EL PAíS › A PROPOSITO DEL LLAMADO DE ZAMORA A VOTAR EN BLANCO

Un debate por izquierda

El llamado que hizo el diputado a sus seguidores, convocándolos a votar en blanco o impugnar el sufragio del próximo domingo en la Capital Federal, despertó una ola de réplicas e impugnaciones y algunas opiniones a su favor. Página/12 reproduce la polémica.

POR LEON ROZITCHNER.
Votar clandestinamente

El próximo domingo mucha gente de izquierda, ante la contundencia del peligro que nos amenaza, votará clandestinamente a Ibarra para detener a Macri, como antes lo había hecho con Kirchner para detener a Menem. Mientras tanto el oficialismo de izquierda se abstiene: puesto que las perdieron, las elecciones han dejado de tener sentido. O ganamos todo (ilusión) o perdemos todo (realidad). Lo demás es historia verdadera.
El enunciado de Zamora, ilusorio e indiferente a la realidad, obliga a los votantes a clandestinizarse para mantener su relación material con el mundo político, donde son fuerzas verdaderas y contrapuestas las que se enfrentan: no podemos quedar indiferentes cuando se trata de desbaratar y contener al fascismo y al neoliberalismo vernáculo. Y para enfrentar a ese peligro la izquierda más votada nos obliga a la hipocresía, que es la doble inscripción, esquizofrénica, en las conductas políticas. No entiende que a la moral hay que comprometerla en los hechos para que cobre vida.
El poder odia al vacío, pero también odia al político que tiene la posibilidad de ocupar un espacio de realidad, y lo desecha.
El dilema es claro: o se entra en el juego donde la democracia ofrece la posibilidad, así sea reducida, de determinar parte de los acontecimientos que nos afectan, o imploramos al cielo –que también tiene su Paraíso de izquierda, y sus aureolados– para ponernos al margen de la política y de su eficacia. Sobre todo en una coyuntura donde se juega el límite de una inscripción nueva y progresista. Un acuerdo claro, visible y público hubiera permitido que el triunfo de ese candidato “burgués” que es Ibarra –ni fascista ni reaccionario ni de derecha ni apoyado por las hordas conservadoras del establishment, como es el otro– pactara públicamente con ese 12 por ciento para imponerse. Eso era hacer política. Ibarra hubiera llegado a un acuerdo con la izquierda, si la izquierda era necesaria para su triunfo –que ahora aparece indeciso–. Pacto, es decir compromiso visible, a la luz del día, para condicionar el cumplimiento de medidas inmediatas que constituye la urgencia impostergable de una parte de la población, esa “plebe” o “lumpen proletariado” (¿así se dice?) que votó a la extrema derecha. ¡Y después nos asombramos de que los antiguos barrios proletarios o meramente pobres voten a Macri y no, como debieran, a Zamora!
Entonces, para conservar su pureza revolucionaria, esa izquierda debe convertir su voto en clandestino. Doble inscripción de la izquierda. Hacia afuera proclama: somos puros, nadie es tan impoluto como nosotros. Pero hacia adentro nos obliga, si no queremos ser estúpidos, a impedir que la extrema derecha triunfe y, contra Zamora, votar “en negro” en el cuarto oscuro por Ibarra. Si al voto, en vez de ser un arma entre otras, se lo transforma en estéril, esta prescindencia lo convierte en una melancólica plegaria de papel lanzada a los vientos de la historia abstracta. En política no hay inocentes ni valen las buenas intenciones: sólo hay decisiones que, luego de enfrentar la realidad, triunfan o fracasan. Un 12 por ciento, en esta coyuntura, es un poder colectivo que nadie puede darse el lujo de hacer añicos y tirarlo a la marchanta.
Al disolver la voluntad colectiva anudada en el comicio, Zamora lo devuelve a cada votante a un antiguo placer solitario y clandestino: para que haga con la boleta, en el cuarto obscuro, lo que sus ganas le dicten: una pajarita de papel para el caso. En fin, penas de amor perdidas, como tantas veces en la izquierda.


