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Ruckauf sin su bendición
Por Martín Granovsky
Si el gobernador Felipe Solá interpreta su reunión de ayer con los obispos como una garantía de apoyo eterno, se equivocará. La novedad que protagonizó la Iglesia Católica en estos días es otra, y muchísimo más importante que un respaldo de circunstancias: no bendijo ninguna política de seguridad. Lo cual, mirado más finamente, significa que no bendijo ninguna política de seguridad basada en el facilismo ineficaz de la mano dura al estilo de Carlos Ruckauf.
El primer gesto se produjo el jueves pasado, tal como lo reflejó este diario. En el palco del acto en el que habló el padre de Axel, Juan Carlos Blumberg, no participaron ni rezaron el clérigo musulmán Omar Aboud, el rabino Daniel Goldman y el encargado de la Red Solidaria, Juan Carr. Tampoco el sacerdote Guillermo Marcó, vocero del cardenal primado de Buenos Aires Jorge Bergoglio. “El acto tomó otro tinte y nos pareció prudente dejar que transcurriera así”, dijo Marcó. Ni Goldman ni Aboud ni Carr responden a estructura jerárquica alguna. Solo se deben a sus comunidades. En cambio, Marcó depende jerárquicamente de Bergoglio. De ese modo se desprenden dos lecturas que se complementan entre sí:
- Los religiosos eligieron acompañar el dolor popular por el asesinato de un joven, y por eso fueron a la concentración, pero no quisieron comprometerse con la solución penal que surgía de ese dolor, sintetizada en el petitorio de la “Cruzada Axel” y en tramos del discurso de Juan Carlos Blumberg pidiendo por ejemplo la baja de imputabilidad penal a menos de 16 años.
- La estructura religiosa más importante de la Argentina también formó parte de esa corriente y también escogió no bendecir una política de seguridad que es tan parcial como cualquier otra.
El gesto de no mezclar fe con mano dura, o cruz con picana, que si se repite marcaría una contradicción evidente con otros como la santificación de la tortura a cargo de los vicarios castrenses durante la dictadura, se mantuvo en la reunión de ayer con Solá. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda, hasta alertó contra la falsa magia de aumentar penas para resolver el delito.
El solo hecho de que Frassia, un obispo que por facilidad podría ser definido como centrista, y que claramente no es un integrista, haya sido el vocero eclesiástico de la reunión, marca también un dato político clave. En la provincia de Buenos Aires residen también el obispo de La Plata, Héctor Aguer, el fiador moral del banquero Francisco Javier Trusso, y el de Mercedes-Luján, Rubén Héctor Di Monte. Los dos últimos son los más cercanos al gobernador de Buenos Aires que en 2001 fugó de la provincia, Carlos Ruckauf, y a su entonces secretario general de la gobernación, Esteban Caselli. Ayer, al menos, ninguno de los dos marcó el rumbo.