Domingo, 9 de octubre de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINION
La convocatoria de Cristina Kirchner. La necesidad de un frente opositor, las dificultades que acechan. Un mapa del peronismo actual, vertientes y poderes diversos. Coaliciones hubo siempre. La respuesta del Gobierno a la CGT, lo que puede venir. Colombia, desazones y broncas.
Por Mario Wainfeld
Cristina Fernández de Kirchner convocó a la “construcción de una nueva mayoría popular” en el mini estadio de Atlanta, el jueves pasado. En otro tramo de su discurso prometió no tomar “ninguna decisión que perjudique la construcción de ese frente, que es mi compromiso esencial”. Definió esa tarea como la más importante de su vida.
Lo hizo durante un acto cuyos organizadores y asistentes expresan el actual estado del Frente para la Victoria (FpV), proponiendo trascender sus organizaciones y sus fronteras.
La oradora dejó entreabierta (o no cerró) la puerta para una candidatura en las elecciones del año próximo. Quien se obliga a priorizar el frente no puede-debe negarse a encabezar una lista, si eso resultara funcional al objetivo buscado. La necesidad del Frente Ciudadano había sido planteada por Cristina hace seis meses, en otro acto en las inmediaciones de los tribunales de Comodoro Py. No hay, entonces, novedad aunque se agregaron precisiones y la mención más nítida al compromiso personal, que implica “poner el cuerpo”, dónde y cómo cuadre.
El mensaje interpela al kirchnerismo y alerta al conjunto de las fuerzas políticas y sociales. El desafío es darle sentido y traducirlo en acciones cotidianas. El contexto doméstico y el internacional son difíciles, hostiles, hasta dolorosos (ver asimismo nota aparte).
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Altri tempi: El peronismo, en su trayectoria de décadas, concretó o intentó una gama de experiencias frentistas. Juan Domingo Perón buscó tentar al radical Amadeo Sabattini para integrar fórmula presidencial en 1946. Tras el fracaso congregó a otros dirigentes boinas blancas. En 1973 el justicialismo fue el mentor del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) que aunaba variados partidos, de mucho menor porte.
El presidente Néstor Kirchner intentó la Transversalidad en sus primeros años, pensada en clave de trascender los márgenes del peronismo con aliados progresistas. Y articuló para las elecciones de 2007 la Concertación plural, coalición con radicales, muchos de ellos con poder local: gobernadores e intendentes. La victoria fue amplia pero la entente se deshizo en gran medida antes de la estocada final que le propinó el “voto no positivo” del ex vicepresidente radical Julio Cobos.
El desafío es gigantesco, peliagudo. Si adaptamos una frase célebre, la base social está pero el armado político brilla por su ausencia.
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Diásporas y necesidades: El kirchnerismo, como el “peronismo con Perón”, prácticamente nació gobernando, merced al voto popular. El General-presidente no fue desalojado del gobierno por una derrota electoral, revés que sí sufrieron distintas variantes del justicialismo a partir de la recuperación democrática: en 1983, en 1999 y en 2015. Negar la gravitación y entidad del veredicto ciudadano del año pasado sería un acto de cerrazón, en el que todavía incurren ciertos dirigentes y militantes kirchneristas.
El triunfo en las urnas embellece y convoca. La derrota dispersa, divide, desalienta en proporciones variadas pero, en alguna medida, inevitables.
La diáspora del FpV se expresa en defecciones, deserciones mezquinas, reproches atinados o excesivos, realineamientos. Reducirlos a la valoración subjetiva de los dirigentes, ex funcionarios, legisladores o mandatarios que las corporizan es, solo para empezar, un error. Andando camino es angostar aún más los propios límites políticos.
El menguado poderío territorial del peronismo en su “conjunto” (se subrayan las comillas) solo admite comparación con el período 1983-1987, después de la arrasadora llegada al poder del presidente Raúl Alfonsín. No controla ninguna de las cuatro gobernaciones de las provincias más pobladas. La derrota nacional se mezcló con la pérdida de Buenos Aires que llevó las variadas camisetas justicialistas desde 1987 hasta el año pasado.
Los gobernadores de la nueva camada se alinean (es un decir) con el Partido Justicialista. Están entre distanciados y enfrentados con el FpV.
La potencia del kirchnerismo no arraiga en el territorio, tal vez la intendenta de La Matanza, Verónica Magario, sea su mandataria más potente hoy día.
Desprovisto de gobernaciones, el kirchnerismo ejerce, también por vocación, el rol de mayor opositor al Gobierno. José Natanson describe bien el cuadro en un recomendable artículo publicado en Le Monde Diplomatique, titulado “Los tres peronismos”. Describe como principales activos K a “la fuerza de su militancia territorial, preponderantemente de clase media y juvenil”, “al influjo que conserva en sectores importantes de la sociedad” como válida consecuencia de los avances en doce años de gobierno y “al liderazgo de Cristina que conserva índices de aprobación y un peso político que la sitúan en la primera línea, una especie de presidenciable permanente, a años luz del resto de la dirigencia kirchnerista”.
Las elecciones de 2017 se dirimirán a nivel provincial, lo que, tal vez, da a los dirigentes locales la chance de conservar posiciones en sus terruños sin necesidad de jugarse a fondo en armados nacionales.
El kirchnerismo, de momento, muestra una candidata de enorme gravitación, en la provincia más relevante y una carestía notable para emularla en otros pagos.
