Martes, 6 de septiembre de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Washington Uranga
Pasó la Marcha Federal y dejó como saldo muchas cuestiones para analizar, pero sobre todo instaló nuevos escenarios y abre otras perspectivas para reflexionar sobre la realidad política y social del país.
n Un nuevo sujeto popular que comienza a constituirse. Este quizás haya sido uno de los logros más importantes. Sobre todo teniendo en cuenta la inconsistencia demostrada por la oposición institucionalizada en los partidos y en algunos sectores sindicales que coquetean con el Gobierno. Unos y otros actúan tratando de obtener ventajas directas o bien salir beneficiados en el mediano plazo frente al fracaso de la estrategia económica y política de Cambiemos.
La Marcha Federal hizo visible coincidencias que surgen desde la base social y popular, superando los encuentros de cúpulas. Convocaron las dos CTA, pero hubo gremios de la CGT, estuvieron las organizaciones sociales y de la economía popular y solidaria, las diversas multipartidarias contra los tarifazos, se sumaron agrupaciones de izquierda y muchos participantes espontáneos. Entre otros logros esto permitió alcanzar la masividad que, sin ser el único y más importante de los datos, es una cuestión relevante, que incluso obligó a los medios de comunicación oficialistas a no desconocer el acontecimiento si bien intentaron minimizar su trascendencia. La masividad, vale decirlo, sorprendió incluso a varios de los dirigentes convocantes que en los días previos no ocultaban su preocupación acerca de que un número reducido de participantes provocara un “tiro por la culata” para ellos y sus organizaciones. No sucedió.
Y la convocatoria se amplió por derecha y por izquierda. Por arriba y por abajo. También desbordó las fronteras organizativas de quienes la convocaron.
La Marcha puede leerse como un emergente del malestar social. Esa “sensación” que ciertos dirigentes políticos intentan desconocer -incluso algunos de los que formalmente se definen como opositores- pero que está presente en la cotidianeidad de los asalariados. “La Marcha Federal vino a cumplir un vacío de representación del conflicto social” sintetizó Hugo Yasky ante Página/12 para rematar que los participantes “sentían que había que unificar y expresar una demanda de cambio profundo en las políticas que vienen constituyéndose en una permanente agresión a los sectores populares”.
Fue una advertencia fuerte para el Gobierno, aunque el macrismo insista en mostrarse inflexible. Prueba de ello es que antes de iniciar su regreso desde China el presidente Mauricio Macri se apresuró a cerrar las puertas a cualquier reapertura de negociaciones paritarias. No obstante en Cambiemos tomaron nota del cambio de escenario.
También se anoticiaron los dirigentes de la CGT unificada (más “emparchada” que unificada, dicen algunos) reacios a lanzar un plan de lucha que contemple un paro general bajo el argumento, a veces explícito otras no tanto, de “no romper el diálogo” y “darle tiempo” al macrismo. Los cabecillas sindicales no pierden de vista su agenda, pero tienen también gran capacidad para captar el humor social, son astutos y buscan siempre evitar ser superados por las bases.
n Los escenarios de la lucha. La Marcha también dejó en claro que este nuevo sujeto popular que emerge se inscribe en la tradición histórica de las luchas sociales en la Argentina y elige la calle como el lugar más apropiado para sus batallas. Pero habría que tomar nota también de que la Marcha Federal no solo se jugó en la calle. Quizás como pocas veces antes en este tipo de convocatorias también hubo redes sociales dentro de la estrategia de los organizadores. Los dirigentes entendieron que ese es un espacio a contemplar y a conquistar, un ámbito a considerar dentro de la estrategia de lucha. Es un dato novedoso para tener en cuenta y que puede incidir en el futuro para la construcción del nuevo sujeto de la lucha popular.
Calle y movilización social son dos componentes del escenario político a los que conscientemente ha renunciado la alianza Cambiemos impulsada por la práctica del PRO, mucho más propensa al “vos” que busca interpelar personalmente, que elige los medios de comunicación y las redes sociales como ámbito privilegiado de su estrategia de incidencia y consiente en el “timbreo” como la forma más utilizada de aproximación directa a la ciudadanía.
También es cierto que, por esa misma lógica, en el macrismo desestiman la importancia de la movilización popular y no sienten que la gente en las calles constituya un obstáculo a sus objetivos. La lectura sigue siendo la transmitida por sus voceros periodísticos en las últimas semanas pretendiendo leer los actos de protesta masiva como embates contra la “institucionalidad”. Por este motivo y porque no están dispuestos a ceder en sus propósitos políticos y económicos los dirigentes del macrismo deciden, por el momento, no prestar atención al reclamo callejero. Sin embargo, por las dudas, el Gobierno ya armó un “comité de crisis” integrado por buena parte del gabinete ante la posibilidad de que la protesta social vaya en aumento.
Queda como uno de los saldos: para consolidarse el campo popular amplia el campo de alianzas, reposiciona actores, renueva a otros y complejiza sus estrategias de lucha.
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