POR DANIEL VEGA *
Preferís mentiras piadosas

Leía el articulo de Sandra Russo y no podía dejar de escuchar, como música de fondo a sus palabras, la canción de Joaquín Sabina. Creo que a Sandra también le cuesta entender que “el mundo es más ancho ....” no sólo que sus caderas, que seguramente ya lo sabe, sino que el mismo mundo que ella habita. Y lo que es peor, no sólo cree en los límites de su mundo, sino que además parece desear que sea así, cosa que es mucho más triste.
Sería mucho más sencillo y tranquilizador creernos que es cierto, que todo en última instancia se resume a dos opciones: gordo o flaco, arriba o abajo, papá o mamá, buenos y malos, hombre o mujer, o Macri o Ibarra para plantearlo en una escala porteña y cotidiana. Pero la vida, por suerte Sandra, no se deja reducir a un binarismo entristecedor y empobrecedor, la vida es pura multiplicidad, es siempre invención de lo inexistente.
La gente lo sabe, y ese saber es mucho más potente que el que puede ser transmitido en el plano de las significaciones y representaciones, es un saber de puras intensidades que está entre la gente, que no se deja capturar (aunque resignadamente termine votando por alguien el domingo) en un régimen electoralista y parlamentario, y que está elaborando microscópicamente, molecularmente, gestando cotidianamente las condiciones para su decir colectivo. Es un saber sobre otras políticas, esas que Sandra Russo parece desconocer cuando califica como chicanas pre electorales el planteo de Autodeterminación y Libertad sobre los efectos igualmente desastrosos que tendrán en la vida de la gente un triunfo de Ibarra tanto como el de Macri. Que los dos defienden y expresan intereses de diferentes sectores del aparato de poder, no los hace ni más bueno ni más malo para los que imaginamos otro mundo distinto al de la barbarie capitalista.
Por eso, porque ante las estrategias políticas nos proponemos una ética del hacer, no eran chicanas ni estrategias pre electorales en busca de más votos, es lo que vemos, lo que vivimos día a día y así lo planteamos y lo seguimos planteando, ni Ibarra, ni Macri. Trabajar para construir la ficción de una única opción con dos caras es trabajar contra la participación activa de la gente como gestora de su historia. Es trabajar para la detención de los miles de procesos de autodeterminación y autogestión que se vienen dando. Impulsar el voto por uno u otro candidato es impulsar y apostar a la reconstrucción de un régimen y de sus instituciones desfallecientes y deslegitimadas.
El mundo es más ancho, más amplio, o más aún, el mundo en el que habla y para el que habla Sandra Russo es sólo uno de los mundos posibles, el de la barbarie, el del hambre de millones, el de las guerras imperiales. Si creemos que otros mundos son posibles, y si además los deseamos habitar, no es con los Macri o con los Ibarra con quienes podemos construirlo. El no en las urnas será un sí que abre, que potencia la autodeterminación de la gente.
* Profesor adjunto de la Cat. Salud Pública y Salud Mental, Fac. de Psicología, U.B.A. Ex candidato a legislador por AyL.



POR JOSE ALBERTO ROSELLI*.
¿Cuanto peor, mejor?

El ahora ex candidato Luis Zamora pide que los porteños impugnen su voto en el ballottage entre Aníbal Ibarra y Mauricio Macri. Así, repite las viejas y gastadas consignas de la izquierda tradicional que se alejó de la sociedad. Hoy Zamora iguala a Macri con Ibarra. Ayer Kirchner y Menem eran lo mismo. ¿Eran lo mismo?
La apetencia por la diferenciación constante alimenta su personalismo, impidiéndole observar que con Macri llegan a la Jefatura de Gobierno los elementos más rancios del capitalismo financiero; el establecimiento del orden a través de la “limpieza social”, y el espacio de lo privado, una vez más, se apropiará de lo público.
Zamora fustiga severamente a los que, según él, van a votar por el “mal menor”, mientras insiste en la abstención que, al fin y al cabo, lo inscribe en la triste tradición del “cuanto peor, mejor”.
Lo cierto es que, entre los productos indirectos de la insurrección del 19/20 de diciembre de 2001, se encuentra el actual escenario electoral de la Ciudad de Buenos Aires.
Sin aquellas jornadas históricas, Kirchner estaría en Santa Cruz, Macri sin preocupaciones políticas, bien representado en el poder; e Ibarra sin apuros.
Para votar a Ibarra, abstenerse, votar en blanco o no ir a votar, la gente no necesita posicionarse detrás de un proyecto personal, no necesita dividirse.
Gane quien gane al otro día tendremos que seguir luchando, presionando y arrancándoles necesidades y deseos. Para eso no necesitamos un líder, ni un referente que ya está pensando en las próximas elecciones...
Saludamos a todos los que adopten cualquiera de estas posiciones, y seguimos en la lucha por una sociedad socialista y contra la mentira.
Tenemos amigos, compañeros de lucha que ya han decidido su voto por alguna de las alternativas mencionadas. Cada uno desde su posición busca cerrar el capítulo nefasto del neoliberalismo en la historia de nuestro país.
Porque creemos que esto es lo que se juega. ¡No nos van a dividir!
* Obrero metalúrgico. Diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires.
(Ex Bloque de Autodeterminación y Libertad.)

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