Dibujar escenarios es internarse en un jardín de senderos que se bifurcan. El dato duro a tener en cuenta es que el FpV consiguió la marca record de más del 54 por ciento en las presidenciales de 2011 y bajó a algo así como el 33 por ciento en 2013, guarismo que no pudo mejorar especialmente en la primera vuelta del año pasado. La reducción drástica se produjo de modo simultáneo al abroquelamiento en la propia fuerza. Prescindió de (o alejó a) aliados empezando por el entonces secretario general de la CGT Hugo Moyano. Y prosiguiendo con una larga lista de dirigentes del Frente Renovador (FR) con su líder, el diputado Sergio Massa, a la cabeza. Massa supo construir una fuerza política que atrajera a sectores sociales medios y bajos, con buen arraigo en Buenos Aires.
Hace tres años y no uno que el drenaje de votos del FpV se corresponde casi matemáticamente con los que atrajo y conservó el FR en ese lapso. La migración no es lineal, seguramente los cambios de preferencias son más variados y complejos pero la homología es sugestiva.
La estrategia política del FpV después de la reelección de Cristina privilegió la cohesión (vibrante siempre, sectaria a veces) al frentismo. Así y todo estuvo a un pelito de conservar el gobierno pero fue vencido, lo que avivó enconos acumulados en años y el clásico reflejo pejotista de dar vuelta la página buscando otros liderazgos cuando la marea baja.
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Lo bono, si poco, dos veces malo: Conformar una oposición electoralmente vigorosa es un objetivo hoy distante, el macrismo opera para empiojarlo, valiéndose del poder estatal que no es poco tras “la década perdida”. Al mismo tiempo, contribuye a acrecentar su oposición social. Los daños causados en diez meses son tremendos, tanto que el oficialismo ralentiza su marcha: deja de bajar retenciones, recapacita sobre el gasto social en el Presupuesto 2017.
Sus adláteres empresarios y mediáticos oscilan entre la bronca y la comprensión. Será un año electoral, dicen, habrá que distraer a las mayorías difiriendo el ajuste hasta 2018. El designio es cruel y, quién sabe, impracticable. La sociedad no es arcilla blanda en las manos torpes del Gobierno.
El tarifazo “reducido” va llegando, sus efectos se hacen sentir. Los ejemplos se multiplican, castigando a trabajadores y a PyMEs (incluyendo la “M” de la sigla, medianas empresas). José Álvarez, presidente de la Cámara de Industriales Panaderos de la Ciudad de Buenos Aires, denunció el cierre del diez por ciento de los establecimientos del sector. Son 75 panaderías, víctimas del aumento de costo de los insumos y de las exorbitantes facturas de electricidad.
La conducción de la CGT quedó envuelta en una disyuntiva. A instancias del gobierno, se embarcó en una tratativa general con la huelga ídem como moneda de cambio. Presentó un pliego de demandas moderado, por usar un eufemismo. El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, pareció hacerle un guiño inverosímil que fue refutado por varios de sus colegas del Gabinete y por la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. Las arcas provinciales están exhaustas, alega. Es imposible sufragar un plus salarial por única vez (“bono” en jerga) para las fiestas de fin de año.
Las grandes corporaciones patronales son compañeras de ruta pero sin llevar la mano a la billetera. El reclamo templado va en tren bala a un rechazo que impulsa a la cúpula cegetista al paro no deseado, en buena medida porque no tiene una estrategia acerca de cómo seguirlo. En ese aspecto, salvando las gigantescas distancias, se parecen a los políticos a quienes cuestionan.
El Diálogo tripartito, una fantasía que entusiasma a la jerarquía de la Iglesia Católica desde 2001, tiene pinta de ser un placebo ineficaz porque las relaciones laborales son, ay, materialistas. El consenso es encantador pero los comerciantes y super mercadistas, creyentes o laicos, no lo aceptan como medio de pago.
Allende movidas “duras” o “blandas” coyunturales, el peso específico del movimiento obrero signará los meses y años por venir porque la oposición social se engrosa, a un ritmo más veloz que la reconstitución de espacios políticos alternativos al macrismo.
El Frente opositor, nos repetimos, es un instrumento necesario pero articularlo no es sencillo. Cambiemos sostiene su coalición de partidos, a despecho de los rezongos de los correligionarios radicales. El costo de la secesión es mayor al de quedarse “cobrando poco”. El problema del oficialismo aquí y ahora finca “abajo” y no en la superestructura.
Un informe reciente de la Universidad de General Sarmiento, firmado por el politólogo Martín Armelino, propone: “cabe indagar por el modo en que el gobierno piensa darse un sustento social que le ayude a revalidar títulos en las elecciones del próximo año. Dicho de otro modo, cómo viabilizará este conjunto de medidas que han empobrecido a muchos, y ha limitado el consumo de muchos otros si su arco de interlocutores se restringe a los más beneficiados o, por lo menos, a los que casi no han sido perjudicados, y que cada vez son menos”.
El poder del Estado es importante, el apoyo de los medios hegemónicos un pilar… el impacto de la política económica sobre la mayoría de los argentinos un contrapeso gigantesco. La división opositora alivia el tránsito pero no garantiza un buen resultado electoral de medio término. A esta altura del partido, los empresarios nativos o extranjeros van sincerando que esperan ese momento para producir (o no) la tan anunciada como hipotética lluvia de inversiones y dólares. A 9 de octubre, prevalecen la sequía y la malaria.
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