que no se ocultaba el desmoronamiento del Producto Bruto Interno. “Va a haber una caída del 5 por ciento de la caída del PBI, es decir que la Argentina será un cinco por ciento más pobre”, afirmó. Los datos económicos que detalló a continuación eran tan duros como éste. Vaticinó una caída del consumo en un 6 por ciento, especuló que la tasa de crecimiento de los precios sería de un 15 por ciento, en cuanto a la inversión admitió que caería un 18 por ciento.
Claro que, en medio de tanta caída, le sacó brillo a uno de los pocos item en los que dijo habrá crecimiento: las exportaciones. Sobre estas dijo que rondarán en los 46 mil millones de pesos. Para minimizar el impacto negativo de estos índices, recordó a sus pares que “es el primer presupuesto post convertibilidad”, la que, por esas paradojas de la vida, Matzkin justificó cuando nació y denostó cuando se derogó.
No hubo aplausos porque no había motivos para festejos. Desde las bancadas mayoritarias se reivindicaron reiteradamente los acuerdos alcanzados entre las provincias y la Nación. Por el radicalismo habló el jefe de la bancada, el catamarqueño Horacio Pernasetti. Apoyó el Presupuesto y su oratoria fue fiel a su estilo. Cuando finalizó su ponencia quedaban en el recinto 116 diputados de los cerca de 160 que habían comenzado a escucharlo. El radical reiteró que “este era el presupuesto de la crisis y de la transición”. Coincidió con Matzkin en que el proyecto que estaban por votar “no era lo óptimo, pero sí lo posible”. Tuvo sus mayores puntos débiles cuando afirmó que “cambiamos el modelo cuando derogamos la convertibilidad”. La insistencia del discurso oficialista, repetido por peronistas y radicales, en decir que “este esotro modelo” tiene tantas lagunas que la afirmación no deja de ser más que una expresión de deseos. El final del discurso de Pernasetti fue para dar el voto positivo de su bloque y reiterar la frase de “no poner piedras en el camino”. A esta altura nadie sabe quién empedró la ruta hacia el abismo.
La sangría de legisladores en el recinto continuaba. Más cuando a primera hora de la tarde, el titular del cuerpo, el duhaldista Eduardo Camaño, en un exceso de optimismo, dijo que “se votaría a las diez de la noche”. Los pasillos y bares aledaños se fueron llenando de legisladores, en las bancas sólo quedaban las carpetas. En los pupitres de los menemistas Alejandra Oviedo y Adrián Menem sobresalían los restos de un frugal menú muy común entre los descendientes de árabes: semillas de girasol, con las que los riojanos sobrellevaron la hora del almuerzo y que tentó a más de un duhaldista como la bonaerense Graciela Caamaño.
Los que dijeron no
Tras varios discursos de acompañamiento al “Presupuesto posible y equilibrado”, como lo definió con forzada candidez Matzkin, comenzaron a escucharse las posiciones contrarias. La más dura fue la del representante del ARI Jorge Rivas. El diputado caracterizó de “humor negro” la actitud del miembro informante del PJ, quien minimizó la caída del 5 por ciento del PBI: “Cuando se termine de ejecutar este presupuesto, existirán un millón y medio más de compatriotas sin trabajo”, dijo. Con vehemencia y casi a los gritos, el legislador socialista aseguró que no es posible confiar en quienes gobernaron los últimos años “cuando dicen que impulsan los planes sociales por sensibilidad social. A ellos les es funcional la pobreza estructural para poder chantajear cada dos años cuando lleva el momento del voto, dando una bolsa de comida”. Matzkin no lo escuchó, había salido raudo para atender la oportuna requisitoria de periodistas radiales. Igual Rivas continuó, y acusó al gobierno de “miserables genuflexos”. La definición levantó de la banca a la bonaerense Caamaño quien no le quitó la mirada de encima al socialista que se explayaba en el significado de la genuflexión del gobierno: “Incorporaron en el presupuesto la emisión de un bono por el cual el Estado va a endeudarse al solo efecto de resolver el problema de los bancos”, indicó.
Mucho menos vehemente que el arista, el presidente del bloque del Frente Grande, José Vitar, apuntó a la condición de irreal del presupuesto porque “no sólo es un dibujo sino que además se enmarca en un Estado que fue desmantelado y que no cuenta con las herramientas para enfrentar a la recesión y a la paralización del aparato productivo”.
En tanto, Luis Zamora, de Autodeterminación y Libertad, recurrió a la ironía para describir el cuadro de situación nacional. Consideró que el debate del presupuesto era irrelevante porque “ya fue consensuado con Washington”. Su tono fue tranquilo y reflexivo. Lejos de cohibirse por el escaso auditorio presente, reparó en que “acá no se vota nada. Porque este presupuesto ya se votó. Por eso los legisladores no escuchan los discursos, por lo mismo no están en el recinto.”
Al definir el proyecto enviado por el gobierno, no dudó en calificarlo como “mentiroso”. Comparó este presupuesto con el remitido por Domingo Cavallo. Dijo que ambos estaban pensados para obtener, en el mejor de los casos, créditos del FMI. “En realidad la ayuda del Fondo es para el propio Fondo”, sintetizó.
Luego de indignarse por lo regresiva política tributaria, y de afirmar “es terrible que un desocupado pague el impuesto al valor agregado” criticó cualquier alternativa de seguir una política aislacionista, como había sugerido el diputado del ARI, Mario Cafiero, que había recomendado “vivir sin el FMI”. Para Zamora hay que integrarse con América Latina, “hablarle a estos pueblos que a su vez nos están hablando”. El legisladorde Autodeterminación y Libertad, adelantó su rechazó al presupuesto y llamó a enfrentar “la barbarie capitalista que hace que unos 90 países no tengan hoy un lugar en el mundo”.
¿Qué modelo?
Como contracara de su discurso, el liberal Carlos Castellani reivindicó al capitalismo. Lo hizo luego de decir “no hay sistemas perfectos pero el capitalismo es el menos malo de los sistemas”. Una afirmación que por estos días, por falta de alternativas reales, no puede ratificarse en la práctica. La reivindicación del capitalismo vino luego de que el liberal se preguntara “¿qué modelo se quiere implementar, tal vez el comunismo, o el socialismo?”.
Esto motivo la respuesta de Zamora. “Yo aspiro a un mundo que termine con el hambre y la barbarie que promueve el capitalismo. La palabra ‘socialismo’ es amplia pero sigue siendo una alternativa a la palabra ‘capitalismo’. ¿Qué socialismo? Un socialismo que tenga la forma que cada pueblo decida”, le respondió.
Al cierre de esta edición hablaba Elisa Carrió y sus palabras sacudían al puñado de legisladores que seguían en el recinto. Fiel a su discurso sobre el fin de modelo y fin de época, la líder del ARI auguró “Todos nos estamos mintiendo. Lo que estamos votando no sirve ni para conseguir la aprobación del Fondo. nos queda poco tiempo. Tenemos que obrar de la mejor manera posible porque esto puede ser un salto a la nada”.
Adentro los debates seguían. Afuera se comenzaba a desplegar el cotillón. “Fuerza Duhalde”, fue uno de los primeros pasacalles que se instalaron en la Plaza del Congreso. Llevaban la firma del emblemático caudillo de Lanús, Manuel Quindimil. El próximo miércoles le tocará a los senadores levantar sus manos. Será, todo lo indica, un mero trámite.